El legado histórico de las brujas y las mujeres estadounidenses.

Del original de Hilary McGraw, trabajadora en prácticas de NWHM (National Women’s History Museum) en su Tumblr Putting Women in their place.

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Salem Witch Trials Martha Corey-Longfellow

Los disfraces de bruja son uno de los emblemas más comunes y reconocibles que la gente suele ponerse en esta época del año, que cada vez conocemos más como Halloween. No solo eso, un sombrero negro y una escoba simbolizan algo que reconocemos universalmente, algo indistintamente femenino. Las brujas forman parte de nuestra fantasía, son algo divertido e incluso positivo (recordad a la emblemática Hermione Granger), pero la indulgente y tibia reivindicación de las brujas que hacemos actualmente en nuestra querida cultura pop tiene un origen violento y un tanto incómodo, como descubrí hace poco en el libro de Gail Collins, America’s Women (Mujeres estadounidenses).

Los Juicios de Salem y las ejecuciones que estos conllevaron acaecieron en las postrimerías del siglo XVII y continúan formando parte del legado histórico estadounidense más fascinante e imperecedero. También fascina  el hecho de que de las diecinueve personas ejecutadas por brujería, quince de ellas fueran mujeres. En un tiempo en el que las mujeres, en su mayoría, eran excluidas o invisibilizadas en todo aspecto de la vida pública, cuando llegaron las acusaciones de brujería, su presencia creció como la espuma. ¿Por qué?

La asociación que establecemos entre la feminidad y la brujería parte del dogma religioso de la Europa moderna, en la que se consideraba que la mujer era más vulnerable a ser corrompida por Satanás por su debilidad mental y su inherente naturaleza pecaminosa. Después de todo, Eva fue la responsable de la expulsión de la humanidad del paraíso. Estas creencias fueron trasladadas al Nuevo Mundo por los peregrinos europeos que migraron en el siglo XVII.

Los Juicios de Salem de 1692 fueron la culminación de un legado extensísimo de procesos y ejecuciones que se llevaron a cabo de Europa durante el final de la Edad Media y la Edad Moderna. En su obra, Collins anota que las mujeres acusadas solían sobresalir socialmente de algún tipo de manera o rechazaban adherirse a los cánones sociales impuestos: eran o muy obstinadas o muy poderosas. Sarah Good, ejecutada en 1692, era una sintecho que solía chillar a los viandantes. Sarah Osborne, ejecutada ese mismo año, era una mujer de mediana edad que se encontraba involucrada en un proceso legal para defender sus propiedades en el momento en que se hizo firme la acusación. Otra de las víctimas, Martha Corey, conocida por su franqueza al hablar, fue declarada culpable usándose como prueba ese mismo hecho.

Es interesante percatarse del siguiente dato: todas las denunciantes originales en los Juicios eran mujeres, o, para ser más exactas, chicas adolescentes entre los nueve y los doce años de edad. Dos de estas chicas, Ann Putnam y Betty Harris, fueron las primeras en tener accesos de histeria o síntomas de posesión de los que responsabilizaban a ciertas «brujas» camufladas como miembros de su comunidad. Es difícil averiguar de manera clara los motivos específicos de cada una de las chicas, pero puede servirnos de pista tener en cuenta la poca presencia que las chicas jóvenes solían tener entre los miembros de la sociedad puritana de Nueva Inglaterra. Estas chicas nunca podían confiar en tener acceso a tal tipo de educación que les permitiera alcanzar puestos gubernamentales o eclesiásticos de decisión, algo que sí podían alcanzar sus hermanos (¿no es extraño que no hubiera ningún hombre joven dentro de la parte denunciante?). Su papel era ser obedientes y permanecer a un lado, desde la niñez a la adultez, algo que no se aplicó a estas chicas cuando empezaron a tener accesos de histeria y denunciaron estar poseídas por agentes del demonio. De un día para otro, todos los focos de la comunidad estaban puestos sobre ellas; los prohombres de la aldea escuchaban atentamente cada una de sus palabras, palabras a las que otorgaban una legitimidad insólita para la época, un privilegio especialmente poco común para una chica joven del siglo XVII.

En conclusión, aunque durante los Juicios de Salem influyeron gran variedad de agentes sociales, el género fue sin duda de los más importantes. Por suerte, las chicas y las mujeres de hoy en día pueden disfrutar desinteresadamente de los conceptos de bruja y brujería sin tener en cuenta que el apelativo «bruja» se usó en otro momento histórico como artimaña para silenciar o hacer desaparecer a mujeres indómitas.

Nota del traductor: en relación al sesudo análisis que hace Silvia Federici en su Calibán y la bruja, he optado por incluir que el la persecución por causa de brujería comenzó en la Edad Moderna o muy a finales del medievo, en contraposición a la común idea de que estas causas se produjeron sobre todo en etapas anteriores.

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