Original en Remezcla por Eduardo Cepeda Tu Pum Pum: As Reggaeton Goes Pop, Never Forget the Genre’s Black Roots.
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Las raíces del reggaetón se encuentran en la fusión entre el dancehall, el hip hop y el reggae cantado en español en epicentros de la diáspora africana como Panamá, Puerto Rico, Jamaica, la República Dominicana y Nueva York.
En 2017, el tema Despacito se convirtió en un fenómeno global, siendo nominada a los Grammy de 2018 como mejor canción y grabación, la primera en español en recibir ese honor en ambas categorías, aunque el camino a la cima no fue sencillo. Para muchos seguidores y críticos, la irrupción del reggaetón en las listas estadounidenses representó una victoria de la población latina ante la industria musical. Que una canción en español alcanzara el número uno en las listas en plena presidencia de Donald Trump podía considerarse todo un éxito del legado cultural de la comunidad latina. El problema fue que para muchos no existió tal logro, sino la culminación del blanqueamiento que venía sufriendo el estilo los últimos años, una afrenta a aquellos pioneros de la diáspora africana que dieron vida al género, artistas que tuvieron que pelear contra viento y marea por su derecho a perrear.
Producto a esta ola comercial que ha hecho del reggaetón una especie de neopop y que tan lucrativamente está aprovechando la industria musical, los artistas de la escena ya han dejado de parecerse a aquellos que empezaron a desarrollar el estilo. Las estrellas de reggaetón actuales son ahora cómodas para los ojos y oídos de las audiencias blancas estadounidenses, también para la población latina con whitepassing, cuyo privilegio de clase ha contribuido a fomentar los prejuicios hacia el reggaetón tras su explosión comercial. Sin embargo, no hace tanto que el ahora conocido como “reggaetón latino” formaba parte de una subcultura alejada del gran público.

Bastante antes de que Justin Bieber se pasara al perreo, y también antes de que Luis Fonsi recibiera el honor de ser el “embajador turístico de Puerto Rico” al calor del éxito de Despacito, el reggaetón tuvo que luchar para encontrar su lugar. Pasó de ser un estilo atado una historia de racismo y colorismo (prejuicios raciales entre comunidades no blancas) en Panamá, estigmatizado y considerado vulgar, a madurar en Puerto Rico, donde llegó a ser la música que hoy conocemos.
El blanqueamiento del reggaetón es una afrenta a aquellos pioneros de la diáspora africana, quienes tuvieron que pelear contra viento y marea por su derecho a perrear.
El reggaetón primitivo, o reggaetón underground, tuvo su origen en los trabajos conjuntos que empezaron a realizar a mediados de los ochenta Vico C y DJ Negro, grandes aficionados a la música de orígenes africanos como el hip-hop, el dancehall o el plena panameño. Aunque siempre se les ha considerado como los abuelos del estilo, sus primeras bases rítmicas tienen su origen en grabaciones de hip-hop previas. Estas primeras grabaciones poco conservan del dembow, ritmo asincopado típico del reggaetón, pero acabaron dando una plataforma a los raperos puertorriqueños que cantaban en español. Aunque solo consiguieron producir 20 copias de sus trabajos, la música comenzó a propagarse a través de la distribución informal de unos primeros seguidores que consiguieron realizar copias y pasárselas unos a otros en sus caseríos, los barrios de vivienda pública típicos de la isla. Aunque al principio estas publicaciones pasaron desapercibidas para el mundo underground (los caseríos son aún hoy las zonas más depauperadas y maltratadas de Puerto Rico), la distribución casera de estas cintas y CDs acabó llamando la atención del público local.
En esa misma época comenzaba a extenderse en Puerto Rico el reggae en español, gracias a inmigrantes panameños descendientes antillanos que habían acudido al istmo para trabajar en las obras del canal décadas atrás. El plena panameño de artistas como El General, Nando Boom y Renato acabó influenciando fuertemente a los artistas de la isla. El reggae y el dembow, a los cuales se les añadió una acentuación rítmica con timbales, se convirtieron en músicas muy bailables, convirtiéndose en mayoritarias en la escena. Para el primer éxito de DJ Playero en 1994, Playero 38, el dembow ya controlaba toda la escena puertorriqueña. Gracias a actuaciones junto a Daddy Yankee (su primera aparición es en 1992, en Playero 34, también de Playero), Frankie Boy y Yaviah, Playero 38 se metió en todas las casas, pistas de baile y walkmans de la juventud de la isla. El álbum Sin Parar de Wiso G’s, publicado en 1994, el primero de la escena underground grabado para un gran sello (NRT) alcanzó tanta notoriedad que consiguió que la escena musical mayoritaria de Puerto Rico se lanzara en una espiral de odio contra el género.
La elección de Pedro Rosselló como gobernador en 1993 trajo consigo una iniciativa contra la delincuencia, Mano Dura Contra el Crimen, que duró hasta 1999. Apoyándose en este nuevo marco legal, las fuerzas policiales comenzaron a hostigar a los seguidores de reggaetón mediante redadas en los caseríos, su epicentro. Para el gobierno, esta música estaba tan vinculada a lo que pretendía erradicar, que muchas de estas redadas también afectaron a estudios de grabación y distribuidoras de discos. Esta censura, que recibió justificación por parte de las élites literarias y políticas del país, muy críticas con el estilo, llegó a asemejarse a otras oleadas censoras sufridas por otras generaciones isleñas, como la que ocurrió con la generación anterior con el género “bomba”, traído por población esclava de África siglos atrás. En febrero de 1995, el departamento de policía de Puerto Rico y la Guardia Nacional asaltaron seis distribuidoras de música en San Juan y alrededores durante la llamada Operación Centurión, cuyo objetivo era controlar las comunidades marginales de los caseríos. Según Petra Rivera-Rideau en su libro Remixing Reggaeton (Remezclando el reggaetón), la Operación Centurión se encargó de equiparar estos barrios pobres de mayoría negra con violencia, sexualidad desatada y consumo de drogas.

El reggaetón pasó a ser material de contrabando.
Toda esta presión policial no tenía como objetivo confiscar drogas o armas, ni tan siquiera desarticular redes de prostitución, sino requisar cintas. El éxito de estas grabaciones underground se había extendido tanto que su influencia ya se hacía notar en el corazón urbano de Puerto Rico, donde la prole bien de hombres de negocios y políticos ya había contraído la fiebre por el perreo. Por otro lado, existía en aquella época una asociación conservadora llamada Moralidad en los Medios, la cual se encargaba de azuzar la llama de la campaña anti-reggaetón. Haciendo referencia a algunas de sus letras violentas e hipersexuales, Moralidad defendía que la juventud puertorriqueña estaba siendo empujada al consumo de drogas y cometer actos de violencia y perversión sexual. Las redadas que se realizaron más tarde y que afectaron a escuelas públicas se centraron en la confiscación de armas, drogas, alcohol y, cómo no, música de barrio. El reggaetón pasó a ser material de contrabando.
Sí es cierto que las letras de reggaetón han hecho hincapié muy a menudo en la violencia, la sexualidad o la misoginia, aunque artistas afropuertorriqueños como Tego Calderón también hablaron desde un primer momento de clasismo y racismo. Sin embargo, la criminalización de la libertad de expresión siempre ha demostrado históricamente ser un error y ha estado condenada al fracaso. Tras la presión, muchas de las personas que hacían reggaetón decidieron cambiar el contenido de sus letras, algo que consiguió atraer más atención al denostado estilo y a sus artistas.
Al margen de estos obstáculos temporales de pérdida de material y detenciones, las redadas en las distribuidoras no consiguieron doblar la curva de ascenso del reggaetón. Aunque el acoso persistió, la popularidad del reggaetón siguió creciendo, al mismo tiempo que comenzaba a mezclarse con la música autóctona puertorriqueña. Pese a que el dembow, que se seguía considerando “negro”, seguía siendo su centro y seña de identidad, el estilo empezó a dar cabida a instrumentación latina, como los timbales o el tres. El Mas Flow de Luny Tunes y El Abayarde de Tego Calderón, ambos de 2003, introdujeron riffs de guitarra bachatera e influencias bomba en el estilo, aportando trazos de latinidad. Esta música folclórica se mezcló bien con la identidad del reggaetón, llevando el género, según palabras de Wayne Marshall sobre la comercialización del reggaetón en su antología de 2009, de “música negra” a “reggaetón latino”, consiguiendo ser aceptado de manera mayoritaria entre la población blanca puertorriqueña

Pero el gobierno no estaba por la labor de detener el hostigamiento Su siguiente flanco de ataque fueron las acusaciones de pornografía y cosificación femenina en sus videoclips. Como en la época previa, este ataque no obtuvo ningún éxito, ya que muchas de las mujeres de los vídeos agradecieron las oportunidades a las que tuvieron acceso tras aparecer en ellos. Algunas de ellas, como Jenny la Sexy Voz y Glory consiguieron hacer uso de su sexualidad para sobrevivir en un sistema fundamentalmente patriarcal y opresivo, obteniendo importantes trabajos como coristas y eventualmente como solistas.
El éxito del reggaetón ha sido fundamental para visibilizar a la población latina en el mundo, pero ¿a qué precio?
Nadie podría parar ya al reggaetón, ya que su popularidad aumentaba tras cada condena política. La Gasolina de Daddy Yankee y el Oye mi canto de N.O.R.E. catapultaron a mediados de los 2000 al reggaetón a lo más alto. En esa época, Don Omar nombró al estilo como “reggaetón latino” mientras Luny Tuns daba a conocer al mundo su toque de requinto de estilo bachata. Hasta que finalmente Shakira y Alejandro Sanz se acabaron subiendo al carro, haciendo transitar al reggaetón por un camino más comercial, más blanco.
Tras el éxito de Despacito, el reggaetón ya puede considerarse música pop. Es curioso pensar que Despacito guarda ciertas similaridades históricas con la Macarena: ambas son las únicas canciones en español que han llegado a ser número 1 en las listas estadounidenses tras La Bamba. Ambas son reversiones de géneros que en su día tuvieron origen en comunidades negras y marginales, pero que ahora son un producto mayoritario, aceptable para el público general, especialmente el blanco: la base de la Macarena es techno de imitación, el Despacito es un standard del pop cuyo ritmo es un sucedáneo del dembow. Ambos temas hablan de placer sexual a un nivel lo suficientemente tolerable para que muchos capillitas de clase media las bailen de crucero por el Mediterráneo.
Eso sí, independientemente de los éxitos en ventas que alcance cada trabajo de reggaetón, mucha gente seguirá poniendo en el punto de mira al género por percibirlo como vulgar y por sus orígenes populares, como Aleks Syntek, quien en recientes declaraciones ha sugerido que el estilo viene del mono, una referencia ácida y racista a sus raíces negras. El colorismo sigue vigente, lo que ocasiona que gente como Syntek no reciba mucha contestación por este tipo de declaraciones, amén de que este artista tiene una deuda impagable con los géneros de la diáspora africana como el hip-hop o el house.
Es más importante que nunca contar de dónde viene el reggaetón.
Largo camino separa al reggaetón actual de la hostigada “música negra” de los caseríos, por eso ahora es más importante que nunca contar de dónde viene. Es común que cuando un estilo se va haciendo cada vez más mayoritario se termina diluyendo, cosa que ya le puede estar pasando al reggaetón según algunos analistas, no hay más que ver el carácter cada vez más rebajado que está dando al estilo la nueva ola de artistas colombianos que lideran las listas de éxitos actualmente. Este blanqueamiento no ha sido exclusivo del reggaetón, también lo han sufrido el jazz, el blues y hasta el disco, tanto por presión interna como por imposición empresarial, así el Larry Levans de antaño son los Diplos de hoy.
La comercialización de la música nunca es monolítica, siempre hay variaciones en el desarrollo de un estilo y casi todas son complejas. La hegemonía del reggaetón es importante para la visibilidad de la comunidad latina en el mundo, pero ¿a qué precio? Según el estilo crece en aceptación y prestigio, es importante reconocer sus orígenes populares y no carentes de violencia, especialmente cuando al estilo aún se le consideraba música negra. La imagen prototípica y comercial del reggaetón actual muestra a unos artistas de piel clara, haciendo olvidar todo trazo de música negra y afianzando el colorismo, aún muy presente en las comunidades latinas. No pretendemos eliminar a estos artistas de la escena, pero sí queremos una latinidad más inclusiva que dé especial cabida a las comunidades de la diáspora africana que crearon este estilo, hoy mayoritario.
Original en Remezcla por Eduardo Cepeda Tu Pum Pum: As Reggaeton Goes Pop, Never Forget the Genre’s Black Roots.
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