Los derechos reproductivos también pertenecen a las mujeres trans

Original en Everyday Feminism por Luna Merbruja, «4 Ways To Center Trans Women In Reproductive Justice«.

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Tenía 17 años la primera vez que me dijeron que me iban a esterilizar. No me lo creía, aunque ya había oído rumores a través de otras personas trans de que igual  me ocurría al empezar la terapia de hormonación, nadie me dijo que fijo me iba a pasar.

El personal terapeuta al que me encomendé disponía de una enorme lista de cosas que debía tener en cuenta antes de comenzar la terapia hormonal; sin embargo, con lo que no podía tragar en ese momento era con lo de la esterilización. Toda mi vida había soñado con ser madre, mi criatura sería un bebé marroncito y regordete con ojos marrón oscuro y abundante cabello en la cabeza, con mi ADN como parte de la mágica existencia de este ser angelical.

Sin embargo, ese sueño se desvaneció de un plumazo, el médico le dijo a mi yo de diecisiete años que me iba a quedar estéril a un año del tratamiento. Me ofrecieron una opción: almacenar esperma en un banco para mis potenciales criaturas futuras. El precio que me dieron oscilaba en torno a los 500 euros  por congelar una primera muestra y una cuota de 50 al mes por su mantenimiento.

Lo descarté al momento al interponerse de nuevo una barrera financiera entre mí misma y mis sueños. Me fui sabiéndome derrotada, sin más alternativa que comenzar el tratamiento lo antes posible y preocuparme por la procreación más adelante. Antes siquiera de poder darle más vueltas al asunto, me informaron de que necesitaba del consentimiento de mi madre para dar comienzo al tratamiento. Al preguntarle, se opuso frontalmente y me excluyó de la cobertura sanitaria familiar. En un principio estallé de ira al ver que mi madre también suponía una barrera; sin embargo, al poder pensar más sobre el tema de la esterilización, llegué a la conclusión de que era un compromiso demasiado grande, así que abandoné la idea.

4 años después me vi en las mismas, en la consulta del médico dos días antes de Navidad preguntándole por la terapia de hormonación. Aún sin un duro y por tanto incapaz de financiarme el banco de esperma, comencé la terapia prometiéndome a mí misma que si en un año no me encontraba satisfecha con sus efectos, la abandonaría.

Hoy en día ya he superado el umbral de la esterilidad. Ya he lamentado mi incapacidad para procrear criaturas con una carga genética originaria de múltiples estirpes  , cada una de ellas intrínsecamente  ligada a las luchas antirracistas. No puedo procrear, y no hay un movimiento en favor de los derechos reproductivos que se plantee ayudarme.

Hasta que vi la actuación de Micha Cárdenas sobre su embarazo como mujer trans y tuve una revelación. Era y es posible incluso hoy quedarse embarazada de nuevo. Es decir, que las mujeres trans que interrumpen su tratamiento hormonal durante unos meses pueden hacer remitir la esterilidad y quedarse de nuevo embarazadas con esperma viable. Como público, según Micha se mostraba ante su arte y las imágenes microscópicas de su esperma, aún útil, lloré desconsoladamente. Había estado sometida a tratamiento hormonal durante años y aún pudo quedarse embarazada. Todo esto me abrió un amplio abanico de posibilidades y esperanza. ¡Y alegría! ¡Y felicidad!

También desató en mí una ira volcánica. Me tiré horas diseccionando minuciosamente todos los sistemas y estructuras que limitaban mi conocimiento y habilidad para poder procrear. Aprendí varias cosas de esta experiencia, cosas que he querido recopilar para conseguir que las luchas por la justicia reproductiva incluyan a las mujeres trans. Con suerte, gracias a un poco de pedagogía y más presencia de las mujeres trans, muchas de nosotras dejemos de ver el paso por la terapia hormonal como el fin de nuestras esperanzas de crear una familia. Y espero también que con más pedagogía e incluyendo los elementos de esta lista al corpus de la justicia reproductiva, las mujeres trans veamos ampliadas nuestras posibilidades de planificación familiar.

  1. Bancos de esperma a precios asequibles o gratuitos.

Como os he contado, almacenar esperma en un banco quedaba fuera de mis posibilidades económicas. Además, lamentablemente, muchos médicos, incluyendo muchos especializados en pacientes transgénero, nos urgen a las mujeres trans a comenzar cuanto antes la terapia hormonal. Incluso a mí ahora, con 21 años, me dice un médico que se encarga de decenas, o quizá de cientos de pacientes trans, que me tome la dosis máxima para que los resultados sean “los mejores”; es decir, que parezca lo más cis posible. Qué casualidad que justo me lo recomendara cuando le comuniqué mis reservas al respecto de la esterilización.

¿Qué podemos hacer? Actualmente las pastillas anticonceptivas cuestan en torno a 20-50€ al mes, dependiendo. Los bancos de esperma  te cuestan 40€ al mes tras una primera consulta y un primer procesamiento y congelamiento estándar de esperma, que cuesta en torno a 500€. Los métodos anticonceptivos son relativamente caros; sin embargo, la lucha por la justicia reproductiva ha combatido sin descanso por hacer que sean lo más asequible posibles. Un ímpetu que ya me gustaría ver a la hora de facilitar a las mujeres trans opciones reproductivas, por ejemplo, recaudando fondos y organizándose para luchar por cambiar la ley y que se creen blancos de esperma a precios asequibles o gratuitos para las mujeres trans a través planes sanitarios, tanto públicos como privados.

  1. Evitar que las mujeres trans sufran violencia

Morgan Robyn Collado me inspiró a reestructurar los criterios de la justicia reproductiva para que incluyera por fin a las mujeres trans con su discurso:

Si las mujeres trans negras e hispanas no podemos reproducirnos porque estamos sometidas a niveles altísimos de violencia, esto también es justicia reproductiva. Si no podemos crear una red de personas y comunidades que constituyan una familia por la transmisoginia a la que estamos sometidas, entonces esto también le concierne a la justicia reproductiva.

Así en resumen, si nos asesinan, ¿cómo vamos a poder crear familias? La violencia contra las mujeres trans tiene tintes es gravosa; entre 2008 y 2015 fueron asesinadas 1700 mujeres trans en todo el mundo, de las cuales en torno al 80% no eran blancas. Por claro que quede que estos crímenes son producto de la transmisoginia, la misoginia de corte racista, o “misoginoir”, la misoginia que que sufren con especial saña las mujeres negras, también juega un papel importante.

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Esta violencia no es accidental. Muchas mujeres trans sufren agresiones y son asesinadas por sus pajreas, lo que las coloca en una posición de especial vulnerabilidad a la hora de protegerlas. Para conseguirlo, debemos aplicarnos en la eliminación del racismo y la transmisoginia de nosotras mismas y de nuestras amplias comunidades, lo que significa que quien no sufre estos problemas debe educarse en múltiples ámbitos feministas, debe apoyarnos facilitándonos el acceso laboral a empleos sostenibles y denunciar la transmisoginia venga de donde venga. Solo así se podrá eliminar la cultura que nos despersonaliza.

Hasta que no disfrutemos de la consideración de personas  humanas válidas y encantadoras, continuaremos sufriendo una violencia brutal. Y no hay quien cree una familia sana y feliz bajo esta premisa.

  1. Empleo digno con seguro médico.

Ah, el empleo. ¿Es que acaso no buscamos todo el mundo ese empleo que satisfaga  nuestras necesidades y que a la vez no nos sorba el alma? Sí, así es, y adivinad quienes somos las que menos probabilidad tenemos de conseguirlo. Efectivamente, las mujeres trans.

Vale, partamos de que esto es muy idealista, pero si no me pongo altas expectativas y esperanzas no creo llegar a obtener nunca ni la mitad de lo que pido, así que por favor, ayudadnos a que podamos cumplir este sueño, dadnos a las mujeres trans la oportunidad de poder fracasar, de crecer profesionalmente y de que nos tomen en serio en nuestros puestos de trabajo.

Muy pocos entornos laborales nos apoyan para que aprendamos a mejorar nuestras habilidades en ellos. La mayoría exigen requisitos inusitadamente altos, en muchas ocasiones inalcanzables para nosotras. Por ejemplo, si echo el currículum en un sitio donde me ofrecen el salario mínimo es probable que no pueda hablar de mí ni de mis referencias por tener que usar mi nombre asignado al nacer y unos pronombres que nos e ajustan a la realidad.

La mayoría de puestos de trabajo exigen tener un año de experiencia y pese a ya poseerla por haber trabajado en diferentes puestos, no puedo darle validez a mi historia laboral sin salir del armario como trans, tanto a mi nuevo jefe como al anterior.

Algo útil para superar esto, o para atenuarlo sobradamente, sería aliarse con organizaciones de corte LGTBQIA+ y conseguir que nos publiciten, que nos den una visibilidad especial a las mujeres trans. Y no hablo de conseguir trabajos donde cobres el salario mínimo, hablo de puestos donde puedas disfrutar de acceso a la sanidad y donde sus beneficios te afecten tanto a ti como a tu familia; por  ejemplo, ganar un salario lo suficientemente alto para permitirte criar a tus retoños.

La mayoría de puestos de trabajo disponibles para mujeres trans no se remuneran. Aunque el trabajo pueda ser apasionante, en muy raras ocasiones ofrece unas garantías para poder crear una familia y mantenerla.

  1. Políticas de adopción orientadas a personas trans

Aunque no sé mucho de leyes, sé que hay mucha gente dentro del vasto mundo  de la lucha por la justicia reproductiva que sí, así que os necesitamos para conseguir cambios estructurales que nos apoyen a la hora de reproducirnos. Esas políticas deberían incluir criterios y sensibilidades a la hora de identificar la manera en la que la gente proyecta su transmisoginia en nosotras. Por ejemplo, la noción de que las mujeres trans somos acosadores sexuales de menores es demasiado común, algo que frena sobremanera nuestras expectativas.

Disfrutar de leyes que promuevan prácticas específicamente no discriminatorias, junto con las habilidades adecuadas para identificar este tipo de tendencias y educar sobre respeto básico a la gente trans mejoraría las oportunidades reproductivas de las mujeres trans a la hora de adoptar y procrear.

Mejor todavía, emplear a mujeres trans en estas agencias de adopción y planificación familiar para trabajar con futuras madres trans. Esto ya sería hasta un sueño. Es absolutamente imprescindible que haya alguien con quien podamos hablar de nuestras ansiedades maternales, ya que es harto difícil gestionar todas esas emociones mientras vivimos con el recordatorio constante (y jodido) de que las “mujeres de verdad” son las que menstrúan.

Disponer de una persona que honestamente nos escuche y de por buenos nuestras ansiedades maternales sin anular nuestra feminidad es algo imprescindible si queremos crear una cultura de apoyo a las familias de las mujeres trans.

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Históricamente, hemos sido las mujeres trans las que hemos estado en la primera línea de la lucha política y las que hemos facilitado infinitas cantidades de esfuerzo físico y emocional a la juventud luchando por hogares para ella. Muchísimas mujeres trans han acogido y alimentado a jóvenes trans y LGTB/GSD en general, al estilo de Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera con su STAR House. Las mujeres trans estadounidenses fueron pioneras en la creación de hogares relacionadas con su “ball culture”, una subcultura solidaria de corte LGBT/GSD, a través de la cual facilitaron el acceso de jóvenes sexodivergentes y trans de todas las edades a familias que les aceptaron y quisieron. Este tipo de conductas solidarias ha sido algo históricamente muy importante en términos de lucha social. Hoy en día aún existen organizaciones y refugios como Casa Ruby o Jazzie’s Place.

Apoyarnos a las mujeres trans  en esta materia es necesario para que la lucha de la justicia reproductiva pueda seardigna de su nombre. Es imposible que una comunidad pueda sostenerse únicamente mediante acciones individuales, como demostraron el desmantelamiento de la STAR House y la Transie House, por lo que si dispusiéramos de sistemas y estructuras que nos facilitaran el acceso a la reproducción, existiría menos juventud trans y sexodivergente siendo excluida del sistema de adopción y acabando en la indigencia.

Me quedan años para que pueda llegar a ser capaz de reproducirme, así que espero que hayamos progresado lo suficiente para que cuando llegue el momento pueda disfrutar de varias opciones para llevarlo a cabo. Este es un buen comienzo para reestructurar vuestro trabajo en esta materia y para que elaboréis una nueva estrategia para que vuestro entorno comience a apoyar más y mejor a las mujeres trans.

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