Original por Russel Means (oral) transcrito en Black Hawk Productions.
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Primera parte: Revolución y nativos americanos: el marxismo es algo tan ajeno a mi cultura como el capitalismo. PARTE 1.
Llegados a este punto tengo que pararme y reflexionar sobre el alcance de mis palabras. El marxismo tiene una historia, ¿confirma esta historia mis observaciones? Echándole un vistazo al proceso de industrialización en la Unión Soviética a partir de los años veinte, puedo vislumbrar que esos marxistas hicieron en sesenta años lo que la Revolución Industrial inglesa en trescientos. El territorio de la URSS solía albergar a múltiples tribus que fueron dispersadas para dejar lugar a nuevas industrias. Los soviéticos solían referirse a esto como la “Cuestión Nacional”, la cuestión sobre si las poblaciones tribales tenían derecho a existir como pueblos. La decisión final sacrificar a estas poblaciones, razonablemente, en favor de la industria. Al igual que en China y en Vietnam, donde los marxistas imponen un orden industrial a expensas del desplazamiento y evacuación de los pueblos indígenas de las montañas.
Los científicos soviéticos afirman que cuando se agote el uranio, encontraremos otras alternativas. Veo a vietnamitas ocupar una central nuclear abandonada por el ejército de EEUU, ¿creéis que la han desmantelado? En absoluto, están haciendo uso de ella, algo parecido a lo que hace China con sus bombas nucleares mientras desarrolla sus reactores y pone a punto su programa espacial para colonizar y explotar planetas a la manera de los europeos con este hemisferio. La misma historia, pero a mayor velocidad esta vez.
El paradigma de los soviéticos es interesante. ¿Conocen acaso la fuente de energía alternativa de la que podremos hacer uso? En absoluto, solo tienen fe, ya lo descubrirá la ciencia. He oído a marxistas puros decir, un criterio sobre el cual sustentan sus acciones, que la destrucción del entorno, la polución y la radiación en un futuro se controlarán. ¿Cómo? Ya lo descubrirá la ciencia, seguro. Este tipo de fe es el que tradicionalmente se ha conocido en Europa como religión. La ciencia se ha convertido en una nueva religión para los europeos capitalistas y comunistas, ambos inseparables y cosustancialmente parte de la misma cultura. En la teoría y en la práctica, el marxismo necesita que los pueblos no europeos abandonen sus valores, tradiciones y existencia como cultura para mutar en grupos humanos adeptos a la ciencia en el seno de una sociedad marxista e industrializada.
No considero que el capitalismo sea el único responsable de la situación actual del pueblo indio y la declaración de zona de exclusión de sus tierras. No, creo que la responsable es la misma tradición europea, la cultura europea en sí misma, de la cual el marxismo es su continuación más moderna, no una panacea para la misma. Aliarnos con los marxistas significaría aliarnos con las mismas fuerzas que nos consideran un coste asumible.
Existe una alternativa: el modelo de vida tradicional lakota y los usos del pueblo indio. El modelo que defiende que los seres humanos no tienen ningún derecho a destruir a la Madre Tierra, que existen fuerzas más allá de lo que la mente europea ha logrado concebir, que la especie debemos vivir nuestras relaciones con armonía y que esas relaciones en última instancia acabarán con la discordia. Un énfasis asimétrico en lo humano por lo humano con una falta de respeto absoluto por las relaciones naturales, la arrogante manera de actuar europea, solo puede dar lugar a una total discordia y un brusco reajuste que ponga a los arrogantes humanos de nuevo en su lugar, que les dé un baño de realidad más allá de su control para que de nuevo regrese la armonía. No hace falta una teoría revolucionaria que nos indique cómo conseguir esto, es algo que tenemos a nuestro alcance. La gente de este planeta que habita la naturaleza es consciente de ello y no necesita teorizar sobre ello. La teoría es un abstracto, nuestro conocimiento es real.
Reducidos a su mínimo común, la fe europea, incluyendo la actual fe en la ciencia, coincide en que el ser humano es Dios. Europa siempre ha ido tras un mesías, sea Jesucristo, Karl Marx o Albert Einstein. El pueblo indio consideramos eso como algo absurdo. El ser humano es la criatura más débil de todas, tanto que otras criaturas abandonan alimentos gracias a los cuales podemos sobrevivir. Solo somos capaces de sobrevivir a través del ejercicio del raciocinio ya que carecemos de las habilidades de las que disponen otras criaturas para obtener comida, como el uso de colmillos o garras.
Sin embargo, el raciocinio es una maldición porque puede provocar que los humanos olvidemos el orden natural de las cosas, peligro que no subyace para otras criaturas, pero sí para el pueblo indio y al europeo, al que le ocurre de manera habitual. Nosotros damos gracias al ciervo por su carne; el europeo simplemente coge su carne sin más y considera al ciervo como algo inferior. El europeo se considera un dios en su racionalismo y cientifismo. Dios es el ser supremo y todo lo demás es inferior.
Toda la tradición europea, entre la que incluyo el marxismo, ha conspirado para socavar el orden natural de las cosas. La Madre Tierra y los poderes han sido agredidos, algo que no puede continuar así, y no hay teoría que pueda modificar esta realidad. La Madre Tierra contraatacará, junto con la naturaleza, y sus agresores serán eliminados. Se cerrará el círculo, todo volverá al principio. Esta es la verdadera revolución y también una profecía de mi pueblo, el Hopi, entre otros.
El pueblo indio ha intentado transmitir esto al europeo durante siglos pero, como ya he dicho, el europeo ha hecho oídos sordos. El orden natural prevalecerá y los criminales desaparecerán a la manera del ciervo que muere cuando atenta contra la armonía superpoblando una región. Es cuestión de tiempo que se produzca lo que los europeos llaman una catástrofe de proporciones bíblicas. Nuestro deber como pueblos indios, como seres naturales, es sobrevivir. Una parte de sobrevivir implica resistir. Resistimos no para deponer a un gobierno y alcanzar el poder, sino para resistir a la exterminación, para sobrevivir. No queremos el poder de las instituciones blancas, queremos que estas desaparezcan. Eso es revolución.
El pueblo indio aún continúa en contacto con esas realidades, esas profecías y toda la tradición de nuestros ancestros. Aprendemos de nuestros mayores, de la naturaleza y de sus poderes y cuando la catástrofe haya concluido, nuestro pueblo prevalecerá para repoblar este hemisferio. Me es indiferente si tan solo permanece una pequeña comunidad en lo más alto de los Andes, el pueblo indio sobrevivirá y retornará la armonía. Eso es revolución.
Una vez aquí, permitidme mostrarme claro con un asunto, aunque ya debiera parecerlo tras todo lo que vengo diciendo. Al hablar del término europeo, no estoy hablando de un determinado color de piel o de una cierta estructura genómica, hablo del pensar europeo, una visión del mundo producto exclusivo de la cultura europea. Nadie está determinado genéticamente para pensar así, al contrario, se nos culturiza para ello, tanto al pueblo o indio como a cualquier otro pueblo.
Muchos individuos de nuestro pueblo comparten los valores y la visión del europeo. Tenemos un término para estas personas, manzana, de piel roja (genética) por fuera y de piel blanca (valores) por dentro. Otras comunidades tienen sus propios términos parejos: las negras tienen a sus oreos, las hispanas tienen a sus cocos, etc. Y, como he señalado antes, hay excepciones a la norma entre la gente blanca: blanca por fuera pero no por dentro, pero no sé qué término aplicarles más allá de seres humanos.
Lo que propongo aquí no tiene que ver con lo racial sino con lo cultural. Soy enemigo de aquellas gentes que defienden y legitiman las realidades de la cultural europea y el industrialismo. Soy aliado de aquellas otras que se oponen y luchan contra ellas; lo son tanto mías como de mi pueblo. Y me es absolutamente indiferente su color de piel: el término técnico para definir a la raza blanca es caucásico, a lo que yo me opongo es a lo europeo.
Los comunistas vietnamitas no son caucásicos pero funcionan mentalmente como europeos. Igual que los comunistas chinos, los capitalistas japoneses, los bantúes católicos o los jefes de nuestras reservas que pretenden vender nuestras tierras y fundar casinos. No hay nada de racismo aquí: solo el reconocimiento de cómo la mente y el espíritu se conforman a través de la cultura.
Creo que soy un nacionalista cultural en términos marxistas. Mi trabajo está principalmente con el pueblo lakota porque comparto con ellos una visión común de la realidad y la misma lucha. También trabajo con otros pueblos indios por motivos muy similares. Y más allá de ahí trabajo con cualquiera que haya experimentado la opresión colonial europea y que ofrezca resistencia a su totalitarismo industrial. Aquí entran pueblos genéticamente caucásicos que tradicionalmente han ofrecido resistencia a las normas europeas dominantes, como el vasco o el irlandés, pero sin duda existen más.
Trabajo principalmente con mi gente, con mi comunidad, algo que recomiendo a todos aquellos grupos humanos con una visión no europeizante de las cosas. Creo en la máxima cree en la perspectiva de tu prójimo, donde se incluyen todos los géneros. Creo en las perspectivas comunales y culturales de todas las etnias resistentes a la industrialización y a la consiguiente extinción. Personas blancas, a título individual, pueden ser también partícipes de esto únicamente si han reconocido que la continuidad del sistema industrial no es una simple posibilidad, sino el suicidio del ser humano como especie. El blanco es uno de los colores sagrados del pueblo lakota, junto al rojo, amarillo y negro. Los cuatro puntos cardinales, las cuatro estaciones, los cuatro periodos vitales del ser humano. Las cuatro etnias de la humanidad. Mezcla rojo, amarillo, blanco y negro y obtén el marrón, el color de la quinta etnia.. Este es el orden natural de las cosas. Por eso me parece perfectamente conveniente trabajar con todas las razas, con el significado particular de cada una, con su identidad y su manera de comunicarse.
Sin embargo, entre el caucásico suele predominar un comportamiento particular: tan pronto como empiezas a criticar activamente a Europa y a su impacto en otras culturas, se pone a la defensiva aunque el ataque no se dirija a ellos exactamente, sino a Europa. Es decir, al concretar mis críticas en Europa personalizan la cultura europea identificándose con la misma, y, por ello, tratan de legitimar una cultura letal. Este malentendido debe superarse ya mismo, nadie tenemos las fuerzas suficientes como para enfrascarnos en esta batalla inútil.
El caucásico posee una perspectiva mucho más positiva que ofertar a la humanidad que la de la cultura europea, pero es preciso que abandonen esta cultura para que esta visión prospere y para que, junto al resto de la humanidad, el hacer y el ser de Europa queden en evidencia.
Continuar aferrándose al capitalismo, marxismo o cualquier otro ismo significa permanecer dentro de la cultura europea, sin alternativa alguna. Algo que, por otra parte, sigue siendo una elección, una elección basada en criterios culturales, no étnicos, y optar por la cultura europea y el industrialismo es optar por ser mi enemigo. La elección es vuestra, no mía.
Al respecto de los miembros de mi pueblo que acuden a las universidades, viven en los extrarradios de las ciudades o se internan en las instituciones: si os metéis ahí para ejercer una resistencia de manera acorde a vuestros valores, bien, no sé cómo lo conseguiréis, pero vale. Eso sí, no os desgajéis de la realidad. Ojo con creer que el mundo blanco nos ofrece unas soluciones a los problemas que él mismo causa. Ojo también con que las palabras de nuestro pueblo se vuelvan en nuestra contra y sean usadas por nuestros enemigos, algo que Europa ha perfeccionado bien. Y si no, ojead los tratados entre los pueblos indioamericanos y los gobiernos europeos firmados a lo largo de la historia. Obtened fortaleza a través de vosotros mismos.
Una cultura que muy comúnmente confunde algarada con resistencia no tiene nada que enseñarte y nada que ofrecerte como modo de vida. Hace mucho que el europeo ha abandonado cualquier relación con la misma realidad, si acaso alguna vez lo estuvo al mismo nivel que tú como nativo.
Así que, finalmente, concluyo que empujar a alguien al marxismo es algo que no deseo en absoluto. El marxismo es algo tan ajeno a mi cultura como lo es el capitalismo y el cristianismo. Es más, no intento empujar a nadie a nada. Cuando era más joven, los medios blancos acostumbraban a tratarme de líder, como gustan de hacer, en un momento en el que el Movimiento Indioamericano era una organización novísima. Entendí a partir de ahí que no puedes serlo todo para todo el mundo. No quiero que mis enemigos me revistan en esos términos. No soy un líder, soy un patriota Oglala lakota, lo único que necesito y algo que me hace muy feliz.
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