La apropiación cultural. Qué es y cómo evitarla.

Del original en el tumblr de SwanpinionsWhat is cultural appropriation and how to avoid it.

Nota: Imágenes extraídas a través de Órbita Diversa.

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Creo que voy a convertir la anterior entrada en una entrada de pleno derecho para que pueda rebloguearse. Os repito de nuevo: esto es solo la opinión personal de alguien, no la toméis como la verdad absoluta. Preguntadle a más gente sobre lo que piensan e informaos a través de otras fuentes.

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¿Qué es la apropiación cultural?

Significa literalmente «lo que ocurre cuando cuando una cultura usurpa elementos de otra». Por ejemplo, la pizza se extendió por los Estados Unidos a través de la inmigración italiana y se convirtió en un plato que todo el mundo lee como «estadounidense»; sin embargo, la cosa no es tan sencilla como eso.

Una de las razones por la que la apropiación cultural resulta nociva es que, en ocasiones, tiene el poder de crear estereotipos sobre la cultura origen entre la gente. También puede mostrar  una versión en su mayor parte creada por personas que no provienen de esa cultura y que, en definitiva, es errónea. Una consecuencia de esto puede ser que la gente leamos esa cultura como «extranjera» o «exótica» (el otro) porque nuestro único contacto con esa cultura es a través de personas de nuestra misma cultura. Esto suele ocurrir cuando una cultura que goza de una posición de poder sobre otra usurpa elementos de esta última, estableciendo de esta manera estereotipos y creando una idea nueva de su naturaleza que socava las consideraciones que de esta cultura origen poseía la gente.

Otro argumento a favor de la toxicidad que provoca esta apropiación es que tanto costumbres como historia, que pueden tener ambas una carga altamente significativa para la cultura de origen, pueden llegar a recibir un trato condescendiente por parte de las personas ajenas a esa cultura. De esta manera, una persona que las considera a ambas, costumbres e historia, una parte importante de su cultura, considerará que reciben un trato irrespetuoso e incluso ofensivo.

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¿Cómo evitar la apropiación cultural?

La apropiación cultural causa perjuicio en el momento en que una cultura dominante usurpa elementos de otra cultura sin su previa comprensión o hace uso de ellos de manera diferente a como eran en su origen y refuerza las consideraciones que la cultura dominante tiene sobre la cultura ajena. Consejos:

Cuando estudies otras culturas, asegúrate de que estudias fuentes originales emitidas por gente de esa cultura. No estudies textos de personas ajenas a la cultura sobre la que escriben, en muchas ocasiones, esa información es racista y tóxica.

Cuando estudies otras culturas,  asegúrate de que te tomas tu tiempo para absorber detalles sobre esa cultura y por qué las cosas se hacen así y no de otra manera. No te aprendas una o algunas cosas sobre una cultura y digas que ya te lo sabes todo. Las culturas son enormes y complejas, si crees que un poco de estudio puede enseñarte todo lo que hay que saber, las estás considerando como algo superficial. Si te das cuenta. incluso algunas regiones de tu país poseen culturas, lenguas, dialectos y gastronomía diferentes, algo que también ocurre con grupos de etnias diferentes (que pueden diferir, incluso, de las de su país originario); solo entonces te percatarás de que no podemos entender un país entero si solo conocemos algunas de sus costumbres culturales.

Recuerda que las cosas que sobre otras culturas aprendes a través de la televisión, en el colegio, etc. en muchas ocasiones son estereotipos. Cuando comiences a aprender seriamente sobre una cultura, ignora todas tus presunciones y todas las cosas que ya crees que sabes y aprende directamente de esa cultura.

Si quieres hacer algo que provenga de otra cultura, conoce su significado en esa cultura y descubre si existe alguna razón por la que pudiera resultar irrespetuoso el hecho de que hagas uso de ello tú mismo. Hacer algo cuyo origen está en una cultura ajena no es sistemáticamente irrespetuoso, pero es importante enterarse de si ello podría resultar un problema.

No te hagas el experto solo por el hecho de que estés aprendiendo sobre una cultura. Escucha siempre a las personas de esa cultura cuando te dicen que te equivocas.

No taches de «exóticos» ni «misteriosos» elementos de culturas ajenas. Te recuerdo que para las personas de esas culturas, son corrientes. No les hagas sentirse como bichos raros.

No asumas que, como alguien pertenece a una cultura sobre la que estás estudiando, arden en deseos de oírte decir lo que te fascina. Imagina que alguien se te acerca y te dice: «¡oh, eres estadounidense!, me encantan las hamburguesas, ¿alguna vez has actuado en alguna película?» ¿A que parece vergonzoso, amén de raro y ofensivo? Pensarás que «los Estados Unidos tienen son algo más que eso y, solo por el hecho de ser estadounidense, no significa que me gusten las cosas de este país que se consideran estereotípicas». Pues esto es lo que sienten las personas de otras culturas cuando no las tratas como lo que son: personas.

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Repito: lo importante es que no olvides que las culturas son más complejas de lo que piensas. La comida en los Estados Unidos es algo más que hamburguesas, de la misma manera que la comida en culturas ajenas no es solo sushi, curry o arroz. Intenta evitar decir cosas como «me gusta la comida japonesa». ¿Sabes la cantidad de tipos de comida japonesa que existen? En vez de eso, especifica los tipos de comida que te gustan, algo así como «me gusta el onigiri y el udon al curry», como yo ya hago.

Y, para finalizar, trata a las demás culturas como te gustaría que otras personas trataran a la tuya. No es cosa de pensar «mejor no hago nada que tenga que ver con esta cultura», pero ten cuidado cuando pienses que lo sabes todo de una cultura solo porque te has aprendido un par de cosas. Guarda respeto, sé humilde y conserva las ganas de aprender. No te abalances con tus ideas, piensa un poco antes de hablar y cede el turno de palabra a las personas de la cultura en cuestión.

Y si alguien dice «esta prenda/esta palabra/este tipo de comida tiene una alta carga significativa, no puedes hacer uso de ella así, por diversión», simplemente escucha y respeta.

¡De esta manera, podrás disfrutar del aprendizaje y del descubrimiento de culturas ajenas a la tuya sin ofender a nadie! Espero que esto os sea de ayuda.

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Las TERF o el feminismo transexclusivista y transfóbico.

Del original en la Home de The Terfs.

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EL FEMINISMO RADICAL NO TIENE NADA QUE VER CON EL FEMINISMO TRANSEXCLUSIVISTA.

Las feministas radicales transexclusivistas (TransExclusionary Radical Feminists, de ahí el acrónimo TERF) pretenden excluir a las personas trans del acceso igualitario a vivienda, empleo, educación,  residencia y protección de ámbito local, nacional y de las Naciones Unidas, lo que significa perpetuar un mundo donde las personas cis ostenten privilegio a través de la exclusión de personas trans de la vida social en igualdad de condiciones.

Cómo es el Transexclusivismo:

Hay ahora mismo una cosa que me confunde, y es que cuando presencio un debate legislativo en la Cámara de los Lores, suelo coincidir en su mayor parte con las posiciones de extrema derecha. Particularmente, con la persona con la que más estoy de acuerdo en esto, aunque no creo que le haga mucha gracia darse cuenta de ello, es Norman Tebbit… Tebbitt también habla de la salvaje mutilación del transgenerismo. De ocurrir en  culturas ajenas a las de las Islas Británicas, diríamos que se trata de una práctica cultural totalmente nociva, y que cómo es que no nos damos cuenta de ello aquí, en nuestra propia casa.

– Sheila Jeffreys, doctora, académica y autora TERF, durante un discurso en la Conferencia en homenaje a Andrea Dworkin en el Centro de Estudios de Justicia de la Universidad de Oxford.

Hoy en día, estamos invadidas por el conocido como fenómeno Frankenstein, no solo en forma de mito religioso, sino como su prole, la tecnología falocrática. El insano deseo por el poder y la locura por la transgresión de fronteras son la seña de los necrófilos, aquellos que sienten carencia de su alma, espíritu y amor por su propia existencia y de esta manera tratan de quebrantar y asesinar toda su espiritualidad, sustituyéndose por cachos de cadáver. Esta invasión o supresión necrófila tiene múltiples formas, una de ellas es la transexualidad.

– Mary Daly, doctora, académica y autora TERF en su libro Gyn/ecology: The Metaethics of Radical Feminism (Gin/ecología: la metaética del feminismo radical), pp. 70-71

NOTA: siguiendo la misma línea que esos grupos que se autodenominan cristianos, como WBC, la Iglesia Baptista de Westboro (Texas), las TERF siempre intentan extender su transfobia haciéndola pasar por feminismo.

Cómo es el feminismo:

No confundáis mis palabras: creo que las personas transgénero, incluyendo a aquellas que han efectuado su transición, están viviendo unas vidas reales y auténticas. Debemos admirar esas vidas, no ponerlas bajo lupa. Sus decisiones médicas deben pertenecer única y exclusivamente a ellas. Lo que escribí hace décadas no es reflejo de lo que hoy conocemos, ya que paulatinamente abandonamos las categorías binarias de «masculino» y «femenino» y comenzamos a vivir a lo largo del amplio espectro humano de identidad y expresión.

– Gloria Steinem, activista e icono feminista.

La transfobia dentro del movimiento feminista no es un fenónomeno nuevo y sigue promoviéndose por parte de feministas radicales como Sheila Jeffreys, Germaine Greer y Julie Bindel, que tachan de patológico el transgenerismo mediante múltiples argumentos. Lo describen de diferentes maneras: desde una práctica sexual muy bizarra a una enfermedad mental, equiparándolo con el trastorno dismórfico corporal. En algunas ocasiones, critican con tintes paternalistas, como cuando argumentan que las personas transgénero son víctimas de explotación por parte de la industria médica, que pretende exprimirles para sacarles el dinero mediante intervenciones quirúrgicas y hormonales. El libro Transexual Empire, The Making of the She-Male (Imperio Transexual: la elaboración del travelo), de Janice Raymond, publicado en 1994, describe a las personas transexuales como una invención médica creada con el único objetivo del obtener beneficio económico. Otra crítica es la que afirma que las personas transgénero refuerzan los roles de género y de expresión. Por ejemplo, Germaine Greer se refirió una vez a una mujer trans como «una parodia abominable de una mujer» con «demasiada sombra de ojos». Algunas veces, los ataques a las personas transgénero alcanzan niveles conspirativos; hay quien las considera un fenómeno creado por [cis]hombres para conseguir colarse en espacios no mixtos. Las feministas radicales Lierre Keith y Derrick Jensen han incorporado la transfobia al movimiento ecológico anticivilización del grupo Deep Green Resistance, (DGR), un grupo que insistió a Julie Labrouste, de Radical Women, para que se incorporara al movimiento hasta que mencionó que era una mujer trans, tras lo cual fue expulsada.

– Radical Women: organización feminista de segunda ola, inaugurada en 1967

NOTA: de la misma manera que los grupos en contra de los derechos de los homosexuales, las TERF, en muchas ocasiones, afirman que todo lo que hacen es por amor a su comunidad, no por odio a las personas trans.

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Posición TERF en acceso a cuidados médicos de personas trans.

En los años ochenta, las TERF tuvieron éxito en poner fin al acceso a cuidados médicos de personas trans. Una funcionaria TERF escribió un informe al mismo gobierno que llevó a la revocación del acceso a cuidados médicos de personas trans financiados por programas gubernamentales. Poco más tarde, las aseguradoras privadas hicieron lo mismo.

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Posición TERF en igualdad trans.

Hace décadas, unas TERF solicitaron al Gobierno de los Estados Unidos que legislara en contra de la personalidad física de las personas trans y aun siguen oponiéndose a las medidas de igualdad para gente trans, llegando hasta tal punto de haber solicitado a las Naciones Unidas que eliminaran la protección a personas trans de todo el planeta.

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Posición TERF en acceso de las personas trans a los servicios vestuarios públicos.

De manera muy parecida a la de sus homólogas de extrema derecha, las TERF no apoyan el acceso de las personas trans a los servicios públicos y vestuarios; de hecho, en 1973, fue la comunidad TERF fue la primera que usó esto como arma política.

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Posición TERF en autonomía de género.

De manera muy parecida a la de sus homólogas extremistas, las TERF, por lo general, no reconocen el estatus de las personas trans una vez estas han efectuado su transición e insisten, por el contrario, en que las personas trans continúan perteneciendo al género que se les asignó al nacer.

Un movimiento mezquino.

El objetivo no cambia: la exclusión de las personas trans; ya sea desde que en 1973 se instrumentalizara como arma política la necesidad de las personas trans para el uso de servicios o vestuarios públicos o desde que en 2011 se solicitara a la Organización de Naciones Unidas la revocación de la protección a las personas trans de la comunidad trans mundial.

El movimiento TERF, mediante su insistencia en atacar el acceso a cuidados médicos de personas trans y presionar al gobierno de los Estados Unidos para establecer un programa de terapia rehabilitadora forzosa para personas trans, es el responsable de infligir el mayor sufrimiento a la comunidad trans, mucho más que cualquier otro movimiento semejante en la historia de los Estados Unidos, aunque históricamente se le haya considerado ridículo e irrelevante.El movimiento TERF es particularmente eficaz en sus campañas contra personas trans y contra la igualdad trans ya que revisten todas sus acciones de un halo de crítica de género político/feminista/lésbico/radical/promujeres y, de tal manera, son bienvenidas en espacios que rechazarían el mismo tipo de retórica de organizaciones reaccionarias. Las TERF suelen disfrutar de aceptación en ambientes progresistas, como el mundo académico u organizaciones de izquierdas.

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De cómo me colé en una reunión de MRAs.

Del original de Kane Daniel en ViceI Infilitrated a Men’s Rights Group.

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Yo, como mucha gente de mi entorno, me indigno con la propia idea del activismo pro derechos de los hombres. Hablamos de un grupo a medias organizado de tíos que creen que el malvado fantasma del feminismo se ha infiltrado en nuestro tejido sociocultural y en los medios de comunicación; de un grupo de illuminatis en la sombra que han convertido a los hombres en una mayoría oprimida. ¿Tenéis en vuestra pandilla a ese colega con ideas particulares sobre los judíos? Bueno, pues cambiad al pueblo elegido por mujeres y empezaréis a saber por dónde voy.

Nos sacan de quicio, sí, a quién no le sacarían de sus casillas un grupo de bebés lloricas berreando sobre cómo esas pérfidas feministas les roban sus derechos y comportándose como si el fantasma del feminismo radical pasado se les fuera a colar en casa mientras duermen plácidamente sus sábanas de The Matrix Reloaded para mágicamente castrarles mientras sueñan con la cara chafada de un tipo bajo una bota Martens.

La respuesta del feminismo a esto no ha sido tibia. Lógico; como en cualquier ámbito, silencio y radicalidad no son compatibles. Theodore Roosevelt llegó a decir en una ocasión que «todo movimiento reformista tiene algún fleco rebelde». Lo que parece es que ahora internet parece haberse dividió en dos flecos en disputa; en un lado los MRAs y en otro, las feministas radicales, una dicotomía de la que es cómplice la prensa (pasar de la gente no te da clicks). Me pareció que había mucho ruido en todo esto, y que lo único que podía llegar a escuchar eran berridos, así que me planteé cómo sería eso de compartir cuatro paredes con algunos MRAs. Es decir, saber si tienen vida más allá de la avalancha de entradas de blog y vídeos de Youtube.

Me topé con un hilo escrito por un grupo de ellos de Sydney dentro de foro MRA más importante de internet, A Voice for Men, en el que avisaban de una quedada en Melbourne, una quedada para quedar en un bar o similar, comer y tomar algo para conocernos un poco y discutir la posibilidad de montar una célula MRA en Melbourne. Me inventé un nombre y usé una cuenta no personal para contactarles y me presenté como un visitante de foros con curiosidad por el movimiento.

Pierden totalmente el culo con el tema de la identificación, quieren pasar totalmente inadvertidos (me he ahorrado dar detalles intentando empatizar con este deseo). No publicaron en el foro ni el lugar ni la hora de la quedada y se pidió a los que fueran a acudir que vistieran con ropa de calle normal, no con camisetas con referencias MRA o cualquier cosa que pudieran identificarles como MRA. Como era el primer encuentro físico para mucha de esa gente, se usó un cubo de Rubik como referencia en una de las mesas del bar, supongo que como guiño a los abanderados de la racionalidad y la lógica que dicen proclamarse.

Durante el rato que estuve allí (no pude quedarme hasta que terminó), la quedada se dividió en tres partes diferenciadas. La primera fue la clásica charla ligera de cuando te encuentras con gente de muchos sitios por primera vez,  un tipo particular de gente acostumbrada a perseguir hilos conversacionales por internet. Muchísimos seguramente me conocerás por mi nick y mucho tanteo. Por ejemplo, salió a colación mi forma de hablar, geográficamente inubicable; fue agradable, de alguna manera. Estaba casi convencido de que me encontraba con gente que actuaba en base a un tipo de reglas rollo Dragones y Mazmorras que les resultaban apasionantes, y que su excitación se debía a estar todos juntitos entre gente afín.

Más tarde la cosa empezó a parecerse más a una reunión de Alcohólicos Anónimos como esas que se ven en las pelis americanas. La gente se colocó en círculo para presentarse, para comentar cómo llegaron al movimiento y el lugar que ocupaban en él, y aquí es cuando la cosa se puso turbia. No me quedó ninguna duda de que la gran mayoría de estos tipos tenía una profunda tortura interior: surgieron historias sobre madres esquizofrénicas, esposas agresivas y separación de su prole. Su punto de vista para gestionar estos traumas quedaba en evidencia: es mucho más sencillo despotricar contra aquellas instituciones que creen que persiguen y castigan su sagrada masculinidad que enfrentarse a la idea de que han sido víctimas de injusticia —una injusticia, ojo, que de ser tal, sería fruto de la caprichosa casualidad o de algún error individual, nunca de un sistema establecido a gran escala. Yo, el último en hablar, me tiré el rollo con lo de que el feminismo se había pasado de la raya y que había ido para aprender, algo que pareció bastarles.

Después de esto, empezó la parte más organizativa, con los tipos sintiéndose como estudiantes de primer curso de universidad cuando se reúnen para decidir acciones políticas prácticas. Empezó la charlita política grandilocuente sobre lo imposible de llevarlas a cabo a través del Partido Laborista (infestado de feministas, cuidao) o la poca cantidad de gente, muy organizada, eso sí, que se necesita para influenciar o designar a algún simpatizante que tenga acceso al gobierno. Empezaron a comparar el feminismo con el comunismo y, aunque solo hacían referencia a la parte más radical y ruidosa del movimiento, ni siquiera lo condenaban. Más que eso, lo que hacían era discutir como redirigir sus energías para conseguir sus objetivos. La declaración de intenciones se resumía en los siguientes puntos: luchamos por recuperar la igualdad perdida, nuestro objetivo global es la custodia compartida y queremos hacer saber que la violencia sexual de la que son víctimas los hombres existe. Se comentó cómo intentar repetir el éxito (ya depende de cómo definamos éxito) de la Asociación por la Igualdad de Canadá (Canadian Association for Equality, CAFÉ) en Australia. Hubo un intento fallido de skypeo con una personalidad MRA a través de un portátil monstruosamente grande. En general, fue una charla divagante, un debate sin objetivo definido que me resultaba difícil seguir por la ansiedad que me provocaba la pantomima que estaba llevando a cabo.

Tras toda esta confusión, recuerdo con claridad a uno de los comparecientes, que se acercó a mí cuando salieron a colación las fedoras. Sabiendo que era novato en estas cuestiones, me preguntó si me había sorprendido no haberme tropezado por ninguna parte con ese sombrero que se ha convertido en símbolo se frustración sexual para esos tipos-majos-que-siempre-son-los-que-más-duran-follando. Digamos que es considerar el feminismo una afrenta personal a tu caballerosidad hecha boina, o un #notallmen en forma de pedazo de fieltro a dos centímetros de tu coletita.  «¿Ves? No nos parecemos en nada a eso», dijo, o algo parecido, la verdad es que no me acuerdo, con la salvedad de que alrededor de la mesa donde estábamos sentados eran exactamente idénticos a como me los imaginaba. La autoimagen personal de cada uno tiene sus límites, supongo.

Al final, puse una excusa para largarme; estreché unas pocas manos, apunté una dirección email y le prometí a la gente que contactaríamos por el foro. Cuando salí, me encontraba catatónico. Mis opiniones no habían cambiado ni un ápice, pero me sentía preocupado por lo fácilmente que la retórica antifeminista había salido de mi boca, por lo sencillo que era zambullirse en una corriente de odio – incluso si es una corriente de la que quieres salir lo antes posible, por cómo la inercia de la aceptación social hace que toda opinión suene veraz, por lo cómodo que resultaba oír cualquier artimaña, por lo sencillo que es poner cara de pena y escucharle los dramas a alguien, por lo fácil que era que te surgieran punzaditas de empatía, algo que me hace pensar que estos tipos no necesitan un movimiento, necesitan necesitan un grupo de apoyo.

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Asexualidad: la vida sin atracción sexual

Del original anónimo en Everyday Feminism, Asexuality: Life Without Sexual Attraction.

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Publicado originalmente en Feminspire y compartido aquí con su permiso.

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Durante mi etapa de instituto, no me resultaba un gran problema mantener conversaciones sobre sexo. No era algo que hubieran practicado la mayoría de mis amigas más cercanas, así que apenas salía a colación. Además, tenía una experiencia al respecto lo suficientemente competente como para inmiscuirme en cualquier conversación referente o para formar parte de cualquier corrillo que jugara al yo nunca, llegado el caso.

Sin embargo, cuando llegué a la universidad, parecía que todas las charlas de presentación eran un interrogatorio sobre a quién te habías tirado o cómo y así un largo etcétera. No era que no tuviera historias con las que contribuir, lo que me pasó es que en algún momento de ese lapso de tiempo que transcurrió entre el fin del instituto y el comienzo de esas charlas con mis nuevas compañeras de colegio mayor, me di cuenta de algo muy personal: no sentía atracción sexual por nadie.

No miraba a la gente y fantaseaba sobre cómo me la follaría y ni siquiera es un factor que tenga en cuenta en mis relaciones o mis citas  (si exceptuamos ese leve pánico a las expectativas sexuales que cargan sobre mis espaldas).

Me siento comodísima en debates sobre orientaciones y experiencias sexuales, desde el tibio sexo hetero hasta el más bizarro, quinqui y salvaje que te puedas imaginar; creo que es importante permitir que la gente se alce como portavoz de sus propios designios y acciones.

No obstante, seamos cuidadosas, no nos dejemos llevar por la excitación y pongamos en un apuro a aquellas personas como nosotras que tienen poco o nulo interés en el sexo o en actividades sexuales de cualquier índole.

No  existen muchos trabajos de investigación sobre asexualidad actualmente, pero uno de ellos, muy comúnmente citado, es el del Journal of Sex Research, del año 2004, que declara que el 1% de la población mundial es asexual. Sin duda, un número muy inferior al real, teniendo en cuenta la gente que no se declara como tal por miles de razones.

Una persona asexual es aquella que no experimenta atracción sexual alguna.

Esto no quiere decir que no puedan experimentar excitación, atracción afectiva o estética, o que no deseen intimidad en sus relaciones. Incluso puedes masturbarte y tener encuentros sexuales y seguir siendo asexual.

La sexualidad conforma un espectro en la cual la asexualidad se encuentra en uno de los extremos; sin embargo, alguien que se identifica como asexual es también un individuo, independiente y con particularidades.

También puedes ser asexual y heteroafectiva, y asexual y homoafectiva, o incluso asexual y anafectiva, o cualquier cosa entre medias.

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El espectro asexual también incluye a  personas demisexuales, aquellas que solo experimentan atracción sexual tras haber establecido un sólido vínculo emocional y a personas grisexuales, aquellas que en muy raras ocasiones experimentan atracción sexual.

La asexualidad se diferencia notoriamente del celibato o de la abstención de actividades sexuales porque existe una diferencia intrínseca  entre conducta y atracción. Y, aun con esto, hay personas asexuales que se involucran en prácticas sexuales por múltiples razones.

En la sociedad hipersexualizada en la que vivimos, las personas asexuales tienen que enfrentarse a miles de situaciones de discriminación y juicio, no solo ante personas heterosexuales, sino ante todas las que conforman el espectro de género y orientación.

Los cuerpos leídos como masculino que se identifican como asexuales, por ejemplo, no suelen involucrarse en las típicas conversaciones de vestuario en las que muchas de nosotras nos jactamos de nuestras conquistas sexuales ni chismorrean sobre la gente atractiva de su entorno ni sobre todo lo que les gustaría hacerles.

Los cuerpos leídos como femenino e identificados como asexuales, por otra parte, sufren la acusación constante de mojigatería o de hacerse las difíciles.

Todas las personas asexuales pueden sufrir ostracismo, especialmente de adolescentes, cuando la mayoría de nuestras conversaciones están monopolizadas por el sexo o las relaciones, cuando esas personas se ven incapaces de asociar o entender por qué el sexo es un tema tan solicitado.

Suelen ser diana de comentarios como el de estar perdiéndose todo ese gran mundo del sexo, o el tan manido ya encontrarás a la persona adecuada.

Hace poco que me identifico como asexual y coincido con la mayor parte de su definición, pero sí hubo un momento a lo largo de mi vida en el que pasaba, de pleno derecho, por una persona sexualmente activa. El caso es que no me gustaba ni se me antojaba, ni tampoco veía a gente y me sentía vincluada a ella de manera sexual.

Para mí, el sexo era una manera de obtener la intimidad de una relación con alguien pero, desafortunadamente, no me funcionó. La gente no compartía mi visión, así que pensé que igual algo me ocurría al no compartir ese deseo.

Durante mucho tiempo, incluso descarté aplicar para mí cualquier tipo de orientación sexual, ya que ninguna me definía como es debido. Tampoco creía que hubiera otra gente como yo, que no concibiera las relaciones desde una óptica sexual.

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Lo que acabó por ocurrirme es que me vi envuelta en multitud de relaciones tóxicas porque consideraba que sexo era lo que se esperaba de mí y lo que tenía quedar en una relación.

Tener constancia de la asexualidad ha sido para mí un paso importantísimo a la hora de firmar la paz con todas esas experiencias sexuales no deseadas.

Para muchas personas asexuales, el ser capaces de decir simplemente que lo son es una parte importantísima dentro de la construcción de su identidad y una forma de salir del armario. Es algo perfectamente equiparable a la situación de las personas que no se identifican como heterosexuales.

No pretendo hablar por las personas asexuales en general ni por ninguna en particular, tengo perfecta constancia que el espectro asexual es igual de amplio que el alosexual (activosexual). La Red por el Reconocimiento y la Visibilidad Asexual, AVEN en sus siglas en inglés, contiene recursos informativos muy detallados y un foro de consulta y debate por internet. También hay gran cantidad de muy buena información sobre relaciones con personas asexuales (¡también hay unos consejos muy buenos para practicar sexo 100% consentido entre personas alosexuales!).

Lo mejor que podemos hacer es mantenernos informadas, tanto de nuestras propias orientaciones como de las ajenas, y tener siempre en cuenta la posibilidad de que hay personas a nuestro alrededor que pueden no compartir nuestra visión del sexo.

Incluso entre personas alosexuales existen un amplio abanico de situaciones e individuos que les estimulan o deprimen sexualmente. ¿Por qué parece tan rupturista que algunas de nosotras no pertenezcamos a ninguna opción de este surtido tan difuso?

Muchas veces parece que cada vez que nos distraemos un momento, aparece una nueva orientación que debemos empezar a tener en cuenta.

Es muy importante que tengamos en cuenta que no solo no hay nada malo en tener sexo, en evitarlo, en tenerlo con una persona, muchas o personas de distinto género, tampoco hay nada malo en simplemente no tenerlo o no querer tenerlo.

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Mitos y realidades sobre las mujeres musulmanas

Del original de Ruby Hamad en Daily Life The most common myths about muslim women and why they are wrongtraducido por Tina Mita ❤ y corregido por Demonio Blanco.

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La percepción occidental de las mujeres musulmanas es a menudo contradictoria. A pesar de que se las compadece por considerarlas víctimas de opresión, las mujeres musulmanas  también tienen que soportar el resentimiento contra lo islámico. La semana pasada, dos mujeres australianas y musulmanas, Randa Abdel-Fattah y Anne Azza-Aly, en el programa de debate Q&A del medio ABC de Australia  destruyeron muy atinadamente muchos de los mitos y visiones distorsionadas que contaminan el ámbito del Islam y del terrorismo. Como respuesta a la creciente tensión tras las «redadas del terror» en el país, pedí ayuda a Randa,  abogada que se encuentra actualmente trabajando en su doctorado, y de Anne,  investigadora especializada en lucha antiterrorista, con el fin de desmantelar algunos de los mitos más comunes relativos a las mujeres musulmanas.

Mito: Las mujeres musulmanas están oprimidas

El supuesto que todas las mujeres musulmanas se encuentran oprimidas tiene su origen, principalmente, en los requerimientos islámicos de vestimenta (hijab). Mientras que el Corán exige tanto a hombres como a mujeres vestir «modestamente», en la práctica es principalmente la indumentaria femenina la que está sometida a escrutinio, y sus múltiples denominaciones dan lugar a interpretaciones encontradas con respecto a su propio significado. Mientras que las mujeres pertenecientes a la pequeña secta alauita abandonaron todos los tipos de hijab ya en los años sesenta, en el Islam suní (dentro del cual se encuentra el Salafismo, el más estricto en su interpretación), se inauguró una tendencia hacia una vestimenta más conservadora, por la cual cada vez más mujeres comenzaron a cubrirse la cara y el pelo.

Por supuesto, cualquier mujer que es forzada, ya sea por el Estado o por su propia familia, a llevar  burqa o cualquier tipo de pañuelo en la cabeza, está siendo víctima de opresión. No obstante, muchas mujeres musulmanas eligen llevar velo por voluntad propia, y que esta elección sea solo potestad de mujeres nos lleva a  cuestionar legítimamente si tal elección puede ser realmente libre. Sin embargo, Randa advierte que «todas estamos sujetas a la influencia de ciertas normas y expectativas sobre maneras de vestir, de comportamiento, de expresión… Creo que muy pocas decisiones son realmente «libres», ya sea a la hora de llevar el hijab o no, tanto si somos religiosas como si no.»

En otras palabras, todas nuestras decisiones se encuentran coaccionadas por la sociedad patriarcal en la que vivimos. La impresión de que todas las mujeres musulmanas se encuentran subyugadas está vinculada a la errónea convicción de que la liberación de las mujeres en occidente ya se ha conseguido. Sin embargo, la idea de que los cuerpos femeninos existen básicamente para ser objetos sexuales está  afianzada tanto en Occidente como en las sociedades musulmanas, ya que a las musulmanas se las empuja a ocultar su sexualidad mientras que a las occidentales se las anima a explotarla.

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La abolición de estos sistemas de opresión no pasa por algo  tan sencillo como prohibir un tipo determinado de vestuario. Así como las mujeres occidentales se hicieron ellas mismas con las riendas de su propia liberación,  otro tanto deben hacer las mujeres musulmanas que se sientan constreñidas por su cultura. Anne defiende que una de las maneras por las que las musulmanas pueden ejercer su descontento puede ser «abriendo un debate sobre el niqab (burqa) al margen de cuestiones de derechos y apariencias y llevado al terreno del simbolismo político y de las interpretaciones religiosas». Irónicamente, cuanto más se obsesiona Occidente con el burqa y más intenta dictar cómo deberían vestirse las musulmanas, más musulmanas son excluidas del debate.

Mito: Las mujeres musulmanas o son analfabetas o lo parecen.

Las personas que pudieron presenciar el programa de las semana pasada habrán podido comprobar como Randa y Anne son un ejemplo de cuán erróneo es este mito, sin embargo, la propia hostilidad en algunas naciones musulmanas hacia la educación de mujeres alienta la percepción de que el propio Islam desaprueba la educación femenina.

«Es ridículo que en la mayoría de países musulmanes hayan olvidado u optado por ignorar la rica historia de jurisprudencia islámica, que han protagonizado  un montón de maravillosas mujeres musulmanas», dice Randa, «Existe una enorme brecha entre la doctrina Islámica, nuestra historia y lo que actualmente percibimos».

Un hecho verídico es que la primera universidad del mundo la fundó una mujer musulmana en el siglo IX, y hoy en día las mujeres musulmanas trabajan sin descanso para asegurarse acceso a la educación. Una de ellas es Malala Yousafzai, pero también hay otras,  como Sakeena Yacoobi, fundadora del Instituto Afgano de Enseñanza, que empezó educando a niñas en la clandestinidad durante el gobierno talibán en ese país en los años noventa.

La triste verdad es que existen fundamentalistas misóginos que niegan la educación tanto a mujeres como a algunos hombres simplemente porque eso facilita su opresión. Sin embargo, la doctrina islámica no solo condena este hecho, sino que se opone sistemáticamente al mismo: las primeras palabras del Corán rezan «Lee. Lee en el nombre del Señor.»

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Mito: Las mujeres musulmanas constituyen un riesgo para la seguridad nacional.

En Australia, cuando el senador del Partido Liberal Australiano, de centro derecha, Cory Bernardi se apoyó en los recientes «terror raids» (redadas del terror) para, de nuevo, pedir la prohibición del burqa, la senadora Jacqui Lambie, del partido PUP  (Palmer United Party, denominado así por su fundador, el magnate de la minería Clive Palmer),  conservador, no dudó en unirse rápidamente a la propuesta, coincidiendo ambos en que el velo representa un riesgo para la seguridad del país.

Anne nos dice que mientras en algunos países árabes se ha prohibido el burqa por razones de seguridad, en Australia «no se han registrado incidencias que justifiquen ese nivel de preocupación». Es más, «existen fatwas (decretos religiosos) que dictaminan que el niqab (burqa) debe ser eliminado en circunstancias que requieran identificación con fines médicos o de seguridad. Así que ya existe una  manera de mitigar los riesgos que puede provocar el uso de indumentaria que cubre el rostro respetando a la vez sentimientos religiosos».

El punto al que quiero llegar es que no hay razón para responsabilizar a mujeres de actos terroristas perpetrados principalmente por hombres. «No hay pruebas de la relación entre el terrorismo y el niqab,» dice Anne, «realmente no existe ese problema.»

Mito: Las mujeres musulmanas se encuentran un escalón por debajo de los hombres.

Crecí en una casa donde de costumbres alauitas, donde mis hermanos recibían un trato preferente. Sin embargo, también recuerdo las razones (o excusas) dadas por mis padres tenían más relación con el estatus o la reputación que con la religión, y ahí surgía la clásica comidilla: «¡Pero no podemos dejarte salir! ¿Qué dirá la gente?!»

La línea que separa cultura y religión es muy estrecha. Mi amiga Sofía, profesora universitaria, dice que la religión es cultura, y que analizar ambas como fenómenos separados no esclarece nada. Las sociedades humanas moldean y modifican la religión según sus peculiaridades y prácticas (lo cual es, efectivamente, lo que observamos en grupos terroristas modernos).

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Esto no modifica el hecho de que el trato detestable hacia las mujeres en muchas sociedades musulmanas no concuerda ni con la historia del Islam ni con la palabra del Corán. Mientras que mi visión del Islam parte desde una visión más secular que espiritual, para Randa cada día representa «una constante lucha para conciliar mi profunda convicción y devoción por la fe Islámica y las enfermizas noticias de abusos a mujeres en nombre de mi fe».

No obstante, añade, «no creo ni por un momento que la opresión y brutalidad dirigida contra mujeres parta de sinceras creencias religiosas. La opresión de la mujer es esencialmente una cuestión de ansia de poder y dominación sobre las mujeres, y puede manifestarse desde un ataque a niñas que buscan educación en Afganistán o el trato de segunda a las mujeres en Arabia Saudí».

A pesar de todas sus diferencias, las bases de las sociedades musulmanas y las sociedades occidentales son fundamentalmente las mismas, ya que las dos se han construido bajo el precario pilar patriarcal. Por mucho que nos guste culpar a la religión de todos los males del mundo, la verdad es que mucho de lo que consideramos represión religiosa es en realidad misoginia cultural.

Con respecto a esto último, os dejo con la palabra de Randa, quien hace un llamamiento por «una especie de cirugía radical en los países musulmanes con el fin de eliminar la fístula putrefacta y enfermiza del patriarcado, que amenaza con definir a la mitad de la población como órganos sexuales andantes… Esto conllevaría la promoción de argumentos teológicos fundamentados que empoderasen a las mujeres para así conseguir tomar decisiones dignas basándose en su propia tradición religiosa.»

Amén.

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Los hombres gordos son una cuestión feminista.

Del original de Virgie Tovar en Everyday Feminism, Fat men are a feminist issue.

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Muy a menudo se me ha preguntado por mi opinión política en relación a la gordura en hombres.

Lo cierto es que he dudado durante largo tiempo pronunciarme al respecto –muy a pesar de la importancia que reviste el asunto– principalmente por dos razones:

  1. Mi entorno y experiencia se centran en el estudio y defensa de los cuerpos leídos como mujer, y
  2. No he dedicado el suficiente tiempo a desarrollar mis opiniones relativas a cómo afecta la gordofobia en hombres, partiendo de la base de que esta fobia se encuentra especialmente determinada por el género.

La gordofobia, en muchas de sus formas, fomenta el odio contra las mujeres y normativiza nuestros cuerpos. Sin embargo, hace poco que me he dado cuenta de que, a veces, en la gordofobia infligida contra los cuerpos leídos como hombres también existe misoginia.

Mientras me documentaba para elaborar este artículo, descubrí que a los hombres gordos se les lee como femeninos. Normalmente, se considera que los hombres gordos son de moral disoluta y de disciplina despendolada, algo que históricamente se ha adscrito a las mujeres y la femineidad. También me topé con algunas discusiones que señalaban que la gordofobia masculina tiene su origen en la preocupación por la progresiva feminización de los hombres.

De esta manera, creo firmemente que algunos elementos (o puede que la mayoría) de los que provocan la gordofobia sufrida por los cuerpos leídos como  hombre son el sexismo y el odio intrínseco hacia lo femenino en nuestra cultura, no el odio per se hacia las personas gordas.

Tras haber revisado imágenes y artículos relacionadas con este asunto en la red, tres puntos me llamaron la atención.

  1. Feminización química.

Incluso el célebre personaje televisivo en Estados Unidos Dr. Oz ha manifestado su malestar respecto al aumento de peso en hombres, que, según él, puede dar lugar a «aumento de la conversión de testosterona en estrógenos».

En este artículo de la periodista y escritora Judy Mandelbaum en la revista Salon, cuyo título rezaba Según investigadores del sexo, el «tamaño» importa, al que le añadía la siguiente ocurrencia: «recientes estudios demuestran que los hombres gordos duran más en la cama. ¿Deberíamos de estar de celebración en los Estados Unidos? El cuerpo del texto incluía el siguiente fragmento (énfasis personal):

«Los hombres con sobrepeso mostraban altos niveles de estradiol, la hormona sexual femenina. Este elemento afectaba aparentemente a los neurotransmisores masculinos naturales y ralentizaba su llegada al orgasmo. Irónicamente, cuando más se reducía su apariencia masculina, en mejores amantes se convertían».

Es difícil patinar más y mejor.

En primer lugar, sé  que existe la creencia popular de que las hormonas sexuales de cada género determinan un un comportamiento característico, siendo agresivo en hombres y sumiso en mujeres. También se les adjudica efecto en la duración del coito.

Pertenezco a esa minoría de catedráticas que defienden que esta especie de determinismo hormonal no solo plantea problemas, sino que es totalmente falso.

Mendelbaum traza vínculos potencialmente engañosos entre la ampliación de la duración del coito y la mayor presencia de estrógenos en hombres gordos, cuando es harto difícil establecer tal conexión. Fijaos también en la palabra aparentemente en el extracto, sin ningún tipo de valor explicativo, sea el que sea. Aunque los hechos se encuentren correlacionados, esto no significa que les una ninguna relación de causalidad.

Hay infinidad de factores que posiblemente sí tengan influencia en estos descubrimientos. Uno de ellos, el primero que se me ocurre, puede ser una mayor timidez en hombres gordos, que puede afectar al tiempo que necesitan para alcanzar el orgasmo.

Las personas gordas hemos aprendido que nuestros cuerpos no solo no son atractivos, sino que directamente están MAL. Esto me ha llevado a darme cuenta de que tanto la timidez como la inseguridad son factores importantes que intervienen en la consecución del orgasmo durante el sexo.

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Como mujer gorda, tengo más células adiposas, las mismas que almacenan hormonas, y, por ello, seguramente tendré más estrógenos y testosterona en mi cuerpo que una mujer delgada.

No creo que un mayor nivel de hormonas en mi cuerpo afecte a mi capacidad de llegar al orgasmo tanto como lo hace mi conciencia personal de persona gorda.

Cuando me encuentro con parejas sexuales que me hacen sentir emocionalmente segura, no tengo ningún problema en conseguir orgasmos increíbles en cortos periodos de tiempo. Aunque no puedo anunciar que es lo mismo que les ocurre a los hombres que se sometieron al estudio que he mencionado antes, sí puedo afirmar que este factor puede generar socava sus postulados.

En segundo lugar, y probablemente el más importante, la autora está haciendo uso de un supuesto argumento científico para proponer que los hombres gordos, tanto física como químicamente, guardan parecido con las mujeres.

La noción de que las partes del cuerpo de los hombres tienen una apariencia menos masculina cuanto mayor sea su volumen no es ciencia (ni siquiera hormonación), son los prejuicios  gordófobos de la propia autora. Sin embargo, lo importante de esto último es que vincule la expresión de género y la gordura.

Sus declaraciones ponen en entredicho el género y la virilidad de los hombres gordos, haciendo uso de una herramienta basada en la noción cultural que defiende que un hombre leído como femenino es motivo de vergüenza.

  1. Gordura castradora

En busca de imágenes y artículos relativos a hombres gordos, di con un meme muy popular asociado a hombres gordos. Lo llamé el meme de gordura castradora.

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Representa literalmente la idea de que los hombres gordos no pueden dar con su pene (un nivel de condescendencia típica y exclusivamente reservado a las mujeres, no se nos olvide), que llevan años sin verlo y otras formas de castración metafórica.

Permitidme hablaros de las dos partes de este meme que me parecieron especialmente sexistas:

En primer lugar, la noción de que los hombres gordos están incapacitados para encontrarse el pene, cuanto menos, infantiliza.

Como he mencionado anteriormente, por lo general, estos niveles de condescendencia están reservados solo a mujeres, cuya construcción cultural les adjudica puerilidad y una menor inteligencia en comparación con los hombres.

Este meme  me trajo a la mente aquellas veces que los hombres me hablan de una manera infantil cuando creen que no he entendido algo que ellos creen obvio; es más, lo considero una prueba de que los cuerpos de los hombres gordos están construidos como femeninos: tal condescendencia muestra un tipo de comunicación normalmente unidireccional, de hombres a mujeres.

Segundo, este pene desaparecido representa la clásica preocupación cultural por la diferenciación sexual.

Este meme parece insinuar que a los hombres gordos no se les puede clasificar como hombres porque su volumen afecta a la visibilidad de su pene. Ya que los penes se leen como sinónimo de masculinidad, una cantidad de grasa tal que altere la visibilidad del pene le genera problemas al binarismo de género y, por tanto, a la heterosexualidad obligatoria.

Considero importante incluir que la grasa, como otros elementos, altera la forma de los genitales, cosa que es totalmente normal, por otra parte.

Estamos bombardeados por la idea de la uniformidad genital que nos transmite el porno, esa fuente sobre la cual muchas personas basan su aprendizaje sexual, pero lo cierto es que lo que hay por ahí es una variedad de genitales muy abundante, además de real.

Uno de los grandes descubrimientos de mi adultez fue el entorno de mi oronda vulva, porque sí, las mujeres gordas también tenemos vulvas gordas.

Mis labios mayores poseen un tamaño mayor que los de las mujeres delgadas, así que mi clítoris está profundamente acurrucado entre mis rechonchos labios y gracias a mi hermoso vientre, la entrada a mi conducto vaginal está un poquito más por debajo que el de los cuerpos delgados, porque los cuerpos varían.

Todos estos elementos se adaptan perfectamente al acto sexual y no modifican la identidad de género, la orientación o el encanto de las personas.

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  1. El desarrollo de las tetas de hombre.

Otra fuente de preocupación en lo relativo a hombres gordos es el desarrollo de los pechos, también conocidos con el vergonzante nombre de tetas de hombre o moobs en inglés (mezcla de los términos man (hombre) y boobs (tetas, pechos).

Este fenómeno suele leerse como repugnante (¡gracias, UrbanDictionary!) e Internet está lleno de recomendaciones para su tratamiento, tanto quirúrgicas como de otros tipos.

En un artículo para la revista Men’s Health sobre el destierro de las tetas de hombre, el autor se explaya con lo siguiente: es probable que te gusten los pechos prominentes siempre que no seas tú el que los lleva puestos.

Como en el anteriormente mencionado meme del pene desaparecido, se establece aquí un vínculo entre la heterosexualidad obligatoria y el tamaño del cuerpo, ya que, subliminalmente, se determinan las fronteras de la sexualidad insisitiendo en que solo las mujeres deben tener pechos.

Como hombre, debes sentirte atraído hacia ellas, y si eres el que las lleva, entonces estás haciendo tambalear la heteronormatividad porque desdibujas esa división socialmente determinada entre los cuerpos leídos como hombres y los leídos como mujer.

He aquí la verdad: todo ser humano tienen pechos. Y los Estados Unidos poseen una cultura especialmente obsesionada con los mismos. Creo que, en relación a esto, hay un nexo de unión entre la obsesión por la despersonalización y la sexualización de los cuerpos leídos como mujer y las preocupaciones sociales que generan los cuerpos gordos leídos como hombre.

Se supone que solo los hombres son los que despersonalizan nuestros cuerpos; nuestros pechos, específicamente. Cuando los pechos masculinos superan el límite que se establece de manera arbitraria, comienza a haber problemas, ya que la lectura de lo masculino comienza a confundirse.

Más que eso, el poder que en teoría ostentan los hombres se sustenta, en parte, en el concepto de la superioridad física de sus cuerpos, porque los cuerpos gordos, género aparte, están construidos como físicamente incapaces, convirtiendo a los hombres gordos en una amenaza a la dominación masculina.

Conclusiones.

Seamos claras: no apoyo ninguna de las descripciones de los hombres gordos que he mencionado anteriormente. Quiero también aclarar que no he llegado a todas las razones por las cuales los hombres sufren gordofobia, ya que son muchísimas.

Sin embargo, creo firmemente que el sexismo ejerce uno de los papeles más importantes en las maneras en que se describe a los hombres gordos por Internet.

Esta preocupación porque  los hombres gordos se conviertan paulatinamente en cuerpos leídos como mujer o porque muestren características tradicionalmente adscritas a los mismos es, en mi opinión, el núcleo (o su mayor parte) de la gordofobia sufrida por los cuerpos leídos como hombre.

Y, por tanto, concibo que el enfoque de este asunto debe partir desde el feminismo. No solo eso, creo que merece que nos preguntemos, sin obviar el privilegio masculino, que los hombres gordos todavía ostentan, por las modos con los que se construyen culturalmente los cuerpos de los hombres gordos  y la manera que esto afecta a la lectura de los cuerpos leídos como mujer y al control de la disconformidad de género de cualquier tipo.

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Carta abierta a aquellos privilegiados que ejercen de abogados del diablo

Del original de Juliana en Feministing, An open letter to privileged people who play devil’s advocate.

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Sabes quién eres. Eres aquel tipo blanco de la clase de estudios étnicos que sopesa la idea de que la gente pobre solo tiene hijas para vivir de las prestaciones sociales. O esa persona que, entre copa y copa, argumenta la posibilidad de que muchas mujeres finjan haber sufrido violación como reclamo de atención. O, muy oportunamente, aquel que hace hincapié  en la idea de que Elliot Rodger es un loco, una excepción, no un producto del supremacismo blanco y de una sociedad misógina.

En la mayoría de ocasiones, no hay duda de que crees fervientemente y porque sí en los argumentos que defiendes. Sin embargo, sabes que son impopulares, sobre todo porque te hacen parecer egoísta y privilegiado, así que le echas la culpa al diablo. Lo que ocurre es que el diablo no necesita más abogados, ya goza de una gran cantidad de poder sin tu ayuda.

Igual, para ti, este debate es una forma de entretenerte, pero para mucha gente de esta sala, es con sus vidas con lo que te entretienes. La razón de que esto te parezca un juego es que es un asunto que no te afecta directamente; siendo un tipo, te resbala si la mayoría las víctimas de tiroteos en masa son mujeres que previamente habían rechazado al tirador. Aunque debería, ya que la misoginia también mata hombres. Si eres blanco, te da lo mismo si la gente no blanca está siendo investigada y perseguida únicamente por motivos étnicos. Puedes manipular conversaciones de  problemas reales porque, al final del día, tienes la potestad de largarte tranquilamente del desaguisado que has provocado. Seamos justas, hay muchos abogados del diablo privilegiados por ahí que sí se preocupan por aprender; conozco a gente que piensan con más claridad en alto, arrojándome ideas para ver cuál encaja con las de  esa «vecina feminista tan maja». Tanto tú como los tuyos preferís acercaros a un concepto desde múltiples ángulos antes de posicionaros. Nos pedís a aquellas que sabemos del tema que os lo expliquemos una y otra vez porque os resulta más sencillo considerarnos vagas, lloricas o mentirosas que ver que, en este mundo, lo mismo es que las cosas basculan más de vuestro lado.

Frustra tanto física como emocionalmente que se nos requiera continuamente que probemos la existencia de esos sistemas de dominación. Para la mayoría de nosotras, ya solo luchar contra ellos es bastante, ¿ahora queréis que los destripemos y analicemos para vosotros? Imagínate con un peso en los pies y una mordaza y que te pidan que expliques por qué consideras que vives en una situación injusta y de desventaja. Imagínate ver un vídeo en el que un joven promete que va a cargarse a todas aquellas mujeres que no han querido acostarse con él y que encima tengas que soportar que te lean como una histérica que ve misoginia por todas partes. Es terriblemente doloroso sentir que, para que tengas una mínima sensibilidad hacia mi seguridad, tenga que ganarte el pulso verbal que tú mismo has iniciado solo por diversión.

A aquellos abogados del diablo que tienen inquietud por aprender: mejor buscaos otros caminos para ello. Tened en consideración que vuestras amigas no reciben remuneración por desmenuzar y analizar aquellos conceptos que, a menudo, les retraen a experiencias traumáticas. Sed delicados con su tiempo y energía. Sed agradecidos, mostradlo; escuchad cuidadosamente y reflexivamente cuando estas personas hagan el esfuerzo de compartir estas experiencias con vosotros.

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Algunos protestaréis porque consideraréis que estoy guardando para mí ideas nuevas y bloqueando oportunidades de crecimiento, pero esas ideas que me estáis forzando a expresar no son nuevas, son producto de siglos de desigualdad. Vuestra insistencia por mantenerlas vivas es la consecuencia directa del beneficio que os otorga su existencia. Dejadlo, no nos vengáis con estas teorías racistas y misóginas, estamos hartas de oírlas y de que nos pidáis que las tengamos en cuenta una, otra  y otra. Y otra. Y otra vez.

Así que, estimados abogados del diablo, hablad por vosotros mismos, no en defensa del diablo. Educaos, tened en cuenta que vuestra causa se ha defendido durante siglos por múltiples personas, así que ahora tomad asiento. Es el momento de que se nos escuche a nosotras.

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El patriarcado no está solo: el kyriarcado 101.

Del orignal de Sian Ferguson en Everyday FeminismKyriarchy 101: We’re not just fighting the patriarchy anymore.

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Si estás familiarizada con el feminismo, seguramente conocerás el término patriarcado, el orden social que otorga privilegio a los cuerpos leídos como hombre y oprime a aquellos leídos como mujer. Es un término muy útil para dar nombre a la institucionalización del privilegio masculino.

Sin embargo, el feminismo ha evolucionado, su preocupación ya no es únicamente el privilegio masculino.

Ahora tenemos en cuenta, por suerte y muy acertadamente, los privilegios y opresiones de los que disfrutamos o sufrimos todas las personas.

El feminismo interseccional, término creado en 1989 por Kimberlé Crenshaw, catedrática de la Universidad de California especializada en temas de género y etnia, lucha contra el orden social que otorga privilegio y oprime a la gente en términos de étnica, género, lengua, clase social, orientación sexual, funcionalidad, cultura, etc.

El feminismo interseccional defiende que la opresión puede afectarnos a partir de diferentes formas. Alguien no es víctima de opresión o goza de privilegio de manera excluyente; todas podemos ser opresoras y privilegiadas al mismo tiempo debido a múltiples caras de nuestra identidad.

Por ejemplo, alguien puede gozar de privilegio por el hecho de ser cisgénero, blanca, delgada y a la vez estar oprimida por ser homosexual, funciodiversa y habérsele asignado mujer al nacer.

No hay duda de que necesitamos un término nuevo para describir el complejo orden social que mantiene el statu quo de unas opresiones vinculadas interseccionalmente. Kyriarcado es una palabra excelente para esto; se encuentra más acorde con el feminismo interseccional y reduce los problemas que sí causa la palabra patriarcado.

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El término kyriarcado (kyriarchy) aparece por primera vez en el libro de Elisabeth Schussler Fiorenza, Wisdom Ways: Introducing Feminist Biblical Interpretation (Alcanzando el conocimiento: Introducción a una interpretación feminista de la Biblia), publicado en 2001. En su glosario, el kyriarcado aparece definido como:

«un neologismo derivado de las palabras griegas “señor” o “amo” (kyrios) y “gobernar o controlar” (archein) que busca redefinir la categoría analítica del patriarcado en términos de estructuras múltiples e interseccionales de dominación. El kyriarcado, explicado en mejores términos teoréticos, es un complejo sistema piramidal formado por múltiples estructuras de superioridad jerárquica y subordinación, de dominación y opresión, vinculadas interseccionalmente.»

En otras palabras, el kyriarcado es un sistema social que mantiene el statu quo de unas opresiones vinculadas interseccionalmente.

En el glosario del mismo libro, la autora remarca que «la idoneidad teorética del patriarcado zozobra porque, por poner un ejemplo, los hombres negros no ejercen dominación sobre hombres y mujeres blancas».

No puede tener más razón.

Si seguimos el hilo del ejemplo anterior, pongámonos en la siguiente situación: imaginémonos a dos personas, una es una mujer blanca, cisgénero, heterosexual y normativamente funcional. La teoría del patriarcado nos diría que la mujer es la  oprimida mientras que el hombre es el privilegiado.

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No hay duda:  la mujer se encontrará oprimida por el hecho de ser mujer y que el hombre ostentará ciertas formas del privilegio masculino. Sin embargo, no es así de sencillo.

En esta situación, el hombre carecería de poder o privilegio económico, social y político sobre la mujer. Si asumimos que el hombre ejerce dominación y que la mujer sufre opresión sin tener en cuenta ningún otro factor estaremos eliminando el resto de facetas de su identidad.

No quiero decir con esto que el privilegio masculino no se aplique en absoluto en determinados contextos, lo que quiero decir es que la ostentación del privilegio masculino es dinámica y depende de otras identidades.

Utilidades del kyriarcado en el feminismo interseccional

La opresión no solo es discriminación, también es sufrir represión institucional y sistemática.

Por ejemplo, la opresión basada en términos de género no solo se limita a alguien que hace un chiste sobre que las mujeres no deberían salir de la cocina, es que a las mujeres se les haya negado el mismo acceso durante siglos a la educación, al mercado laboral, a un salario ecuánime, a servicios de salud reproductiva y a igualdad ante la ley.

También lo es es la violencia de género que sistemáticamente sufren las mujeres.

También lo son las instituciones como los medios de comunicación, los sistemas educativos, la política, la legislación y los grupos publicitarios, que conciben a las mujeres como seres débiles, excesivamente emocionales, carentes de libido, irracionales y superficiales.

Tambien lo es el reforzamiento de los estereotipos de todos los sexos que fomentan estas instituciones.

También lo es extender entre la gente el mensaje social de que un género es superior mientras que los demás se encuentran por debajo. Es la represión social, política y económica de las mujeres.

La opresión no se limita a incidentes aislados, es un cúmulo de incidentes, costumbres, culturas y tradiciones que refuerzan la dominación de un grupo sobre otro.

Los movimientos de liberación que se precien consideraran la opresión como sistemática. Estos movimientos tienen en cuenta que la opresión solo puede erradicarse mediante un cambio radical y holístico.

Por todo esto, necesitamos denominar la institucionalización de las opresiones; algo que las feministas tradicionalmente han denominado patriarcado.

El feminismo institucional se ha preocupado por lo general y únicamente por la desigualdad de género; sin embargo, el feminismo interseccional tiene como objetivo luchar contra todas las formas de desigualdad. El término kyriarcado tiene ahora más sentido al adecuarse en mayor medida al feminismo interseccional.

  1. Reconoce que la opresión en términos de género no es la única opresión que existe.

Nunca alcanzaremos la igualdad si solo nos ceñimos al sexismo. El sexismo no es el principio y el fin de la desigualdad, así que ¿por qué considerar que el sistema únicamente sostiene la desigualdad de género?

En oposición al término patriarcado, que solo abarca el sexismo institucionalizado, el kyriarcado abarca todas las formas de desigualdad.

Para alcanzar una igualdad plena y certera, tenemos que enfrentarnos a la opresión sistemática de todos los grupos sociales.

  1. Reconoce que una persona puede a la vez beneficiarse y estar oprimida por el sistema.

Sufro opresión por el hecho de habérseme asignado mujer al nacer; sin embargo, ostento privilegio por el hecho de ser blanca. Sufro opresión y ostento privilegio a la vez, y puedo enfrentarme a la opresión que se me aplica mientras perpetúo la ajena. El concepto de kyriarcado nos dice que podemos a la vez ostentar privilegio y sufrir opresión. También nos recuerda que, al existir diferentes tipos de opresión, podemos luchar contra una forma de la misma mientras perpetuamos otra.

Es este un hecho que particularmente ha tenido lugar en los movimientos mayoritarios a favor de los derechos de los homosexuales. Estos movimientos han excluido sistemáticamente a personas trans*, intersexuales y polisexuales. La lucha por los derechos de los homosexuales en Sudáfrica tiene un historial de exclusión sistemática de personas no blancas y de personas de clases bajas. También le ocurre al feminismo institucional: ha dejado fuera tradicionalmente a las personas trans* y a las mujeres no blancas.

En ambos casos, la lucha de ambos movimientos se ha concentrado en la opresión de un grupo de gente mientras que a los demás les ha dejado que se los coman los leones, por decirlo mal y pronto. He aquí la demostración de que un movimiento puede a la vez luchar contra una opresión y al mismo tiempo, ejercerla.

Un grupo de personas puede estar luchando contra una forma de opresión mientras hace uso de sus privilegios para oprimir a otras. Podemos ser víctimas y agresoras al mismo tiempo.

La interseccionalidad nos recuerda lo limitado de luchar solo contra una forma de opresión.

Debemos ser lo más inclusivas posibles si de verdad queremos hacer frente a la desigualdad. Repito de nuevo; por estas razones no basta con que nos enfrentemos a una forma de opresión sistemática, el patriarcado, sino a todas las formas de opresión, el kyriarcado.

  1. Podría explicar por qué muchas oprimidas son cómplices de su propia opresión.

Nadie es exclusivamente agresor o víctima en el kyriarcado.

Como he explicado antes, la mayoría de la gente ocupa las dos categorías; la mayoría de grupos sociales se caracterizan por contener en su seno a miembros con poder sobre otros grupos sociales.

Hay gente que no desea enfrentarse a las estructuras sociales que las oprimen, principalmente porque saben que enfrentarse a esas estructuras les obligará a cuestionarse y a perder el poder sobre otros grupos. En palabras de Lisa Factora-Borchers:

Cuando nos ponemos a analizar el kyriarcado, descubrimos que hay vida más allá de los hombres ricos, de clase alta, blancos y cristianos, que, personalmente. a mí no me parecen los más peligrosos. Hay un mogollón de gente en los escalones inferiores de la pirámide con mayor interés en perpetuar su lugar en el sistema que en ponerlo todo patas arriba.

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Esta gente de la que habla la autora, es aquella gente de clase media-baja saturada de trabajo que se opone a la renta básica para las personas sin recursos. Esta gente también son las mujeres cishetero que huyen del feminismo considerándolo un movimiento solo para lesbianas y trans.

No sé si será por avaricia o por pura supervivencia, pero la gente tendemos a adherirnos al mismo sistema que nos escupe día a día.

  1. Coloca en el mapa a las personas no binarias.

El concepto de patriarcado siempre se ha caracterizado por una concepción binarista del género. Viene a decir que o se es hombre, privilegiado, o mujer, oprimida.

Sí, sistemáticamente, los hombres ostentan privilegio frente a las mujeres; sin embargo, ¿qué pasa con la gente que no se identifica como ninguno de los dos géneros binarios (genderqueer)? El concepto de patriarcado no tiene en cuenta que las mujeres cisgénero ostentan privilegio frente a la gente no binaria.

El kyriarcado, por otro lado, sí tiene en cuenta a todas esas personas que conforman el amplio abanico de género, así como el privilegio cis.

  1. Reconoce la interseccionalidad de las opresiones.

El término patriarcado aun puede sernos de utilidad cuando hablamos de relaciones de género. También puede serlo si hablamos de una determinada cultura: por ejemplo, puedo decir que la cultura de las personas blancas y de clase media de Ciudad del Cabo es patriarcal, ya que el control de los hombres frente a las mujeres está profundamente arraigado.

No obstante, visibilizar las relaciones de género sin tener en cuenta otras formas de opresión institucionalizada es muy simplista. Quedarnos solo en el análisis de género elimina y deja coja la realidad del asunto que nos concierne.

Usar el término kyriarcado mejora esto último, ya que nos abre los ojos ante otro tipo de opresiones.

Volvamos al ejemplo de la cultura de las personas blancas y de clase media de Ciudad del Cabo: no tendría ningún sentido ignorar el hecho de que se trata de una cultura elitista, étnicamente excluyente, heterosexista y cisexista. Si las ignoráramos, estaríamos dejando fuera las realidades sociales de gente no blanca, homosexual, trans* y pobre.

He de añadir que la realidad social de una persona no se limita a pertenecer a un género o a una etnia, nuestras realidades dependen de todas nuestras identidades, no de una por cada momento. Yo no puedo separar mi realidad de opresión por ser mujer de mi realidad de opresión por ser lesbiana, lo que he sido toda mi vida.

El kyriarcado nos facilita redes para debatir todas las opresiones en un contexto común.

***

Aunque la palabra patriarcado aun nos puede ser útil en muchos aspectos, el concepto kyriarcado está en mayor consonancia con el feminismo interseccional.

¿Reemplazaríais la palabra patriarcado por kyriarcado en vuestros círculos feministas? ¿Por qué? ¿Por qué no? Dejad vuestra opinión.

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