Antes de Maluma: los orígenes negros del reggaetón

Original en Remezcla por Eduardo Cepeda Tu Pum Pum: As Reggaeton Goes Pop, Never Forget the Genre’s Black Roots.

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Las raíces del reggaetón se encuentran en la fusión entre el dancehall, el hip hop y el reggae cantado en español en epicentros de la diáspora africana como Panamá, Puerto Rico, Jamaica, la República Dominicana y Nueva York.


En 2017, el tema Despacito se convirtió en un fenómeno global, siendo nominada a los Grammy de 2018 como mejor canción y grabación, la primera en español en recibir ese honor en ambas categorías, aunque el camino a la cima no fue sencillo. Para muchos seguidores y críticos, la irrupción del reggaetón en las listas estadounidenses representó una victoria de la población latina ante la industria musical. Que una canción en español alcanzara el número uno en las listas en plena presidencia de Donald Trump podía considerarse todo un éxito del legado cultural de la comunidad latina. El problema fue que para muchos no existió tal logro, sino la culminación del blanqueamiento que venía sufriendo el estilo los últimos años, una afrenta a aquellos pioneros de la diáspora africana que dieron vida al género, artistas que tuvieron que pelear contra viento y marea por su derecho a perrear.

Producto a esta ola comercial que ha hecho del reggaetón una especie de neopop y que tan lucrativamente está aprovechando la industria musical, los artistas de la escena ya han dejado de parecerse a aquellos que empezaron a desarrollar el estilo. Las estrellas de reggaetón actuales son ahora cómodas para los ojos y oídos de las audiencias blancas estadounidenses, también para la población latina con whitepassing, cuyo privilegio de clase ha contribuido a fomentar los prejuicios hacia el reggaetón tras su explosión comercial. Sin embargo, no hace tanto que el ahora conocido como “reggaetón latino” formaba parte de una subcultura alejada del gran público.

Bastante antes de que Justin Bieber se pasara al perreo, y también antes de que Luis Fonsi recibiera el honor de ser el “embajador turístico de Puerto Rico” al calor del éxito de Despacito, el reggaetón tuvo que luchar para encontrar su lugar. Pasó de ser un estilo atado una historia de racismo y colorismo (prejuicios raciales entre comunidades no blancas) en Panamá, estigmatizado y considerado vulgar, a madurar en Puerto Rico, donde llegó a ser la música que hoy conocemos.

El blanqueamiento del reggaetón es una afrenta a aquellos pioneros de la diáspora africana, quienes tuvieron que pelear contra viento y marea por su derecho a perrear.

El reggaetón primitivo, o reggaetón underground, tuvo su origen en los trabajos conjuntos que empezaron a realizar a mediados de los ochenta Vico C y DJ Negro, grandes aficionados a la música de orígenes africanos como el hip-hop, el dancehall o el plena panameño. Aunque siempre se les ha considerado como los abuelos del estilo, sus primeras bases rítmicas tienen su origen en grabaciones de hip-hop previas. Estas primeras grabaciones poco conservan del dembow, ritmo asincopado típico del reggaetón, pero acabaron dando una plataforma a los raperos puertorriqueños que cantaban en español. Aunque solo consiguieron producir 20 copias de sus trabajos, la música comenzó a propagarse a través de la distribución informal de unos primeros seguidores que consiguieron realizar copias y pasárselas unos a otros en sus caseríos, los barrios de vivienda pública típicos de la isla. Aunque al principio estas publicaciones pasaron desapercibidas para el mundo underground (los caseríos son aún hoy las zonas más depauperadas y maltratadas de Puerto Rico), la distribución casera de estas cintas y CDs acabó llamando la atención del público local.

En esa misma época comenzaba a extenderse en Puerto Rico el reggae en español, gracias a inmigrantes panameños descendientes antillanos que habían acudido al istmo para trabajar en las obras del canal décadas atrás. El plena panameño de artistas como El General, Nando Boom y Renato acabó influenciando fuertemente a los artistas de la isla. El reggae y el dembow, a los cuales se les añadió una acentuación rítmica con timbales, se convirtieron en músicas muy bailables, convirtiéndose en mayoritarias en la escena. Para el primer éxito de DJ Playero en 1994, Playero 38, el dembow ya controlaba toda la escena puertorriqueña. Gracias a actuaciones junto a Daddy Yankee (su primera aparición es en 1992, en Playero 34, también de Playero), Frankie Boy y Yaviah, Playero 38 se metió en todas las casas, pistas de baile y walkmans de la juventud de la isla. El álbum Sin Parar de Wiso G’s, publicado en 1994, el primero de la escena underground grabado para un gran sello (NRT) alcanzó tanta notoriedad que consiguió que la escena musical mayoritaria de Puerto Rico se lanzara en una espiral de odio contra el género.

La elección de Pedro Rosselló como gobernador en 1993 trajo consigo una iniciativa contra la delincuencia, Mano Dura Contra el Crimen, que duró hasta 1999. Apoyándose en este nuevo marco legal, las fuerzas policiales comenzaron a hostigar a los seguidores de reggaetón mediante redadas en los caseríos, su epicentro. Para el gobierno, esta música estaba tan vinculada a lo que pretendía erradicar, que muchas de estas redadas también afectaron a estudios de grabación y distribuidoras de discos. Esta censura, que recibió justificación por parte de las élites literarias y políticas del país, muy críticas con el estilo, llegó a asemejarse a otras oleadas censoras sufridas por otras generaciones isleñas, como la que ocurrió con la generación anterior con el género “bomba”, traído por población esclava de África siglos atrás. En febrero de 1995, el departamento de policía de Puerto Rico y la Guardia Nacional asaltaron seis distribuidoras de música en San Juan y alrededores durante la llamada Operación Centurión, cuyo objetivo era controlar las comunidades marginales de los caseríos. Según Petra Rivera-Rideau en su libro Remixing Reggaeton (Remezclando el reggaetón), la Operación Centurión se encargó de equiparar estos barrios pobres de mayoría negra con violencia, sexualidad desatada y consumo de drogas.

El reggaetón pasó a ser material de contrabando.

Toda esta presión policial no tenía como objetivo confiscar drogas o armas, ni tan siquiera desarticular redes de prostitución, sino requisar cintas. El éxito de estas grabaciones underground se había extendido tanto que su influencia ya se hacía notar en el corazón urbano de Puerto Rico, donde la prole bien de hombres de negocios y políticos ya había contraído la fiebre por el perreo. Por otro lado, existía en aquella época una asociación conservadora llamada Moralidad en los Medios, la cual se encargaba de azuzar la llama de la campaña anti-reggaetón. Haciendo referencia a algunas de sus letras violentas e hipersexuales, Moralidad defendía que la juventud puertorriqueña estaba siendo empujada al consumo de drogas y cometer actos de violencia y perversión sexual. Las redadas que se realizaron más tarde y que afectaron a escuelas públicas se centraron en la confiscación de armas, drogas, alcohol y, cómo no, música de barrio. El reggaetón pasó a ser material de contrabando.

Sí es cierto que las letras de reggaetón han hecho hincapié muy a menudo en la violencia, la sexualidad o la misoginia, aunque artistas afropuertorriqueños como Tego Calderón también hablaron desde un primer momento de clasismo y racismo. Sin embargo, la criminalización de la libertad de expresión siempre ha demostrado históricamente ser un error y ha estado condenada al fracaso. Tras la presión, muchas de las personas que hacían reggaetón decidieron cambiar el contenido de sus letras, algo que consiguió atraer más atención al denostado estilo y a sus artistas.

Al margen de estos obstáculos temporales de pérdida de material y detenciones, las redadas en las distribuidoras no consiguieron doblar la curva de ascenso del reggaetón. Aunque el acoso persistió, la popularidad del reggaetón siguió creciendo, al mismo tiempo que comenzaba a mezclarse con la música autóctona puertorriqueña. Pese a que el dembow, que se seguía considerando “negro”, seguía siendo su centro y seña de identidad, el estilo empezó a dar cabida a instrumentación latina, como los timbales o el tres. El Mas Flow de Luny Tunes y El Abayarde de Tego Calderón, ambos de 2003, introdujeron riffs de guitarra bachatera e influencias bomba en el estilo, aportando trazos de latinidad. Esta música folclórica se mezcló bien con la identidad del reggaetón, llevando el género, según palabras de Wayne Marshall sobre la comercialización del reggaetón en su antología de 2009, de “música negra” a “reggaetón latino”, consiguiendo ser aceptado de manera mayoritaria entre la población blanca puertorriqueña

Pero el gobierno no estaba por la labor de detener el hostigamiento Su siguiente flanco de ataque fueron las acusaciones de pornografía y cosificación femenina en sus videoclips. Como en la época previa, este ataque no obtuvo ningún éxito, ya que muchas de las mujeres de los vídeos agradecieron las oportunidades a las que tuvieron acceso tras aparecer en ellos. Algunas de ellas, como Jenny la Sexy Voz y Glory consiguieron hacer uso de su sexualidad para sobrevivir en un sistema fundamentalmente patriarcal y opresivo, obteniendo importantes trabajos como coristas y eventualmente como solistas.

El éxito del reggaetón ha sido fundamental para visibilizar a la población latina en el mundo, pero ¿a qué precio?

Nadie podría parar ya al reggaetón, ya que su popularidad aumentaba tras cada condena política. La Gasolina de Daddy Yankee y el Oye mi canto de N.O.R.E. catapultaron a mediados de los 2000 al reggaetón a lo más alto. En esa época, Don Omar nombró al estilo como “reggaetón latino” mientras Luny Tuns daba a conocer al mundo su toque de requinto de estilo bachata. Hasta que finalmente Shakira y Alejandro Sanz se acabaron subiendo al carro, haciendo transitar al reggaetón por un camino más comercial, más blanco.


Tras el éxito de Despacito, el reggaetón ya puede considerarse música pop. Es curioso pensar que Despacito guarda ciertas similaridades históricas con la Macarena: ambas son las únicas canciones en español que han llegado a ser número 1 en las listas estadounidenses tras La Bamba. Ambas son reversiones de géneros que en su día tuvieron origen en comunidades negras y marginales, pero que ahora son un producto mayoritario, aceptable para el público general, especialmente el blanco: la base de la Macarena es techno de imitación, el Despacito es un standard del pop cuyo ritmo es un sucedáneo del dembow. Ambos temas hablan de placer sexual a un nivel lo suficientemente tolerable para que muchos capillitas de clase media las bailen de crucero por el Mediterráneo.

Eso sí, independientemente de los éxitos en ventas que alcance cada trabajo de reggaetón, mucha gente seguirá poniendo en el punto de mira al género por percibirlo como vulgar y por sus orígenes populares, como Aleks Syntek, quien en recientes declaraciones ha sugerido que el estilo viene del mono, una referencia ácida y racista a sus raíces negras. El colorismo sigue vigente, lo que ocasiona que gente como Syntek no reciba mucha contestación por este tipo de declaraciones, amén de que este artista tiene una deuda impagable con los géneros de la diáspora africana como el hip-hop o el house.

Es más importante que nunca contar de dónde viene el reggaetón.

Largo camino separa al reggaetón actual de la hostigada “música negra” de los caseríos, por eso ahora es más importante que nunca contar de dónde viene. Es común que cuando un estilo se va haciendo cada vez más mayoritario se termina diluyendo, cosa que ya le puede estar pasando al reggaetón según algunos analistas, no hay más que ver el carácter cada vez más rebajado que está dando al estilo la nueva ola de artistas colombianos que lideran las listas de éxitos actualmente. Este blanqueamiento no ha sido exclusivo del reggaetón, también lo han sufrido el jazz, el blues y hasta el disco, tanto por presión interna como por imposición empresarial, así el Larry Levans de antaño son los Diplos de hoy.

La comercialización de la música nunca es monolítica, siempre hay variaciones en el desarrollo de un estilo y casi todas son complejas. La hegemonía del reggaetón es importante para la visibilidad de la comunidad latina en el mundo, pero ¿a qué precio? Según el estilo crece en aceptación y prestigio, es importante reconocer sus orígenes populares y no carentes de violencia, especialmente cuando al estilo aún se le consideraba música negra. La imagen prototípica y comercial del reggaetón actual muestra a unos artistas de piel clara, haciendo olvidar todo trazo de música negra y afianzando el colorismo, aún muy presente en las comunidades latinas. No pretendemos eliminar a estos artistas de la escena, pero sí queremos una latinidad más inclusiva que dé especial cabida a las comunidades de la diáspora africana que crearon este estilo, hoy mayoritario.

Original en Remezcla por Eduardo Cepeda Tu Pum Pum: As Reggaeton Goes Pop, Never Forget the Genre’s Black Roots.

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Un camello por el ojo de una aguja y el orden patriarcal. Errores de traducción de la Biblia que han dado forma al sistema en el que vivimos.

Original en «A CAMEL THROUGH THE EYE OF A NEEDLE, AND OTHER WILD TALES OF TRANSLATION«, por Stant Litore.

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Ayer volví a escuchar la famosa parábola del “camello a través del ojo de una aguja”, lo que me sirvió para reflexionar sobre los errores de traducción y el poder evocador del lenguaje. El camello y la aguja es uno de mis ejemplos favoritos al respecto de las diabluras que pueden llegar a cometer los falsos sentidos, también es para mí el más exquisito porque independientemente de lo mejor o peor que lo traduzcas, el sentido de la metáfora permanece imperturbable. Para quien no sepa el origen de la expresión, aquí va: lo más probable es que hace dos mil años el rabino Yeshua para los judíos, Jesucristo para los cristianos, les contara a sus discípulos que era más sencillo hilvanar un cabo (como uno de esos enormes cabos que se usaban para pescar en el Mar de Galilea) a través de una aguja que un rico entrara al reino de los cielos. Sin embargo, en arameo, la lengua del profeta en ese entonces y la lengua en la cual probablemente se redactaron los evangelios, “camello” y “cabo” se escribían de manera idéntica: “gml”. Al pronunciarse sonaban distinto, pero el arameo no solía usar vocales en el lenguaje escrito, por lo que algún copista muy riguroso dejó constancia de “gml” sin despeinarse. La cosa empieza a liarse aún más cuando aparecen los evangelios y empiezan a traducirse al griego koiné, la vertiente helenística de la lengua ática por aquel entonces. Resulta que en koiné “camello” y “cabo” TAMBIÉN comparten término, únicamente distinguibles en lengua escrita por una sola vocal que se pronuncia casi de manera idéntica. Camello es “kamelon” y cabo es “kamilon”. En latín y otras lenguas sucesoras y en inglés la diferencia es clara, cosa que no ocurre en arameo ni en griego, de tal manera que aunque ya es de por sí frustrante intentar atravesar un rugosa cuerda de pescar a través de una aguja, hemos crecido con la imagen de un enorme dromedario estrujado a través de una pequeña obertura de un instrumento de costura, así, con jorobas y todo, dejando en un apuro a todo aquel cuya cartera le rebose de billetes, pero de manera muy cómica en este caso.  Y todo por una vocal.

Lo gracioso de todo es que la enseñanza de la parábola permanece intacta en cualquier caso, además el uso de un camello encaja en el estilo de las enseñanzas de Jesús, quien echaba mano siempre que podía del humor o de la hipérbole.

Sin embargo, otros errores de traducción han tenido resultados más truculentos, como la traducción de “arsenokoites” como “homosexuales”, un absurdo falso sentido, ya que el griego usa un término distinto para el último. “Arsenokoite” es un cognado, un término con el mismo origen etimológico, pero con distinta evolución fonética, de“hombre” y “cama” cuyo significado se desconoce porque su uso es rarísimo. Se ha especulado con que fuera un término referente a gigolós o a la prostitución masculina, de manera errónea según pienso, porque al aparecer junto al término “malakós” (lujurioso) es probable que su significado haga más colorida referencia a una persona rica de vida disoluta y hedonista, de esas que lo pasan mal en el Nuevo Testamento, bastante peor que los camellos. “Malakós” se ha traducido erróneamente como “afeminado”, especialmente para reforzar la lectura de “arsenokoites” como “homosexuales”, pese a la existencia otro término para ello. El significado correcto de “malakós” es “amante de los lujos, ablandado  por una vida fácil entre algodones”, el cual en griego no tiene connotaciones de género pero que en latín se asoció como algo “femenino”. El mundo romano siempre tuvo problemas con eso del binario “afeminado/masculinizado” del cual hemos heredado tanto su lectura como su interpretación. No era este caso el del mundo helénico (que otros follones tenían, todo hay que decirlo), ya que no hay prueba alguna de que “malakoi arsenokoites” haga referencia a la orientación sexual, identidad de género, masculinidad o su falta. Aunque parezca que no, Grecia no era Roma: “malakoi arsenokoites” era esa gente adinerada amante de la buena vida que devoraba uvas sobre un diván mientras hacía caso omiso al sufrimiento de sus empobrecida conciudadanía. Es un tipo de error en el que el Antiguo Testamento cae demasiado a menudo, especialmente en pasajes que inspiran la mayor devoción. La opulencia, el lujo y la vida disoluta eran vicios para el mundo griego que se representaban de manera burlona y crítica. Los rascacielos de nuestras ciudades les hubieran hecho desternillarse.

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Otra caso es el de “ezer kenegdo”, traducido en occidente como “ayudante”, que en el siglo XVII hacía referencia a una  “pareja idónea”, pero que para nuestra visión actual se adecua más a una pareja “servicial” para describir el estatus de las mujeres con respecto a los hombres, el cual en hebreo solo significaba una pareja de la que recibir apoyo, sin referencia a jerarquías, ya que es el mismo término que se usaba para describir el estatus de Dios hacia la humanidad. También está el caso del uso de falso sentido de “kephalé” (cabeza) por autoridad (autoridad ya tiene otro término aparte) debido a una expresión latina heredada del mundo romano que no existía en griego (la palabra “cabeza” en latín significa líder, pero en griego únicamente significa “origen”, como la cabeza de una aguja, nada que ver con autoridad).

El falso sentido de “hupotassomenoi” como “subordinado” en el sentido de que las esposas han de supeditarse a sus maridos, cuando “hupotassomenoi” en griego en ningún momento hace referencia a una subordinación, ya que existe una palabra distinta para ello también. Hupotossomenoi tiene difícil traducción, significa algo así como “colocarse por debajo” en términos militares, en el momento del despliegue físico de tropas en posición de batalla, por lo que los romanos le dieron sin dudarlo esa connotación jerárquica. A Roma le encantaba eso, qué le vamos a hacer. Sin embargo, puesto en contexto, el término se usa en varios pasajes en los que el apóstol Pablo habla de los apuros de las mujeres cristianas con sus maridos no cristianos, de cómo encarar mundo juntos y de cómo hablar de su fe a sus maridos griegos o romanos que las consideran una propiedad (este es el tema de las Cartas a los corintios) o en otros pasajes en los que habla de ponerse la armadura de Dios y resistir al diablo (como en las Cartas a los efesios). Hay que recordar esas cartas tenían como objetivo socavar el poder establecido, no fortalecerlo, y proponer con ello una igualdad radical en las relaciones humanas. No perdamos de vista que la mayoría de la población cristiana del siglo primero en Europa eran mujeres, muy probablemente porque la enseñanza de que todos somos uno en Cristo era más difícil de digerir para los hombres del imperio romano que para las mujeres. Las cartas a los corintios hablan de los esposos no cristianos como gente vulnerable, parcialmente sedada y atada a las creencias del pasado, como soldados presos del fuego enemigo. Puesto en contexto, es posible que “hupotossomai” haga a referencia a que una mujer, como esposa, se despliegue para apoyar a su marido frente a un enemigo.

“Hupakoe”, que sigue traduciéndose como “obedecer”, especialmente usado  en el Antiguo Testamento no para parejas, sino para criaturas, no significa “obedecer”, sino “abrir los oídos”; es decir, se insta a la juventud a escuchar y aprender, no a obedecer ciegamente. La explicación de esto, de nuevo, es el contexto. El término aparece en cartas en las que se urge a la población más joven a que abandone las costumbres de sus padres y a sus regímenes opresivos para vivir de una manera totalmente nueva y radical, lo que abre la puerta a una época de conflicto multigeneracional entre familias griegas. De tal manera, en esa carta se pide a los padres que no enfurezcan a su descendencia y a sus hijos que presten toda la atención posible cuando ese conflicto se desate.

Y así un largo etcétera. Los textos originales tienen muchos más matices que sus traducciones; no obstante les pasamos un rodillo por tratarlos como textos latinos en lugar de como lo que son, una colección de textos de origen hebreo y griego. Cuando traduces textos subversivos y radicales a la lengua del imperio da la casualidad de que de repente todos esos textos pasan a ser imperiales también. También nos pasa que los intentamos leer como si la gente que los escribió los escribiera ahora, con nuestro contexto, figuras retóricas y miedos culturales, cuando sus miedos y figuras eran totalmente diferentes a las actuales y las cosas que nos preocupan ahora en esa época les hubieran resultado indiferentes.

Lo cual me lleva a considerar el poder de la palabra escrita. Como escritor reconozco que no soy parcial y creo en el poder de la escritura. Sin embargo, cuando hablamos de un libro sagrado traducido, retraducido, maltraducido, construido, deconstruido y reconstruido durante 2000 o 2500 años (si queréis algo más reciente, fijaos en las constituciones de algunos países) es difícil no llegar a la conclusión de que el tratamiento que le demos a un simple término puede dar forma a sistemas políticos y culturales al completo. Da miedito.

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El Islam africano civilizó la Península Ibérica

Original en Global Research, «How African Muslims «Civilized Spain»«, por Garikai Chengu.

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Hace pocos días marcó el aniversario del final del poblamiento musulmán de las regiones geográficas hoy ocupadas por los estado español, portugués y francés tras 700 años.

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Hace 408 años, el rey Felipe III de España dictó una orden que a la postre se convirtió en una de los ejemplos más tempranos de políticas en pos de la limpieza étnica. Durante el apogeo de la Inquisición española, el rey Felipe ordenó que en torno a 300.000 personas de tradición morisca abandonaran los territorios hispánicos, dando inicio a uno de los episodios más brutales y trágicos de la historia española.

Pese a este epitafio de la tradición musulmana en la Península Ibérica, fueron las poblaciones de origen africano las que trajeron de nuevo la civilización a los territorios que hoy conforman España,  Portugal y el resto de Europa tras el colapso romano, y no al revés, como se cree comúnmente.

La primera civilización que se puede llamar europea tuvo su origen en la isla de Creta en torno al 1700 a.C., cuya cultura, y posteriormente la griega, bebe en gran parte de la que ya existía en el valle del Nilo, hogar de poblaciones que en la actualidad se considerarían negras. La cultura griega pasó a la romana hasta su colapso, lo que resultó en una especie de edad oscura que se asentó en Europa durante cinco siglos. La civilización volvió a ser reintroducida en el continente gracias a las poblaciones magrebíes procedentes de África, los comúnmente conocidos como «pueblos moros», quienes pusieron fin a esta etapa de oscuridad.

La historia que aprendemos en occidente equipara el periodo conocido como «Edad Media» con el de «Edad Oscura», y lo caracteriza como una edad en la cual la civilización en general, incluyendo las artes y las ciencias quedaron reducidas al mínimo. Aunque esto pudiera ser cierto en algunos lugares de Europa, en África el proceso fue el inverso.

Cheikh Anta Diop, reconocido historiador panafricanista, recoge en su obra que los grandes imperios del mundo durante el Medioevo fueron los grandes imperios negros asentados en África, donde también se desarrollaron los más prominentes centros culturales y educativos del mundo. Durante este periodo, la imagen común del bárbaro forajido se atribuía más a menudo a la población europea.

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Tras el colapso del Imperio Romano, multitudes de tribus de origen caucásico sufrieron el empuje de las hordas hunas e invadieron el oeste europeo. Años después, en el 711, las poblaciones moras pusieron el pie en las costas ibéricas y el islam africano trajo introdujo una civilización antes desconocida para las tribus caucásicas que habitaban la región en ese entonces. A partir de ese entonces, «los moros» gobernaron las actuales España, Portugal, norte de África y sur de Francia durante más de 700 años.

Aunque durante generaciones de propaganda desde el poder se han tratado de suprimir estos elementos de los registros históricos; hallazgos arqueológicos y académicos recientes han arrojado luz sobre cómo los avanzados conocimientos moros en matemáticas, astronomía, arte y filosofía ayudaron a sacar a Europa de la oscuridad y empujarla al Renacimiento.

Basil Davidson, un afamado historiador británico, apunta que durante el siglo VIII no existía lugar «más admirado por su vecindad o que más comodidad facilitaba que una civilización de corte africano que estaba tomando forma en la antigua Hispania».

Gran parte de las poblaciones moras de este entonces serían consideradas negras hoy en día, e incluso el dramaturgo William Shakespeare comenzó a usar el término «moro» como sinónimo de «africano». La educación fue universal en al-Ándalus, la España musulmana, mientras que en la Europa cristiana, el 99% de la población era analfabeta, e incluso muchos reyes eran incapaces de leer o escribir. Al-Ándalus hizo crecer como la espuma la tasa de alfabetización, a unos niveles sorprendentes para una sociedad premoderna. En una época en la que Europa solo contaba con dos universidades, el mundo musulmán contaba con 17. Los fundadores de la Universidad de Oxford se inspiraron en las instituciones de la península tras una visita a las mismas para crear la suya. Según el Cuerpo Educativo de las Naciones Unidas, la universidad operativa más antigua del mundo hasta hoy es la Universidad de Al-Karaouine, en el actual Marruecos, fundada durante el siglo VIII, en el apogeo del imperio islámico, en el 859, por una mujer, Fátima al-Fihri.

En el ámbito de las matemáticas, el número 0, los numerales arábigos y el sistema decimal fueron introducidos en Europa por el Islam, facilitándoles la resolución de problemas de manera más rápida y concisa, y poniendo los cimientos para la revolución científica de siglos posteriores.

La curiosidad científica de estos pueblos llegó hasta el ámbito de la aeronáutica y la polimatía. Ibn Firmas llevó a cabo el primer experimento científico de vuelo controlado que se conoce en el año 875. Los archivos históricos surgieren que su intento fue un éxito, no así su aterrizaje. De esta manera, pueblos africanos conquistaron el cielo seis siglos antes de que Da Vinci desarrollara su ala delta.

Es una evidencia que las poblaciones moras desde al-Ándalus ayudaron a sacar a la Europa medieval del oscurantismo y pusieron las bases del Renacimiento posterior. De hecho, muchas de las características de las que la Europa actual se jacta tienen su origen en la España musulmana, como el libre comercio, la diplomacia, la apertura de fronteras, la etiqueta, la navegación avanzada, los métodos de investigación y avances clave en el ámbito de la química.

En un momento en el que en los territorios musulmanes  se construyeron 600 baños públicos y sus gobernantes vivían en suntuosos palacios, las monarquías de Alemania, Francia e Inglaterra promovieron entre sus poblaciones que la pulcritud era un pecado y así sus monarcas comenzaron a vivir en grandes graneros, sin ventanas ni chimeneas, con un único agujero en el techo para la salida del humo.

Durante el siglo X, Córdoba no solo era la capital de la España mora, sino la ciudad más importante y moderna de Europa. Con una población en torno al medio millón de habitantes, contaba con alumbrado público, 50 hospitales con agua corriente, 500 mezquitas y setenta bibliotecas, contando cada una con más de 500.000 ejemplares.

The Court of the Caliphate of Cordova in the Time of Abd-al-Rahman III, by Dionisio Baixeras Verdaguer, 1885 - TORQUEMADA 3

Todos estos logros tuvieron lugar en la misma época en la que Londres contaba con una población casi totalmente analfabeta de  apenas 20.000 personas, habiendo olvidado hacía tiempo los avances técnicos romanos. El alumbrado público y la pavimentación de las calles no se introdujo en ciudades como Londres y París hasta siglos después.

La Iglesia Católica declaró proscrito el préstamo de dinero, lo que cortó de raíz cualquier esfuerzo en pos del progreso económico. En comparación con el sur y oriente mediterráneo, la Europa medieval y cristiana era un erial de miseria, atestado de mugre, barbarismo, analfabetismo y misticismo.

A fines de la Edad Media, España y Portugal se erigieron como líderes de la navegación global. Esto fue gracias a los avances moros en tecnología de navegación como el astrolabio y el sextante, así como sus descubrimientos en cartografía y construcción naval, quienes abrieron la puerta a la conquista y el expolio de continentes enteros siglos después. En definitiva, la era de control occidental a nivel global del pasado medio milenio tuvo su origen en la navegación mora de la Península Ibérica durante el siglo XIV.

Bastante antes del encargo de los Reyes Católicos a Colón para la búsqueda de nuevas tierras más allá del Atlántico, cabe la posibilidad de que pueblos musulmanes de origen africano, y puede que otros más al sur, mantuvieran contactos con las Américas y dejaran incluso impronta en su cultura. Nuevos hallazgos comienzan a probar que visitantes de África habían ya navegado a través del Atlántico a las Américas miles de años antes de la llegada de Colón. El doctor Barry Fell, de la Universidad de Harvard, recalca la presencia de población musulmana en América antes de Colón a través de esculturas, tradiciones orales, monedas, testimonios, artefactos antiguos y documentos e inscripciones en árabe. La prueba más fehaciente de presencia africana en la América precolombina viene del propio puño y letra del Almirante. En 1920, un reputado historiador y lingüista estadounidense, Leo Weiner, de la Universidad de Harvard, expuso en su libro, Africa and the Discovery of America, cómo Colón redactó en su diario que la población nativa le había informado de que «gentes de piel negra habían llegado desde el sudeste en barcos, comerciando con lanzas con puntas doradas».

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La España musulmana no solo recogió y prodigó los avances intelectuales de las civilizaciones del Antiguo Egipto, Roma y Grecia, sino que se expandió en base a los mismos y añadió sus propias contribuciones de renombre en campos como la astronomía, la farmacología, la navegación marítima, la arquitectura y el derecho. La imagen perpetuada por el academicismo occidental durante siglos por la cual se postula que el continente africano apenas ha contribuido en nada a los avances civilizatorios y que sus gentes siempre han sido primitivas ha servido desafortunadamente como base para todo el prejuicio racial, esclavitud, colonialismo y la opresión que aún sufre el continente negro. Si los pueblos africanos tienen la oportunidad de reescribir su historia, esta revelará una gloria tal que les hará luchar inevitablemente por alcanzarla de nuevo. Después de todo, la mayor amenaza que se cierne sobre un futuro próspero para África es la ignorancia de sus habitantes sobre su glorioso pasado.

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Desmontando el mito del racismo inverso: no, la esclavitud irlandesa jamás existió.

Original por Liam Stack en el New York Times, Debunking a Myth: Irish Were Not Slaves, Too.

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Esta foto de 1908, en la que aparecen un grupo de pescadores en la iglesia de San Juan en Barbados, se usa muy a menudo para ilustrar memes que defienden falsamente que la población de origen irlandés fue tratada como esclava en la América colonial.

Ha aparecido en páginas de Facebook de cultura general irlandesa, en revistas científicas en Estados Unidos y en tablones de nacionalistas blancos: la poco conocida historia de la esclavitud irlandesa que ayudó a construir los Estados Unidos, de quien se dice que en un momento dado superó a la de origen africano y cuyo trato era peor incluso que el de esta última.

Sin embargo, esto,no es cierto. La historiografía actual defiende que el concepto de esclavitud irlandesa se basa en una interpretación errónea de la historia, y que esta anomalía en la mayoría de ocasiones viene originada por motivaciones políticas. Los memes de extrema derecha abundan por toda Internet, y son utilizados como armas de corte racista contra la población afroamericana. También existió la esclavitud irlandesa, dicen estos memes, lo superamos, ¿por qué vosotros no?

Un grupo académico formado por personas de origen irlandés y estadounidense han dedicado años a hacer retroceder este bulo. El año pasado, 82 personas del mundo de la academia y la escritura redactaron una carta abierta denunciando este falso mito de la esclavitud irlandesa y solicitando a los medios que dejaran de mencionarlo. Algunos rectificaron, eliminando o revisando los artículos en los que se hacía referencia a estas falsedades; sin embargo, el impacto de la carta tuvo un efecto limitado.

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Un meme ilustrado a partir de una foto de 1908 en Barbados hace uso de varias falsedades al respecto de la historia de la inmigración irlandesa en Estados Unidos para criticar a la población afroamericana.

Hechos vs. Ficción.

El discurso sobre la esclavitud irlandesa se sustenta sobre una malinterpretación de la historia de la servidumbre por contrato, motivo por el cual gran cantidad de población europea pobre emigró a los Estados Unidos y al Caribe en el periodo colonial temprano, afirma la historiografía.

Sin duda, la vida fue durísima para esta gente, sometida a un trabajo servil y  no remunerado; en muchas ocasiones recibían un trato vejatorio y gran parte de ella no accedió a esta servidumbre voluntariamente. Algunas de estas personas eran prisioneros políticos, y otras conformaban mano de obra infantil.

«No estoy diciendo que fuera algo agradable ni nada, más bien lo contrario, pero esta situación se encontraba en una categoría ajena  a la de la esclavitud», cuente Liam Hogan, investigador irlandés que ha llevado la iniciativa en esta lucha por desmontar el mito. «Era una situación pasajera».

Las diferencias legales entre esta servidumbre y la esclavitud eran enormes, afirma Matthew Reilly, arqueólogo experto en Barbados. A diferencia de la población esclava, las personas sometidas a servidumbre eran consideradas humanas legalmente. Su servidumbre se legalizaba por un contrato que limitaba su servicio a un periodo de tiempo definido, muy a menudo siete años, a cambio del pasaje a las colonias. El estatus de privación de libertad no se perpetuaba a sus descendientes.

Las crónicas contemporáneas irlandesas se referían comúnmente a estas personas como esclavas, afirma el señor Hogan. Esto era cierto en el sentido de que cualquier forma de trabajo forzoso puede ser descrita como esclavitud, desde la de la Antigua Roma hasta el tráfico de personas hoy en día. Sin embargo, en la América colonial y el Caribe, el término esclavitud ostentaba un significado legal concreto y específico. La población europea, por definición, no se encontraba incluida en él.

«La servidumbre por contrato implicaba la firma de un documento legal por ambas partes; sin embargo, la esclavitud no tenía estas características, no se reflejaba en un documento contractual», nos cuenta Leslie Harris, catedrática de Historia Afroamericana en la Universidad del Noroeste. «Existe una diferencia de calado entre ser un prisionero de guerra, algo parecido al primer caso, y que  compren o vendan tu cuerpo como parte de un intercambio comercial, caso de la segunda».

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Esta imagen, extraída de una pintura de 1884 mostrando un mercado de personas esclavas en la Antigua Roma, por Jean-Léon Gérôme, se usa en muchos memes y artículos para defender la que la inmigración irlandesa en la América colonial era esclava.

«Eh, que la esclavitud irlandesa también existió».

Estos memes a veces aparecen en plataformas de corte apolítico, como en páginas de culturilla general, pero ahora se han extendido debido a la creciente tensión política y racial en países como Estados Unidos, según Hogan. Un argumento que acompaña a estos memes y les sirve de cimentación es que tanto la historiografía como los medios nos están ocultando la verdad. El propio Hogan afirma haber recibido amenazas de muerte de estadounidenses por su trabajo.

«Estos memes comparten elementos comunes: la falsedad de que la población irlandesa fue esclavizada en América y el Caribe tras la invasión británica de Irlanda de 1649 por Oliver Cromwell, el falso mito de que las personas de origen irlandés sometidas a esclavitud eran más baratas y recibían peor trato que las de origen africano y el bulo de que a las mujeres irlandesas se les obligaba a procrear con hombres negros.

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Esta versión del meme usa una fotografía de 1911 que retrata a mano de obra infantil en una mina de Pennsylvania para ilustrar los falsos mitos sobre la esclavitud irlandesa. Muchos de ellos son fáciles desenmascarar. La mayoría de memes usan fotografías, algunas incluso del Holocausto judío o de mano de obra infantil del siglo XX para ilustrar eventos del siglo XVII, siglos antes de la invención  de la fotografía. Muchos de ellos hacen referencia a un edicto del rey Jacobo II en 1625, cuando el nacimiento de este monarca data de 1633.

En muchas ocasiones se hacen con atrocidades concretas sufridas por población esclava de origen africano y las sustituyen por población irlandesa. Su evento favorito es la masacre Zong de 1781, en la cual 130 personas sometidas de origen africano fueron arrojadas por la borda de un barco negrero a su suerte.

InfoWars, el sitio web conspiranoico y de extrema derecha aupado por el Presidente Trump, es uno de los lugares que más ha defendido falsamente que las víctimas de esta masacre fueron irlandesas, inflando la cifra total de víctimas añadiendo incluso un cero al final.

«Acaba pareciendo una carrera desde abajo a ver quién ha sufrido más», dice el señor Reilly, a lo que añade que «estos memes son también un instrumento por el cual cierta gente se sirve para reivindicar un linaje concreto con el único objetivo de defender un posicionamiento político».

Los orígenes de una idea equivocada.

El discurso sobre la esclavitud blanca ha sido una herramienta muy usada por la extrema derecha; sin embargo, no comenzó a ser concretamente irlandesa hasta la publicación en el año 2000 de «To Hell or Barbados: The Ethnic Cleansing of Ireland» (Al Infierno o Barbados: la limpieza étnica de Irlanda), escrito por el fallecido periodista Sean O’Callaghan, cuya obra Hogan y otras tantas personas califican como dotada de una pobre investigación. Sin embargo, recibió críticas positivas en Irlanda y en países como Estados Unidos se convirtió en una lectura común.

En países como este último, el libro vinculó el discurso sobre la esclavitud blanca con un grupo étnico que ascendía a 34 millones de personas, la mayoría de las cuales habían crecido con historias de la rebelión irlandesa contra el dominio inglés e historias de prejuicios anti irlandeses en Estados Unidos a principios del siglo XX. Y, desde aquí, despegó.

El trabajo de O’Callaghan se incluyó en páginas sobre genealogía irlandesa, en ensayos muy populares en línea y en artículos de publicaciones como el Scientific American y el Daily Kos. También apareció en el IrishCentral, el portal de noticias líder orientado a población de origen irlandés, donde la mayoría de comentarios en Facebook iban dirigidos contra la población afroamericana.

Los memes comenzaron a popularizarse en tablones de nacionalistas blancos, páginas neonazis y páginas de extrema derecha como InfoWars. En las redes sociales, predominan sobre todo en Facebook, donde han recibido millones de publicaciones compartidas.

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Este cartel sobre una posible película sobre la esclavitud irlandesa ilustra una fotografía de mano de obra infantil en una granja en Texas.

La manipulación de la historia como arma.

Irlanda tiene una larga historia de tragedias verificables: siglos de ocupación británica, hambrunas, emigración y violencia sectaria. Tres décadas de conflicto armado en el norte que no finalizó hasta 1998 y violencia paramilitar de manera intermitente desde entonces.

El señor Hogan argumentaba que era horrible para mucha población nativa irlandesa ver cómo en Estados Unidos «la historia se usa como arma» por quienes se jactan de tener alguna vinculación con la isla. Él mismo afirmó que, para algunas personas, parecía que el meme «pretendía sustituir la verdadera historia de Irlanda».

Es cierto que existía un sentimiento anti irlandés en los Estados Unidos hasta bien entrado el siglo XX; sin embargo, era algo distinto a la servidumbre presente en el siglo XVII, dice Harris. La descendencia de esta gente sometida, irlandesa o no, no sufrió un legado de racismo similar al que sufrió la población afrodescendiente.

Sin embargo, la existencia de este meme le parece poco sorprendente. «Siempre ha habido una reacción muy agresiva a la hora de hablar sobre nuestro pasado de esclavitud que aún perdura», afirma Harris; quien no olvida mencionar las leyes segregacionistas que perduraron hasta los sesenta y otras formas de discriminación contra la población negra que nació y creció cuando la esclavitud ya era historia.

«Este uso fraudulento de la historia irlandesa devalúa la historia real», dice Hogan. «Existen bibliotecas repletas con todo lo horrendo que ocurrió realmente. No necesitamos estos memes ni artículos sórdidos hasta arriba de mentiras».

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¡Sorpresa! Eres una TERF si…

Original por Cristan Williams (@cristanwilliams) en TransAdvocate, You might be a TERF If…

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Me he venido dando cuenta desde hace tiempo que existe cierta confusión sobre lo que significa el acrónimo TERF* (Trans-Exclusionary Radical Feminist; Feminista Radica Trans-Excluyente), así que aquí va una breve guía para ayudaros a averiguar si sois TERFs. Hay posibilidades de que lo seas si te crees feminista y a la vez…

1) Defiendes que las mujeres trans son en realidad hombres cis, que los hombres trans son mujeres cis y malgenerizas adrede a la gente trans.

2) Sacas del armario a personas trans ante sus jefes.

3) Les dices a las mujeres trans que las cirugías a las que se han sometido promueven la cultura de la violación.

4) Aseguras que las mujeres trans que se definen como lesbianas no pueden serlo.

5) No te avergüenzas de decir que viviríamos mejor en un mundo sin mujeres trans. (1)

6) Tus argumentos transantagonistas y los de los grupos de extrema derecha coinciden. (2)

7) Aseveras que el privilegio cis no existe; es deicr, que la gente cisgénero no ostenta un privilegio en una sociedad hostil a la gente trans.

8) Sostienes que el género es una ficción, pero que el binario “hombres biológicos” y “mujeres biológicos” es tan real como el aire que respiramos.

9) Reivindicas que las operaciones quirúrgicas a las que se somete la gente trans aparecieron de la mano de hombres como servicio al patriarcado. (3)

10) Mientes sobre amenazas de muerte y violación que has recibido de personas trans.

11) Difamas sobre el miedo que te da que las mujeres trans planteen un riesgo de violación y a violencia a las mujeres cis en los aseos femeninos.

12) No te cortas en decir que las personas trans transitan para satisfacer sus deseos sexuales.

13) Degradas y deshumanizas los genitales de las personas trans.

14) Trabajas para derribar protecciones legales de las que disfruta la gente trans.

15) Te aplicas en vetar el acceso de las personas trans al sistema médico.

16) Generalizas a todo el colectivo si tuviste una mala experiencia con una persona trans.

17) Comparas las transiciones con procesos similares al de Frankenstein.

18) Tienes claro que las personas trans transitan debido a presiones políticas o sociales. (4)

19) Llamas empoderamiento a tu trabajo para frenar la propagación de estereotipos antifeministas pero llamas censura a cuando las personas trans luchan por detener la propagación de estereotipos transantagonistas.

20) Para ti, las mujeres trans transitan porque en realidad son hombres homosexuales y que los hombres trans hacen lo propio porque son lesbianas que quieren huir de las imposiciones patriarcales.

21) Amenazas a organizaciones de feminismo radical de verdad con asesinar a sus componentes transgénero y te presentas armada a eventos radfem.

22) Agredes a feministas por proteger a mujeres trans de una redada TERF.

23) Hostigas a una pareja de lesbianas con una criatura trans y luego amenazas a esta con un cuchillo.

24) Amenazas de tal manera a una feminista radical, lesbiana y butch que esta decide poner en marcha su propio festival de música inclusivo para mujeres.

25) Intimidas a un grupo de mujeres trans con violencia física, lo que las acaba conminando a poner en marcha el espacio conocido como “Camp Trans” en protesta.

26) Fomentas las leyes que recortan el acceso de la gente trans a los aseos que les corresponden por género no asignado porque crees que es algo “en favor de las lesbianas”.

27) Te pispas de que los republicanos del Tea Party promueven tu retórica TERF.

28) Extiendes propaganda ultraderechista para sustentar tu odio porque, según tú, esa gente es la única que se puede considerar ideológicamente aliada.

29) Te percatas de que grupos integristas de extrema derecha defienden tus argumentos.

30) Apelas a los “olores vaginales” como esencia de diferenciación sexual que delimitan un estatus sexual genuino (¿), de tal manera que a tu juicio las mujeres trans no son mujeres de verdad porque las vaginas de estas mujeres despiden olores demasiado fuertes que causan “problemas sensitivos” mientras al mismo tiempo a otras les pasa lo contrario, por lo que, siempre según tu criterio, una mujer trans no podrá saber nunca (porque las mujeres cis sí lo saben, al parecer) lo que es tener una “vagina grande, peluda y olorosa”.

Bonus track: intentas fingir que el término “TERF”, popularizado en 2008 por un grupo feminista radical inclusivo para diferenciarse como tal de otros grupos del mismo cuño pero con un discurso transantagonista, se acuñó por parte de la comunidad trans con el objetivo de difamar el feminismo.

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Si queréis saber a qué suena una TERF, por favor, consultad la #lógicaTERF aquí.

Y con todo, ¿qué es el feminismo?

Me mostraré inequívoca con mis palabras: creo firmemente que las vidas de las personas transgénero, incluyendo aquellas que ya han transitado, son reales y genuinas. Deberíamos homenajear a estas personas, no ponerlas en cuestión. Las decisiones sobre su salud deberían ser suyas y nada más que suyas. Lo que redacté hace décadas no es fiel reflejo de lo que hoy día sabemos, pues nos alejamos de las categorías binarias de lo “masculino” y lo “femenino” y zambullimos nuestra vivencia en un continuo de identidades y expresiones plenamente humanas.

El trabajo con población transexual y los estudios sobre la formación de la identidad de género en menores nos han provisto de una información básica que echa por tierra el concepto de que existen dos sexos biológicos distintos. Estas ideas amenazan con transformar la biología tradicional relativa a las diferencias sexuales en una biología radical sustentada semejanzas sexuales… Toda persona transexual tiene derecho a someterse a una operación de cambio de sexo, y la comunidad debería proveérsela como derecho. 

  • Andrea Dworkin, feminista radical de vanguardia y activista.

Esta sociedad, dominada por los hombres, nos ha definido a las mujeres como un grupo biológico indistinto, sin posibilidad de remisión. Si esto en algún momento nos hubiera dirigido hacia la emancipación, ya seríamos libres… Para mí, ser mujer es algo político. No se me habría ocurrido decir esto hasta hace poco, ni siquiera me habría decidido a trabajar sobre ello; sin embargo, en los últimos años ha habido mucho debate sobre si las mujeres trans son en realidad mujeres… Siempre he pensado que no me importa la manera en la que una persona llega a ser mujer u hombre; no me importa, de verdad. Eso forma parte de su particularidad, de su singularidad, como la del resto. Quienquiera que se identifique como mujer, quiera ser una mujer y se presente como mujer, hasta donde llega mi entendimiento, es una mujer.

  • Catharine MacKinnon, feminista radical de vanguardia y activista.

La idea de que el feminismo radical verdaderamente revolucionario es el transinclusivo es una verdad como un templo. Honestamente, no entiendo cómo o por qué un sector del feminismo radical defiende teorías esencialistas de “casta sexual” basadas en conceptos biológicos y sexuales en lugar de la teoría de “clases sexuales”, como indicaron Wittig, Andrea y MacKinnon. ¿Se puede reformular el feminismo radical para que su transinclusividad, algo que le es consustancial, quede más en evidencia? Espero que sí. 

  • John Stoltenberg, feminista radical y activista.

 

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Es muy común que la ideología TERF de las autodenominadas “RadFem se encuentren con homólogos ideológicos como las de las viñetas.

*En los últimos años, la comunidad trans hemos dejado de hablar de las TERF como RadFems. Nuestros motivos han sido que existen una gran cantidad de feministas radicales, de segunda ola o separatistas lésbicas que consideran horrendas para el feminismo las conductas de las que he hablado antes. Como muestra de respeto a las RadFems auténticas, la comunidad trans ha dejado de equiparar la identidad de estos grupos radicales con la de las facciones de odio de algunos de ellos. De esta manera, usamos el término feminista, Trans Exclusionary Radical Feminists, Feministas Radicales Transexclusivistas o TERFs para distinguir a estos sectores de odo del resto del feminismo radical en general o de feministas transinclusivas como Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon.

(1) Se esperan que nos sorprendamos al ver las estadísticas de los asesinatos que sufren, y no se dan cuenta de que algunas de nosotras desearíamos que acabaran con TODOS.

  •  BevJo, opinadora TERF, autora y oradora.

(2) Aun cuando hay mucha gente que cree que la moralidad debe construirse en torno a la ley, yo creo que la eliminación del transexualismo no se conseguirá con que la legislación prohíba los tratamientos y cirugías transexuales sino con que lo limite y rebaje el apoyo otorgado al fomento de estereotipos de los roles sexuales, el principal causante del problema. Toda legislación debe orientarse a las condiciones sociales que iniciaron y promovieron en primer lugar la cirugía y el crecimiento del complejo médico-institucional que trasladó esos estereotipos a carne y hueso.

  • Janice Raymond (1980), “Technology on the Social and Ethical Aspects of Transsexual Surgery, opinadora TERF, autora y oradora.

(3) Hay ahora mismo una cosa que me confunde, y es que cuando presencio un debate legislativo en la Cámara de los Lores,suelo coincidir en su mayor parte con las posiciones de extrema derecha. Particularmente, con la persona con la que más estoy de acuerdo en esto,aunque no creo que le haga mucha gracia darse cuenta de ello, es Norman Tebbit… Tebbitt también habla de la salvaje mutilación del transgenerismoDe ocurrir en  culturas ajenas a las de las Islas Británicas, diríamos que se trata de una práctica cultural totalmente nociva, y que cómo es que no nos damos cuenta de ello aquí, en nuestra propia casa.

  • Sheila Jeffreys, doctora, académica y autora TERF, durante un discurso en la Conferencia en homenaje a Andrea Dworkin en el Centro de Estudios de Justicia de la Universidad de Oxford.

(4) [La cirugía de reasignación de género] se parece a la política psiquiátrica de la Unión Soviética. Me refiero que el transexualismo debería verse a través de este prisma, como una agresión médica a los derechos humanos con tintes claramente políticos. La mutilación de cuerpos sanos y la sujeción de estos cuerpos a un tratamiento de corte tan peligroso viola el derecho de estas personas a vivir con dignidad en el cuerpo en el que nacieron, el cuerpo que Janice Raymond llama “nativo”. Es un ataque al cuerpo rectificar una condición política, una insatisfacción “de género” en una sociedad machista basada en una noción de diferencia de género falsa y construida políticamente… Obras recientemente publicadas sobre el transexualismo en las comunidades lésbicas muestran claros lazos del mismo con las prácticas sadomasoquistas.

  • Sheila Jeffreys

Que quede claro que la propia comunidad de Jeffrey, “Australian Lesbians”, fue pionera en la cirugía de reasignación en Australia.

Mi conclusión más importante es que el transexualismo es básicamente un problema social cuya causa no puede ser explicada excepto en términos de los roles sexuales e identidades que genera la sociedad patriarcal. A través de tratamientos quirúrgicos y hormonales, los transexuales renuncian a sus cuerpos “nativos”, especialmente a sus órganos sexuales, en pos del cuerpo y de los órganos sexuales del sexo opuesto. Lo hacen principalmente porque su cuerpo y genitalidad encarnan principalmente la esencia de su masculinidad rechazada y su feminidad deseada. De esta manera, el transexualismo se presenta como el resultado de definiciones socialmente prescritas sobre masculinidad y feminidad, una de las cuales el transexual rechaza para bascular hacia la otra. De esta manera, en el capítulo III argumento que la Primera Causa del Transexualismo es una sociedad definida por el género cuyas normas de masculinidad y feminidad generan el deseo de transexualizarse… Creo que el primer motivo para ello no puede derivarse de actitudes y/o conductas intrapsíquicas o incluso de procesos de condicionamiento familiar, sino de los roles de una sociedad definida por el género (lo cual, en un sentido aristotélico, dispara el resto de causas).

  • Janice Raymond (1979), El Imperio Transexual, p. 16.

Un número significativo de hombres trans son lesbianas que anuncian que quieren transitar en un intento de huir de la misoginia, tanto de su versión más interiorizada como la de la sociedad. Un número significativo de mujeres trans son hombres homosexuales, presionados a tarnsitar por una sociedad conservadora que odia la disconformidad de género de estos hombres.

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Los derechos reproductivos también pertenecen a las mujeres trans

Original en Everyday Feminism por Luna Merbruja, «4 Ways To Center Trans Women In Reproductive Justice«.

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Tenía 17 años la primera vez que me dijeron que me iban a esterilizar. No me lo creía, aunque ya había oído rumores a través de otras personas trans de que igual  me ocurría al empezar la terapia de hormonación, nadie me dijo que fijo me iba a pasar.

El personal terapeuta al que me encomendé disponía de una enorme lista de cosas que debía tener en cuenta antes de comenzar la terapia hormonal; sin embargo, con lo que no podía tragar en ese momento era con lo de la esterilización. Toda mi vida había soñado con ser madre, mi criatura sería un bebé marroncito y regordete con ojos marrón oscuro y abundante cabello en la cabeza, con mi ADN como parte de la mágica existencia de este ser angelical.

Sin embargo, ese sueño se desvaneció de un plumazo, el médico le dijo a mi yo de diecisiete años que me iba a quedar estéril a un año del tratamiento. Me ofrecieron una opción: almacenar esperma en un banco para mis potenciales criaturas futuras. El precio que me dieron oscilaba en torno a los 500 euros  por congelar una primera muestra y una cuota de 50 al mes por su mantenimiento.

Lo descarté al momento al interponerse de nuevo una barrera financiera entre mí misma y mis sueños. Me fui sabiéndome derrotada, sin más alternativa que comenzar el tratamiento lo antes posible y preocuparme por la procreación más adelante. Antes siquiera de poder darle más vueltas al asunto, me informaron de que necesitaba del consentimiento de mi madre para dar comienzo al tratamiento. Al preguntarle, se opuso frontalmente y me excluyó de la cobertura sanitaria familiar. En un principio estallé de ira al ver que mi madre también suponía una barrera; sin embargo, al poder pensar más sobre el tema de la esterilización, llegué a la conclusión de que era un compromiso demasiado grande, así que abandoné la idea.

4 años después me vi en las mismas, en la consulta del médico dos días antes de Navidad preguntándole por la terapia de hormonación. Aún sin un duro y por tanto incapaz de financiarme el banco de esperma, comencé la terapia prometiéndome a mí misma que si en un año no me encontraba satisfecha con sus efectos, la abandonaría.

Hoy en día ya he superado el umbral de la esterilidad. Ya he lamentado mi incapacidad para procrear criaturas con una carga genética originaria de múltiples estirpes  , cada una de ellas intrínsecamente  ligada a las luchas antirracistas. No puedo procrear, y no hay un movimiento en favor de los derechos reproductivos que se plantee ayudarme.

Hasta que vi la actuación de Micha Cárdenas sobre su embarazo como mujer trans y tuve una revelación. Era y es posible incluso hoy quedarse embarazada de nuevo. Es decir, que las mujeres trans que interrumpen su tratamiento hormonal durante unos meses pueden hacer remitir la esterilidad y quedarse de nuevo embarazadas con esperma viable. Como público, según Micha se mostraba ante su arte y las imágenes microscópicas de su esperma, aún útil, lloré desconsoladamente. Había estado sometida a tratamiento hormonal durante años y aún pudo quedarse embarazada. Todo esto me abrió un amplio abanico de posibilidades y esperanza. ¡Y alegría! ¡Y felicidad!

También desató en mí una ira volcánica. Me tiré horas diseccionando minuciosamente todos los sistemas y estructuras que limitaban mi conocimiento y habilidad para poder procrear. Aprendí varias cosas de esta experiencia, cosas que he querido recopilar para conseguir que las luchas por la justicia reproductiva incluyan a las mujeres trans. Con suerte, gracias a un poco de pedagogía y más presencia de las mujeres trans, muchas de nosotras dejemos de ver el paso por la terapia hormonal como el fin de nuestras esperanzas de crear una familia. Y espero también que con más pedagogía e incluyendo los elementos de esta lista al corpus de la justicia reproductiva, las mujeres trans veamos ampliadas nuestras posibilidades de planificación familiar.

  1. Bancos de esperma a precios asequibles o gratuitos.

Como os he contado, almacenar esperma en un banco quedaba fuera de mis posibilidades económicas. Además, lamentablemente, muchos médicos, incluyendo muchos especializados en pacientes transgénero, nos urgen a las mujeres trans a comenzar cuanto antes la terapia hormonal. Incluso a mí ahora, con 21 años, me dice un médico que se encarga de decenas, o quizá de cientos de pacientes trans, que me tome la dosis máxima para que los resultados sean “los mejores”; es decir, que parezca lo más cis posible. Qué casualidad que justo me lo recomendara cuando le comuniqué mis reservas al respecto de la esterilización.

¿Qué podemos hacer? Actualmente las pastillas anticonceptivas cuestan en torno a 20-50€ al mes, dependiendo. Los bancos de esperma  te cuestan 40€ al mes tras una primera consulta y un primer procesamiento y congelamiento estándar de esperma, que cuesta en torno a 500€. Los métodos anticonceptivos son relativamente caros; sin embargo, la lucha por la justicia reproductiva ha combatido sin descanso por hacer que sean lo más asequible posibles. Un ímpetu que ya me gustaría ver a la hora de facilitar a las mujeres trans opciones reproductivas, por ejemplo, recaudando fondos y organizándose para luchar por cambiar la ley y que se creen blancos de esperma a precios asequibles o gratuitos para las mujeres trans a través planes sanitarios, tanto públicos como privados.

  1. Evitar que las mujeres trans sufran violencia

Morgan Robyn Collado me inspiró a reestructurar los criterios de la justicia reproductiva para que incluyera por fin a las mujeres trans con su discurso:

Si las mujeres trans negras e hispanas no podemos reproducirnos porque estamos sometidas a niveles altísimos de violencia, esto también es justicia reproductiva. Si no podemos crear una red de personas y comunidades que constituyan una familia por la transmisoginia a la que estamos sometidas, entonces esto también le concierne a la justicia reproductiva.

Así en resumen, si nos asesinan, ¿cómo vamos a poder crear familias? La violencia contra las mujeres trans tiene tintes es gravosa; entre 2008 y 2015 fueron asesinadas 1700 mujeres trans en todo el mundo, de las cuales en torno al 80% no eran blancas. Por claro que quede que estos crímenes son producto de la transmisoginia, la misoginia de corte racista, o “misoginoir”, la misoginia que que sufren con especial saña las mujeres negras, también juega un papel importante.

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Esta violencia no es accidental. Muchas mujeres trans sufren agresiones y son asesinadas por sus pajreas, lo que las coloca en una posición de especial vulnerabilidad a la hora de protegerlas. Para conseguirlo, debemos aplicarnos en la eliminación del racismo y la transmisoginia de nosotras mismas y de nuestras amplias comunidades, lo que significa que quien no sufre estos problemas debe educarse en múltiples ámbitos feministas, debe apoyarnos facilitándonos el acceso laboral a empleos sostenibles y denunciar la transmisoginia venga de donde venga. Solo así se podrá eliminar la cultura que nos despersonaliza.

Hasta que no disfrutemos de la consideración de personas  humanas válidas y encantadoras, continuaremos sufriendo una violencia brutal. Y no hay quien cree una familia sana y feliz bajo esta premisa.

  1. Empleo digno con seguro médico.

Ah, el empleo. ¿Es que acaso no buscamos todo el mundo ese empleo que satisfaga  nuestras necesidades y que a la vez no nos sorba el alma? Sí, así es, y adivinad quienes somos las que menos probabilidad tenemos de conseguirlo. Efectivamente, las mujeres trans.

Vale, partamos de que esto es muy idealista, pero si no me pongo altas expectativas y esperanzas no creo llegar a obtener nunca ni la mitad de lo que pido, así que por favor, ayudadnos a que podamos cumplir este sueño, dadnos a las mujeres trans la oportunidad de poder fracasar, de crecer profesionalmente y de que nos tomen en serio en nuestros puestos de trabajo.

Muy pocos entornos laborales nos apoyan para que aprendamos a mejorar nuestras habilidades en ellos. La mayoría exigen requisitos inusitadamente altos, en muchas ocasiones inalcanzables para nosotras. Por ejemplo, si echo el currículum en un sitio donde me ofrecen el salario mínimo es probable que no pueda hablar de mí ni de mis referencias por tener que usar mi nombre asignado al nacer y unos pronombres que nos e ajustan a la realidad.

La mayoría de puestos de trabajo exigen tener un año de experiencia y pese a ya poseerla por haber trabajado en diferentes puestos, no puedo darle validez a mi historia laboral sin salir del armario como trans, tanto a mi nuevo jefe como al anterior.

Algo útil para superar esto, o para atenuarlo sobradamente, sería aliarse con organizaciones de corte LGTBQIA+ y conseguir que nos publiciten, que nos den una visibilidad especial a las mujeres trans. Y no hablo de conseguir trabajos donde cobres el salario mínimo, hablo de puestos donde puedas disfrutar de acceso a la sanidad y donde sus beneficios te afecten tanto a ti como a tu familia; por  ejemplo, ganar un salario lo suficientemente alto para permitirte criar a tus retoños.

La mayoría de puestos de trabajo disponibles para mujeres trans no se remuneran. Aunque el trabajo pueda ser apasionante, en muy raras ocasiones ofrece unas garantías para poder crear una familia y mantenerla.

  1. Políticas de adopción orientadas a personas trans

Aunque no sé mucho de leyes, sé que hay mucha gente dentro del vasto mundo  de la lucha por la justicia reproductiva que sí, así que os necesitamos para conseguir cambios estructurales que nos apoyen a la hora de reproducirnos. Esas políticas deberían incluir criterios y sensibilidades a la hora de identificar la manera en la que la gente proyecta su transmisoginia en nosotras. Por ejemplo, la noción de que las mujeres trans somos acosadores sexuales de menores es demasiado común, algo que frena sobremanera nuestras expectativas.

Disfrutar de leyes que promuevan prácticas específicamente no discriminatorias, junto con las habilidades adecuadas para identificar este tipo de tendencias y educar sobre respeto básico a la gente trans mejoraría las oportunidades reproductivas de las mujeres trans a la hora de adoptar y procrear.

Mejor todavía, emplear a mujeres trans en estas agencias de adopción y planificación familiar para trabajar con futuras madres trans. Esto ya sería hasta un sueño. Es absolutamente imprescindible que haya alguien con quien podamos hablar de nuestras ansiedades maternales, ya que es harto difícil gestionar todas esas emociones mientras vivimos con el recordatorio constante (y jodido) de que las “mujeres de verdad” son las que menstrúan.

Disponer de una persona que honestamente nos escuche y de por buenos nuestras ansiedades maternales sin anular nuestra feminidad es algo imprescindible si queremos crear una cultura de apoyo a las familias de las mujeres trans.

***

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Históricamente, hemos sido las mujeres trans las que hemos estado en la primera línea de la lucha política y las que hemos facilitado infinitas cantidades de esfuerzo físico y emocional a la juventud luchando por hogares para ella. Muchísimas mujeres trans han acogido y alimentado a jóvenes trans y LGTB/GSD en general, al estilo de Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera con su STAR House. Las mujeres trans estadounidenses fueron pioneras en la creación de hogares relacionadas con su “ball culture”, una subcultura solidaria de corte LGBT/GSD, a través de la cual facilitaron el acceso de jóvenes sexodivergentes y trans de todas las edades a familias que les aceptaron y quisieron. Este tipo de conductas solidarias ha sido algo históricamente muy importante en términos de lucha social. Hoy en día aún existen organizaciones y refugios como Casa Ruby o Jazzie’s Place.

Apoyarnos a las mujeres trans  en esta materia es necesario para que la lucha de la justicia reproductiva pueda seardigna de su nombre. Es imposible que una comunidad pueda sostenerse únicamente mediante acciones individuales, como demostraron el desmantelamiento de la STAR House y la Transie House, por lo que si dispusiéramos de sistemas y estructuras que nos facilitaran el acceso a la reproducción, existiría menos juventud trans y sexodivergente siendo excluida del sistema de adopción y acabando en la indigencia.

Me quedan años para que pueda llegar a ser capaz de reproducirme, así que espero que hayamos progresado lo suficiente para que cuando llegue el momento pueda disfrutar de varias opciones para llevarlo a cabo. Este es un buen comienzo para reestructurar vuestro trabajo en esta materia y para que elaboréis una nueva estrategia para que vuestro entorno comience a apoyar más y mejor a las mujeres trans.

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Desempeñar la masculinidad

Original por  Robert Kazandjian en Media Diversified, Performing Masculinity.

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Mi padre nos cuenta muy a menudo la historia de cuando vio por primera y última vez a su padre llorar. A principios de febrero de 1958, Armenag Kazandjian, de seis años, se encontraba sentado a la mesa de su familia en el piso del Cairo, disfrutando de un bol de Ful, un plato tradicional de la cocina egipcia. Mi abuelo, Vahe, bebía café aromático y leía el periódico. Mi padre recuerda ver al suyo dejar con pasmosa tranquilidad el periódico en la mesa y clavar su mirada a través de una ventana abierta mientras sus ojos se humedecían y las lágrimas comenzaban a a recorrer sus hirsutas mejillas. Mi padre quiso saber qué pasaba, y mi abuelo, con sus ojos fijos en la atestada calle, le explicó que los jugadores del Manchester United más brillante de todos los tiempos se habían matado en un accidente de avión en Alemania. «Chavales», exclamó, «chavales jovencísimos».

La familia de mi padre estaba acostumbrada a tragedias inmensas. Sus padres eran niños cuando sobrevivieron al genocidio armenio. Crecieron en hogares desgarrados física y psicológicamente, entre comunidades que luchaban por reconstruirse. La madre de Vahe, huida de los pogromos antiarmenios de Estambul de 1915, vivía con la angustia de no poder facilitar un espacio digno a la creciente familia de su hijo. Considerándose una carga, subío hasta el tejado de su bloque de apartamentos y se arrojó al vacío. Mi padre y su hermano se enteraron de la terrible noticia al volver del colegio; sin embargo, nadie recuerda ver llorar a mi abuelo. La sociedad armenia era, y aún hoy lo es, profundamente patriarcal. Los hombres que sobrevivieron al genocidio cargaron con el peso de la vergüenza del desplazado; creían haber fallado como protectores arquetípicos de su pueblo. Esta humillación pasó de padres a hijos y así cristalizó la decisión de demostrar a perpetuidad  nuesra fortaleza patriarcal. La respuesta estoica de mi padre a la muerte de mis abuelos es muestra clara de esta herencia perniciosa.

Es probable que debido a esto el único recuerdo que guardaba mi padre sobre la vulnerabilidad de mi abuelo tras el desastre de Múnich explique su conexión emocional con el Manchester United de fútbol. Y pese a haber nacido y crecido pared con pared junto al estadio del Tottenham, el deseo por emular a mi padre me hizo pasearme por los parques del norte de Londres con un prominente cuello alto como el de nuestro «Rey», Eric Cantona.

Ver los partidos del United por la tele con mi padre comenzó a ser un ritual. En la intimidad de nuestro estrecho salón me fijaba en su manera de actuar casi tanto como lo que ocurría en el campo. Si aplaudía uno de los pases de «quaterback» de Paul Ince, yo hacía lo propio. Si se levantaba del sofá para celebrar los goles de Andy Cole, yo también. Si se hartaba a lanzar insultos a la pantalla, yo los memorizaba, por raros que me resultaran y los repetía por lo bajini. Y si golpeaba brutalmente el puño contra la mesa del café de pura rabia, ahí que iba yo, esperando que mi padre no notara el dolor que casi se me escapaba por los ojos.

Y así aprendí a desempeñar mi masculinidad. A través del prisma que me otorgaba ver el fútbol con mi padre, entendí que lo que se esperaba de mi era tragarme la decepción y la tristeza, transformarla en ira y escupirla como la llama de un dragón. Al crecer, apliqué esta manera de entender la vida a todo y a todo el mundo de mi entorno: expulsiones del colegio, agujeros con la forma de mi puño en las puertas de los dormitorios, costillas rotas y narices quebradas dejaban de manifiesto mi compromiso con convertirme en un «hombre hecho y derecho». Aprendí que toda la infelicidad que sintiera debía enmascararla con pintura de guerra, lo que me condujo a un camino de destrucción. Solo a través de la lectura y escritura en los últimos años de mi adolescencia comencé a desmontar mis tóxicas ideas en torno a la masculinidad.

Ya en la universidad, volvía a casa regularmente para mantener viva la tradición de ver al Manchester United con mi padre. Compartir ese tiempo con él viendo un partido se había convertido en algo altamente sentimental para mí, algo que creía recíproco. Este sentimentalismo se hacía astillas muy a menudo cuando regresaba a casa y le encontraba dejándose hasta los últimos cuartos en apuestas. También me invadía la tristeza cuando oía a su coche detenerse fuera mediada la segunda mitad. A pesar de estar desarrollando la necesidad reconocer de manera honesta mis emociones, sentía pánico ante la posibilidad de mantener una conversación sentimental con mi padre,  por lo que prefería volver a optar por la rabia, algo que me era mucho más familiar.

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El día en el que le diagnosticaron cáncer a mi hermano,  no acudí a mi familia para buscar esa tranquilidad que todos y todas necesitábamos, opté por ir al gimnasio a levantar peso. Tan decidido me encontraba a ser «fuerte», que elegí la expresión más literal. Me decidí por presas de banco y peso muerto en lugar de mostrarme abiertamente vulnerable y mostrar mis miedos a la gente de mi entorno más cercano. Y ahora me toca vivir con ese vergonzoso recuerdo.

La construcción patriarcal de la masculinidad es algo muy real, y es algo que nos desguaza por dentro. Nos condiciona para rechazar las respuestas genuinas al dolor que  nosotros mismos experimentamos y al dolor que sufren las personas de nuestro entorno. Al bloquear cualquier expresión sana de nuestros sentimientos, exteriorizamos en primer lugar nuestro dolor agrediendo y violentando a otras personas, especialmente mujeres, aunque posteriormente ese dolor también se vuelva contra nosotros. Todo esto resulta en nuestras parejas temblando por la intensidad con la que alzamos la voz, o en nuestros hijos imitando nuestras conductas y en nuestras hijas condicionadas a aceptar nuestros abyectos comportamientos como algo corriente. Algo que resulta en enviar fotos de pollas sin consentimiento, en insultar a una mujer a la cara tras haber rechazado esta nuestras agresivas proposiciones. Algo que resulta en no ver nada de malo en emborracharnos hasta caer inconscientes o en un «eso para mí no es violar». Toda esa crueldad y resentimiento se encuentran arraigados en nuestra genuina y primigenia decisión de desplegar de la manera más concisa nuestra «fortaleza» mientras abandonamos los poderes terapéuticos que conlleva asumir nuestra denominada «vulnerabilidad».

Hoy, el disfrute de los partidos del United con mi padre se ha visto enturbiado por la aflicción. No se encuentra bien, su memoria a corto plazo se le escapa como vapor por una ventana. En un par de días, le cuesta recordar los detalles de los partidos más apasionantes. En verano, el equipo que ambos amamos fichó al capitán y al máximo goleador histórico de Armenia, Henrik Mkhitaryan, algo que nos llenó de euforia. El domingo pasado, en Old Trafford, Mkhitaryan corrió a por un balón dividido, se lanzó un autopase y disparó hacia la portería del Tottenham, alojando el balón en las mallas, convirtiéndose así en e l primer armenio en anotar un gol en la Premier. Lloré. Miré a mi izquierda y mi padre lloraba también, sin ningún rubor. Puede que derramáramos lágrimas porque ser armenio es algo oscuro y desconocido, algo que requiere de explicaciones y mapas y que, sin embargo, ese día la norma no se cumplió. Quizá lloramos porque el gol de Henrick Mkhitaryan representaba el símbolo de nuestra supervivencia y crecimiento tras el genocidio, en un mundo en el que nuestros opresores deseaban nuestra desaparición. Puede que mi padre pensara en el Cairo y en ese plato de ful, y en las lágrimas de su padre. Quizá lloré porque sabía que pronto no recordaría jamás ese momento.

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Las feministas creyentes también son feministas

Original por , and , en The Huffington Post.

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Parece ser que cada pocas semanas una celebridad declara con orgullo y a voz en grito que no es feminista: mujeres como Shailene Woodley, Katy Perry, Kelly Clarkson, Kendall Jenner lo han hecho recientemente.

Estas mujeres escudan su rechazo a proclamarse feministas en que no odian a los hombres, haciéndose eco de una de las más intratables, somnolientas y denigrantes caracterizaciones del feminismo, o insistiendo en que, personalmente, ellas no sufren opresión, haciendo caso omiso de que los papeles sólidos y cautivadores para mujeres llegan a su fin décadas antes que los de los hombres, o que hace poco, la actriz Maggie Gyllenhaal, de 37 años, fue rechazada para interpretar el papel de interés amoroso de un hombre de 55 por ser considerada “demasiado vieja”.

Incluso si aceptamos los argumentos de estas jóvenes estrellas que defienden que no sufren discriminaciones, las feministas nos preguntaríamos dónde queda su preocupación por otras mujeres menos privilegiadas. Una cuestión a la vez frustrante y justificada, por otra parte.

Por un lado, ¿a quién le importa lo que una estrella del espectáculo piense sobre el feminismo? Por otro lado, estas mujeres tienen un enorme poder de influencia sobre otras mujeres jóvenes. Al expresar displicentemente, «yo tengo derechos, así que ¿quién necesita el feminismo?» deshonran los sacrificios de las que lucharon antes que nosotras e ignoran el hecho de que los derechos de las mujeres aún  están en liza. Aún no están garantizados los derechos de las mujeres que luchan por eliminar la brecha salarial, por los permisos de maternidad y por el acceso a la sanidad reproductiva. Aún no están garantizados para las mujeres no blancas o las del espectro LGTB/GSD.

Y aún continúan debatiéndose los derechos de las mujeres creyentes.

El género sigue siendo un asunto muy importante en el seno de las tradiciones religiosas de corte patriarcal, y muchas mujeres continúan sin tener acceso a muchos roles sociales debido a su género. Sin embargo, mientras el feminismo mayoritario prácticamente le ruega a las jóvenes estrellas que por favor, se definan como feministas, las mujeres creyentes sufren burlas por proclamar su identidad feminista y combatir el sexismo desde el interior de sus tradiciones.

¿Cómo hemos llegado las mujeres creyentes a ser feministas de segunda?

Entendemos que puede parecer que existe una desconexión entre nuestra fe y nuestro feminismo, también reconocemos que nuestras tradiciones religiosas han sido sometidas a un filtro interpretativo de corte sexista, y sin duda comprendemos por qué muchas feministas abandonan su fe, pues nosotras también nos hemos visto tentadas a hacer lo mismo.

Sin embargo, aunque toda feminista judía, cristiana y musulmana abandonara sus tradiciones, aún quedarían mujeres que permanecerían, mujeres cuya decisión de seguir en su mismo entorno les reportaría consecuencias jurídico-religiosas. Seguirían estando sometidas a la Halajá, a las fatuas y al derecho canónico; seguirían sufriendo exclusión del acceso a puestos de responsabilidad y continuarían enfrentándose a opresión ejercida por parte de miembros de sus comunidades que consideraran válido el estatus menor de las mujeres en base a las enseñanzas de sacerdotes, rabinos e imanes iluminados.

Reconocemos y nos preocupamos por las consecuencias reales de nuestra fe en el mundo; sin embargo, también reivindicamos los mensajes fundacionales de nuestras creencias por lo que son y por las maneras en las que han sido malinterpretados. En otras palabras, nos negamos a que nuestra tradición religiosa se defina en base a interpretaciones sexistas.

Este rechazo se está expresando de varias maneras: académicas feministas y judías, cristianas y musulmanas estamos trabajando dentro del marco de traducciones existente de la Torá, la Biblia y el Corán, produciendo nuevas traducciones y, en ocasiones, cuestionando la autenticidad y divinidad de pasajes irremediablemente sexistas.

Al mismo tiempo, otras activistas están llevando a cabo rezos, cultos y liturgias subversivas para dejar en evidencia el arraigadísimo sexismo de las instituciones religiosas. Anat Hoffman fue detenida y cacheada por una acción en la cual buscaba el reconocimiento delas mujeres judías que deseen rezar en alto junto a sus correligionarios hombres en el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén. Kate Kelly recibió la excomunión tras fundar el movimiento «Mujeres que decretan» (Ordain Women), para defender el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad en el seno de la Iglesia Mormona. Amina Wadud sufrió condenas internacionales y amenazas de agresión por ser la primera mujer en dirigir un rezo musulmán mixto en Estados Unidos.

Todas estas mujeres se han aplicado y se han mantenido firmes ante la posibilidad de abandonar sus creencias ante interpretaciones sexistas. Valentía es esto. Feminismo es esto.

 Y, pese a todo, mientras el feminismo mayoritario se arrastra ante las jóvenes estrellas para solicitarles un servicio a la lucha, las mujeres creyentes aplicadas en un trabajo valiente y arduo tienen que aguantar continuamente la comidilla de que «no son feministas de verdad».

Sabemos que mucha gente piensa que el único acto genuinamente feminista que puedes llevar a cabo con respecto a las religiones es abandonar sus tradiciones típicamente patriarcales. Nosotras defendemos que también puede serlo permanecer, y esperamos con ansia el día en que hacerlo no ponga en cuestión ni nuestra fe ni nuestro feminismo.

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Por qué no deberíamos celebrar nada el 12 de octubre. Cristóbal Colón al descubierto.

Original por Howard Zinn en Jacobin Magazine, «The Real Christopher Columbus«.

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Mujeres y hombres arawak, sin ninguna prenda, de tez leonada y en la plenitud de su asombro, surgieron de sus aldeas hacia las playas de la isla y nadaron para acercarse al enorme y extraño barco fondeado en la bahía. Cuando Colón y el resto de su tripulación desembarcaron con sus espadas, la población arawak les agasajó con comida, agua y regalos. Según escribió en su diario de a bordo:

«Traían ovillos de algodón hilado y papagayos y azagayas y otras cositas que sería tedio de escribir, y todo daban por cualquier cosa que se los diese… Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia… que Vuestras Altezas cuando mandaren puédenlos todos llevar a Castilla o tenerlos en la misma isla cautivos, porque con cincuenta hombres los tendrán todos sojuzgados y les harán hacer todo lo que quisieren.»

El pueblo arawak de las Islas Bahamas tenía bastante en común con la población nativa del continente, cuya hospitalidad (que los europeos se encargaron de registrar insistentemente) y fe en compartir eran dignas de renombre. Estas características no eran comunes en la Europa del Renacimiento, cuyo clima estaba controlado por la religión de los papas, el gobierno de reyes y el frenesí por los metales preciosos que a partir de entonces dominaría la agenda de la civilización occidental y de su primer mensajero, Cristóbal Colón.

A Colón le preocupaba especialmente conocer cierta información. ¿Dónde estaba el oro? Había conseguido convencer  a los Reyes Católicos para que le financiaran una expedición hacia unas tierras y una riqueza que esperaba conseguir al otro lado del Atlántico: las Indias, Asia, oro y especias. Como mucha otra gente de su tiempo, sabía que la tierra era redonda y que podía navegar hacia el oeste para llegar al extremo oriente.

Hacía poco que la unión dinástica de Castilla y Aragón se había consumado, unificando gran parte de la península ibérica bajo un mismo matrimonio y poniendo la primera piedra de uno de los nuevos estados-nación europeos, al estilo de Francia, Inglaterra y Portugal. La mayoría de su población estaba formada por el campesinado, gran parte del cual, desposeído, trabajaba en tierras de la nobleza, que constituía el 2% de la población y poseía el 95% de la tierra. Como otros estados del mundo moderno, España buscaba oro, símbolo de riqueza que en esa época comenzaba a superar en utilidad a la tierra, porque permitía el acceso a cualquier cosa.

Asia estaba, se decía, llena de oro, y de sedas y especias, que Marco Polo y muchas otras expediciones habían traído siglos atrás. Sin embargo, Constantinopla y el mediterráneo oriental habían caído en manos del imperio turco, controlando todas las rutas hacia Asia, por lo que se precisaba de otra vía. Navegantes portugueses ya había conseguido bordear el continente africano a través del cabo de Buena Esperanza. Castilla decidió jugársela con un viaje transoceánico a través de unas aguas desconocidas.

A cambio de oro y especias, le prometieron a Colón el 10% de los beneficios, el gobierno sobre las nuevas tierras recién descubiertas y el prestigio de un nuevo título: Almirante de la Mar Océana. Colón era un empleado de una oficina comercial de Génova, en Italia, tejedor a ratos (era hijo de un tejedor profesional) y un marinero experto. Zarpó con tres barcos, el mayor de los cuales era la Santa María, una pequeña carabela de unos 30 metros, y 39 tripulantes.

Colón jamás habría conseguido llegar a Asia, miles de kilómetros más alejada de lo que él creía, imaginando un planeta más pequeño, habría perecido víctima de la inmensidad del océano. Sin embargo, tuvo suerte, a un cuarto de esa distancia se encontró con unas tierras desconocidas y no cartografiadas entre Europa y Asia: el continente americano. A principios de octubre de 1492, 33 días después de dejar atrás las Islas Canarias, frente a la costa atlántica de África, vieron ramas y palos flotar sobre el agua y bandadas de pájaros sobrevolar sus cabezas.

Había tierra cerca. El día 12, un marinero de nombre Rodrigo distinguió la luna de primera hora de la mañana ocultarse sobre claras arenas, y avisó a sus camaradas. Se trataba de una isla de las Bahamas, en el mar Caribe. El primer hombre en ver tierra tenía previsto obtener como recompensa una pensión anual de 10.000 maravedíes de por vida, pero Rodrigo no vio ni una moneda: Colón se apuntó el tanto proclamando que el que ha había visto aquellos reflejos era él la mañana anterior, llevándose el premio.

Cuando se acercaron para fondear, se encontraron con la población nativa arawak, que se lanzó al agua para recibirles. La tribu arawak vivía en pequeñas comunas y había desarrollado una agricultura basada en el maíz, la batata y la yuca. Molían y tejían, pero no tenían acceso a caballos u otros animales de tiro. Desconocían el hierro, pero vestían pequeños ornamentos en oro en las orejas.

Esto último parecía ser algo aparentemente insignificante pero hizo que Colón embarcara privados de libertad a varios arawak para que le indicaran cuál era el origen de todo ese oro. Zarpó rumbo a la actual Cuba y más tarde a la Española (isla que comparten Haití y la República Dominicana). Allí, pepitas de oro en los lechos de los ríos y una máscara de oro que le fue presentada a Colón por un cacique local llevaron a despertar las ensoñaciones de ciudades de oro en los marineros del otro lado del océano.

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El informe que presentó el genovés a los Reyes Católicos estaba lleno de extravagancias. En él, insistía en haber llegado a Asia (llegó a Cuba) y a una isla de la costa de China (la Española). Muchas de sus descripciones eran ficticias.

«Mas es tanto y en tantos lugares y en esta misma isla Española -dice el Almirante-, que es maravilla. En la isla Española se cogían pedazos de oro de las minas como granos de trigo. También hay mucho ají, que es su pimienta, de ella que vale más que pimienta, y toda la gente no come sin ella, que la halla muy sana: puédense cargar cincuenta carabelas cada año en aquella Española.»

La población indígena, según Colón, era «tan inocente y libre de posesiones que nadie que no lo haya visto antes lo creería. Cuando les pides algo, nunca te dicen que no, con todo el mundo lo comparten…” Pone fin al escrito solicitando ayuda a sus majestades ofreciéndoles en su próximo viaje “volver con todo el oro que puedan necesitar… y todos los esclavos, también».

Gracias a este grandilocuente informe y a sus promesas ficticias, en su segundo viaje Colón pudo contar con diecisiete barcos y más de mil doscientos tripulantes. El objetivo estaba claro: oro y esclavos. Desde su base en la actual Haití, Colón envió una expedición hacia el interior del golfo de México. Volvieron de manos vacías y no vieron ninguna ciudad de oro, pero con algo debían llenar los barcos antes de volver a la península ibérica.

En 1495 Colón desató una gran redada con el objetivo de capturar y esclavizar población nativa. 1500 personas de la tribu arawak; hombres, mujeres y menores fueron puestos bajo custodia por los españoles y sus perros. Más tarde, 500 de estas personas, las que consideraron mejores especímenes, fueron confinados en las bodegas de los barcos. Solo 300 sobrevivieron a la travesía.

Gran parte de la población murió en cautividad. Y Colón, ansioso por devolver el dinero que habían invertido en él y su empresa, tenía que llenar los barcos de oro. En la provincia de Cicao, Haití, donde tanto él como muchos de sus hombres habían imaginado que se alzarían enormes ciudades doradas, ordenó que todas mayores de 14 años recogieran una cantidad determinada de oro cada tres meses. Una vez depositado, obtenían una pequeña pieza de cobre. Si les pillaban sin ese distintivo, les serían seccionadas ambas manos sin posibilidad de auxilio, abandonándoles hasta la muerte mientras se desangraban.

Los trabajos impuestos a la población eran imposibles de satisfacer. El único oro presente en la zona eran pequeñas pepitas de polvo de oro sacadas de los lechos de los ríos. De esta manera, muchas personas optaron por la huida, pero caían fácilmente bajo las fauces de los perros y finalmente morían. Cuando era obvio que oro se había agotado, se obligó a la población a acometer trabajos forzosos en grandes fincas, que más tarde se conocerían como encomiendas. La intensidad del trabajo causó la muerte a miles. Hacia el año 1515 se estima que existía una población nativa de 50.000 personas, hacia 1550 solo quedaban 500 y un informe de 1650 es conciso afirmando que para ese entonces ya no queda nadie de las poblaciones originarias ni de sus descendientes.

La principal fuente de información, y en muchos casos la única, sobre lo acontecido en las islas del Caribe tras la llegada de Colón es Bartolomé de las Casas, un joven sacerdote que participó en la conquista de Cuba. En un primer momento se hizo plantador, albergando en su hacienda a población nativa esclava, pero finalmente abandonó su puesto y se convirtió en uno de los mayores críticos del colonialismo español. Las Casas transcribió los diarios de Colón y, en la cincuentena, escribió en varios volúmenes su famosa «Historia de las Indias».

En el segundo tomo de «Historia de las Indias», Las Casas, el cual urgió que se reemplazara a la población nativoamericana por negra traída de África, creyendo que su fortaleza propiciaría su supervivencia; sin embargo, las consecuencias del trabajo esclavo en estas personas le harían desistir, habla sobre el trato del colonialismo español a la población nativa.

Poco tiempo después, según sus escritos, los colonizadores dijeron que ya no andarían más: «montaban sobre las espaldas de los Indios si tenían prisa» o les llevaban en hamacas por parejas de personas haciendo relevos. «También tenían Indios con grandes hojas para ocultarles el sol y otros para abanicarles con plumas de ganso».

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Un control absoluto llevó a la crueldad más absoluta. A los españoles «no les importaba acuchillar a Indios de diez y de veinte y de partirles en pedazos para probar el filo de sus espadas». Todo intento de rebelión fue sofocado. Según Las Casas, «sufrían y morían en las minas y otros trabajos en la desesperación del silencio, sin saber de ningún alma que pudiera acudir en su ayuda». Según él el trabajo en las minas transcurría así:

«… desgarran montañas de arriba abajo miles de veces; cavan, rompen rocas, mueven piedras y transportan tierra en sus espaldas para limpiarla en los ríos, mientras que quien se queda lavando el oro permanece en el río con las espaldas dobladas tan continuamente que se les rompen.»

Tras seis u ocho meses de trabajo en las minas, lo necesario para que el oro recolectado por cada grupo fuera el suficiente para poder fundirse, al menos un tercio de los trabajadores ya había muerto. Mientras que los hombres eran enviados a miles de kilómetros, las mujeres permanecían en las aldeas obligadas a arar la tierra para hacer sitio a miles de plantas de yuca.

«Y así maridos y mujeres solo se juntaban una vez cada ocho o diez meses y cuando se veían estaban tan agotados y deprimidos que ya no procreaban. Y los recién nacidos morían muy pronto porque a sus madres, agotadas y malnutridas, no les quedaba leche que darles… Muchas mujeres ahogaron a sus pequeños por pura desesperación… así los maridos morían en las minas, las mujeres en el campo y los niños de falta de leche… y en poco tiempo, una tierra tan fértil, poderosa y excelente, quedó falta de gente».

Cuando llegó a la Española en 1508, Las Casas dejó constancia de que «quedan 60.000 personas en esta isla, incluyendo los Indios, por lo que de 1494 a 1508 en torno a tres millones de personas han muerto por la guerra, la esclavitud y el trabajo en las minas. ¿Habrá alguien en generaciones venideras que pueda llegar a creérselo? A mí, incluso como testigo, ya me cuesta creer que sea verdad…»

Lo que Colón le hizo a la población arawak de las Bahamas, Cortés lo hizo con el Imperio Azteca de México, Pizarro con el Inca del Perú y los colonos ingleses de Virginia y Massachusetts a las poblaciones powhatan y pequot. Hicieron uso de las mismas tácticas, por las mismas razones: el frenesí el de los estados protocapitalistas europeos por el oro, esclavos y productos agrícolas con los que pagar los préstamos que financiaban sus expediciones, con los que a su vez financiar la cada vez más compleja burocracia de las crecientes monarquías occidentales, con los que estimular el crecimiento de una nueva economía monetaria que paulatinamente abandonaba el feudalismo, con los que participar en lo que Karl Marx posteriormente denominó «acumulación primitiva del capital». Así dio comienzo un intrincado sistema de tecnología negocio, política y cultura que llegaría a ser hegemónico durante los 500 años posteriores.

¿Sabemos a ciencia cierta que lo que destruimos era inferior? ¿Quiénes eran estas personas que se arrojaron a la playa y nadaron para llevar a Colón y a su tripulación regalos y presentes, estas personas que vieron a Cortés y Pizarro cabalgar sobre sus tierras? ¿Qué ganó la población española con toda esta muerte y brutalidad infringida contra la población nativoamericana? Según Hans Koning en su libro Columbus: His Enterprise:

«El oro y plata expoliados y transportados a España no repercutieron en una mejora del poder adquisitivo del pueblo español. Solo otorgó a sus gobernantes ventaja en el equilibrio de poder de la época y la oportunidad de contratar más mercenarios para sus guerras. Finalmente tuvieron que alzar la bandera blanca tras todas esas guerras y lo que quedó fue una brutal inflación, una población desabastecida, mayor poder adquisitivo para la minoría más rica y más pobreza para la mayoría más pobre, junto con un campesinado totalmente depauperado.»

Así dieron comienzo las invasiones europeas del continente americano y la posterior destrucción de los asentamientos indígenas. Un comienzo trufado de conquista, esclavitud y muerte. Sin embargo, cuando leemos libros de historia para colegios e institutos, todos comienzan hablando de «heroicas aventuras» y ninguno de derramamiento de sangre. Y el 12 de octubre, el día de la raza, de la Hispanidad y de Colón, continúa celebrándose a lo largo de todo occidente.

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Cómo diferenciar entre la solidaridad sincera y las alianzas teatreras

Original en Black Girl Dangerous, «How to tell the difference between real solidarity and ‘ally theatre’«.

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Si eres una persona en alguna situación de opresión envuelta en labores de activismo o alguien con una actividad intensa en redes sociales, o ambas cosas, es muy probable que te hayas enfrentado a esas personas autodenominadas «aliadas» con un concepto tan particular de «alianzas» que estabas mejor que se hubieran quedado en su casa.

Se mueven dentro de un espectro que abarca desde la fragilidad de la blanquitud a las estupideces cis, empezando por el «estoy de tu lado, así que deberías ser más agradable conmigo y educarme», estas «alianzas» han causado más perjuicio que favor a esas personas que prometen ayudar. Por eso hace tiempo que he dejado de usar la palabrita, salvo en ocasiones entre sarcásticas comillas.

Hace un par de meses, la columnista y editora Princess Harmony Rodríguez acuñó el término «alianza teatreras» en un artículo criticando la manera de actuar en las redes sociales  de determinadas personas que se autodenominan «aliadas».

Me encontraba hace poco twiteando sobre cómo mi recelo hacia las mujeres blancas ha influenciado mucho mi visión de la inocencia y la villanía. Al haber experimentado tantísima violencia por parte de mujeres blancas durante años, me suelo mostrar escéptica ante cualquier historia que pinte a la mujer blanca como inocente y a la negra como culpable, porque mi vivencia me indica lo contrario, que las mujeres blancas podrán hacernos cualquier cosa, que seguirán siendo ellas las víctimas y nosotras las villanas. Vamos, que no me fío de ellas, eso fue lo que twiteé.

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Así que adivinad lo que pasó, se dejó caer por ahí una «aliada».

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«Gracias por decirlo, soy blanca y soy consciente de que le hemos fallado a la gente negra desde siempre. Nos queda mucho trabajo por hacer».

Vale, empecemos por el principio: no  dije lo que dije POR ELLA. Notición: no todo lo que una persona negra diga sobre su vida es para vuestro consumo y rebote, gente no blanca.

Y segundo, de esto hablo cuando menciono lo de «alianza teatrera», ¿qué es lo que pretende diciendo eso? ¿De qué manera cree estar ayudando?

SPOILERS: nada y de ninguna. Es una manera de decir veladamente «eh, mírame, yo no soy como el resto de la gente blanca» decorado de tal manera que parece decir «la expresión de tu dolor me parece un material de lectura interesantísimo, gracias».

La necesidad de esta mujer por ocupar espacio de CUALQUIER modo, su necesidad mostrar esa alianza de manera pública, para que todo el mundo vea lo genial que es y lo diferente que es, ha pesado demasiado y se ha visto incapaz, tras leer los tweets, de tener la deferencia de callarse. Creo que resultaba bastante obvio en ese momento que la última persona con la que deseaba comunicarme es con una tipa blanca. Twiteé sobre todo el dolor el daño sufrido por culpa de mujeres blancas y la respuesta de esta chica se limita a «gracias por contarlo». Chica, te lo digo de corazón, vete al carajo.

Y no es la única, muchísima gente hace eso, muchísima gente hace el paripé con su alianza de maneras muy dolorosas. Y esto, amiguis, es hacer teatro, puro teatro, algo muy distinto a mostrar solidaridad de verdad. Hay muchas diferencias, de hecho, aquí os expongo algunas:

  1. La solidaridad sincera no necesita de un público que atestigüe lo genial que es tu alianza.

Mucha gente de la autodenominada «aliada» se han metido en esto porque aquí dan galletitas y es algo viste muy bien. Y tanto que si viste. Es verdad que es algo que algunas de estas personas ignoran, pero ocurre, y vaya que si ocurre. Estas personas, reconocidas como aliadas, que van en busca de su palmadita en la espalda, necesitan de un público que pondere sus actuaciones, ya sea de papeles figurantes o de protagonistas. Luchar contra la opresión no vale para nada para si nadie me mira.

En las redes sociales, sus «alianzas» se centran en compartir y retwitear comentarios o publicaciones racistas, misóginas y tránsfobas publicados por otra gente junto con un texto de su cosecha donde se quejan vehementemente en plan: ¡oh, que mire todo el mundo! ¡Esta persona es una tirana! ¡Miradme cómo lo expongo! Mirad, ¿veis lo que hago? Ojooooo.

No se les suele pasar por la cabeza que de no haber sido por su retwwet, era muy probable que nadie hubiera tenido constancia jamás esos comentarios racistas, misóginos o tránsfobos publicados en la cuenta de una persona que ni siquiera se ha cambiado el huevo de la foto de perfil y que tiene la friolera de 12 seguidores. Pero no, venga, qué puñetas, por qué no, pudiendo perfectamente evitarlo, exponer a más violencia a personas a las que les afectan estas cosas para que vean lo guay que es mi alianza.

Pongamos por caso que pasa esto:

Alguien cuelga un tweet ofensivo hacia una persona sexodivergente y no blanca. Decidme cuál de las siguientes opciones es la que consideráis solidaria:

  1. Retwitear el comentario ofensivo con un «JODER, todo es una mierda».
  2. Responder al horrendo comentario asegurándote de que incluyes a la persona ofendida a la que se dirigía el mismo para que vea lo bien que te estás portando.
  3. Responder directamente a la persona que ha comentado, sin retweets ni nada, y sin incluir a la persona ofendida a quien se dirigía el comentario.

Las opciones que no son c) son todas teatro, lo siento.

La solidaridad sincera no necesita ni de un público ni de una palmadita. Si se le da un correctivo a un troll y nadie más se entera (en el momento o después) el trabajo ya está hecho. Y tiene su efecto en el entorno, ya os digo.

Es muy posible que la persona a quien se dirigía la ofensa no desee enzarzarse con el troll; si la fuerzas a involucrarse en la discusión no estás aplicando ninguna solidaridad, solo violencia.

  1. Las alianzas teatreras y el paripé esconden sibilinamente quejas que resuenan a los típicos «no todos…» y «yo no soy como las demás…».

Las soflamas como «no todos los hombres», «no todos los blancos» se han convertido en algo tan común que ya han pasado a la categoría de parodia dentro de círculos con cierta sensibilidad social. Alguien con privilegio derriba la puerta de la conversación con un «no todos…» y nos partimos de risa, ponemos los ojos en blanco o nos burlamos en su cara, y a veces las tres cosas a la vez. El «no todos» es un intento directo para hacer descarrilar una conversación un intento de ocultar las vivencias producto de opresiones sistemáticas. Otras veces es la manera que tiene esa persona de decir «yo no» o «no soy como los demás…». Cuando su uso tiene como objetivo el descarrilamiento de la conversación, lo consideramos troleo clásico, pero cuando el objetivo es sustituirlo por un «yo no» estamos de nuevo ante otra muestra de teatro o paripé.

Aquí es donde vienen las curvas porque el tan manido «no todos…» ha pasado a ser una expresión tan denostada que nos provoca rechazo instantáneo, por eso aquellas personas que se reconocen como aliadas y que ya tienen cierta solera en estas lides la evitarán, obviamente. Si la mencionan se les pondrá la cruz  y se caerán del pedestal de las Alianzas, sí, con A mayúscula y quedará nulo su diploma de honor en Lucha Social.

El hecho de que no puedan decirlo no significa que su deseo por expresarlo haya desaparecido. Al contrario,  ese sentimiento permanece ahí, estimulando su ego como un juguete sexual. Después de todo, ¿de qué manera se enteraría el resto de la gente de que su Alianza está escrita con una A mayúscula y con letras de oro si no dejan lo suficientemente claro que NO SON COMO LA DEMÁS GENTE BLANCA/HETERO/CIS, etc.? Tienen que apañárselas para encontrar las otras mil maneras de expresar su tan querido «yo no soy como…» sin usar las palabras malditas.

He aquí el teatro, he aquí la alianza de paripé.

Pongamos por caso el siguiente ejemplo:

Una mujer negra twitea: uf, esta chica blanca me ha tocado el pelo sin mi permiso, ¿por qué tienen que ser así de maleducadas y creerse con derecho a todo? Decidme cuál de las siguientes opciones es la que consideráis solidaria:

  1. Responder con un «¿Qué demonios le pasa a ciertas personas blancas? ¡Yo soy blanco y no lo hago!».
  2. Responder con un «es que a la mayoría de la población blanca nos han educado a sentirnos con derecho sobre cualquier cosa en lugar del respeto hacia otras etnias».
  3. Responder con un «siento mucho lo que te ha ocurrido».
  4. No responder

Toda respuesta que no sea la d) (o la c) en ocasiones, si conoces a la afectada), es teatro.

La solidaridad sincera no consiste en decirle a las personas afectadas por tal o cual opresión, ya sea directa o indirectamente, que no eres como las demás o que tú, que no eres como las demás, tienes legitimidad para comentar sobre lo mal que se comporta el resto de la gente.

Porque, uno, la única manera consistente de no ser como las demás es NO SER como las demás y, dos, independientemente de la visión de una persona hacia tal o cual «ismo» o su espléndida y trabajada «alianza», esa persona se sigue beneficiando de pertenecer a un grupo privilegiado. El sistema está montado para que ciertos grupos sociales se beneficien de él y bajo ningún caso podrán evitarlo por mucho que bajen al barro. En otras palabras: SÍ son como las demás personas, así funciona el sistema de privilegio y la supremacía de ciertos sectores poblacionales.

  1. La solidaridad sincera va más allá de una etiqueta.

No entiendo a esa gente que se pone la etiquetita de «aliado» o «aliada» en sus biografías. «Profesor, jardinero, aliado blanco. #BlackLivesMatter.»

No, no, déjalo, en serio.

Creo que ya lo he dicho, pero una alianza no es una identidad.

Este mismo año una estudiante universitaria de etnia negra quiso transmitirme su frustración ante la conducta de una estudiante, blanca, que siempre que recibía un reproche por algún comportamiento o comentario opresivo se mostraba herida en sus sentimientos y sus respuesta hacían hincapié que esa eran maneras de negar su identidad de aliada.

Mi reacción fue un poco así:

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Ah, qué ahora una alianza es una identidad. Muy bien, perfecto, voy a tirarme por el balcón.

Escuchad: solidaridad significa actuar, punto. Si queremos mostrar solidaridad, nuestras acciones son lo único que cuenta. Que la gente privilegiada ponga la oreja y escuche lo que les piden los grupos oprimidos. Eso es lo que cuenta.

Ponerte la chapita de tu alianza y llamarla identidad y, peor, hacer gala de ella a modo de escudo para esquivar toda crítica de aquellas personas con las que supuestamente te has aliado es lo opuesto a solidaridad.

Ponerte la etiquetita en tu biografía es una manera rápida de mostrar a la gente de que lo único que buscas es tu galletita y lo siento, #buenono, pero yo no cocino.

Si te encuentras en alguno de los ejes de privilegio (blanquitud, heterosexualidad, cisexualidad, normofuncionamiento, etc.) y quieres mostrar tu solidaridad a personas en situación de desventaja, por favor, antes de lanzarte a hacer el papel de tu vida, pregúntate: «¿lo que voy a decir va a resultar de alguna manera beneficioso a quien se lo voy a decir? Y de ser así, ¿cómo?».

Si no te sale ninguna respuesta en condiciones, es probable que se trate de puro teatro, así que por favor, sal de escena.

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