Las feministas creyentes también son feministas

Original por , and , en The Huffington Post.

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Parece ser que cada pocas semanas una celebridad declara con orgullo y a voz en grito que no es feminista: mujeres como Shailene Woodley, Katy Perry, Kelly Clarkson, Kendall Jenner lo han hecho recientemente.

Estas mujeres escudan su rechazo a proclamarse feministas en que no odian a los hombres, haciéndose eco de una de las más intratables, somnolientas y denigrantes caracterizaciones del feminismo, o insistiendo en que, personalmente, ellas no sufren opresión, haciendo caso omiso de que los papeles sólidos y cautivadores para mujeres llegan a su fin décadas antes que los de los hombres, o que hace poco, la actriz Maggie Gyllenhaal, de 37 años, fue rechazada para interpretar el papel de interés amoroso de un hombre de 55 por ser considerada “demasiado vieja”.

Incluso si aceptamos los argumentos de estas jóvenes estrellas que defienden que no sufren discriminaciones, las feministas nos preguntaríamos dónde queda su preocupación por otras mujeres menos privilegiadas. Una cuestión a la vez frustrante y justificada, por otra parte.

Por un lado, ¿a quién le importa lo que una estrella del espectáculo piense sobre el feminismo? Por otro lado, estas mujeres tienen un enorme poder de influencia sobre otras mujeres jóvenes. Al expresar displicentemente, «yo tengo derechos, así que ¿quién necesita el feminismo?» deshonran los sacrificios de las que lucharon antes que nosotras e ignoran el hecho de que los derechos de las mujeres aún  están en liza. Aún no están garantizados los derechos de las mujeres que luchan por eliminar la brecha salarial, por los permisos de maternidad y por el acceso a la sanidad reproductiva. Aún no están garantizados para las mujeres no blancas o las del espectro LGTB/GSD.

Y aún continúan debatiéndose los derechos de las mujeres creyentes.

El género sigue siendo un asunto muy importante en el seno de las tradiciones religiosas de corte patriarcal, y muchas mujeres continúan sin tener acceso a muchos roles sociales debido a su género. Sin embargo, mientras el feminismo mayoritario prácticamente le ruega a las jóvenes estrellas que por favor, se definan como feministas, las mujeres creyentes sufren burlas por proclamar su identidad feminista y combatir el sexismo desde el interior de sus tradiciones.

¿Cómo hemos llegado las mujeres creyentes a ser feministas de segunda?

Entendemos que puede parecer que existe una desconexión entre nuestra fe y nuestro feminismo, también reconocemos que nuestras tradiciones religiosas han sido sometidas a un filtro interpretativo de corte sexista, y sin duda comprendemos por qué muchas feministas abandonan su fe, pues nosotras también nos hemos visto tentadas a hacer lo mismo.

Sin embargo, aunque toda feminista judía, cristiana y musulmana abandonara sus tradiciones, aún quedarían mujeres que permanecerían, mujeres cuya decisión de seguir en su mismo entorno les reportaría consecuencias jurídico-religiosas. Seguirían estando sometidas a la Halajá, a las fatuas y al derecho canónico; seguirían sufriendo exclusión del acceso a puestos de responsabilidad y continuarían enfrentándose a opresión ejercida por parte de miembros de sus comunidades que consideraran válido el estatus menor de las mujeres en base a las enseñanzas de sacerdotes, rabinos e imanes iluminados.

Reconocemos y nos preocupamos por las consecuencias reales de nuestra fe en el mundo; sin embargo, también reivindicamos los mensajes fundacionales de nuestras creencias por lo que son y por las maneras en las que han sido malinterpretados. En otras palabras, nos negamos a que nuestra tradición religiosa se defina en base a interpretaciones sexistas.

Este rechazo se está expresando de varias maneras: académicas feministas y judías, cristianas y musulmanas estamos trabajando dentro del marco de traducciones existente de la Torá, la Biblia y el Corán, produciendo nuevas traducciones y, en ocasiones, cuestionando la autenticidad y divinidad de pasajes irremediablemente sexistas.

Al mismo tiempo, otras activistas están llevando a cabo rezos, cultos y liturgias subversivas para dejar en evidencia el arraigadísimo sexismo de las instituciones religiosas. Anat Hoffman fue detenida y cacheada por una acción en la cual buscaba el reconocimiento delas mujeres judías que deseen rezar en alto junto a sus correligionarios hombres en el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén. Kate Kelly recibió la excomunión tras fundar el movimiento «Mujeres que decretan» (Ordain Women), para defender el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad en el seno de la Iglesia Mormona. Amina Wadud sufrió condenas internacionales y amenazas de agresión por ser la primera mujer en dirigir un rezo musulmán mixto en Estados Unidos.

Todas estas mujeres se han aplicado y se han mantenido firmes ante la posibilidad de abandonar sus creencias ante interpretaciones sexistas. Valentía es esto. Feminismo es esto.

 Y, pese a todo, mientras el feminismo mayoritario se arrastra ante las jóvenes estrellas para solicitarles un servicio a la lucha, las mujeres creyentes aplicadas en un trabajo valiente y arduo tienen que aguantar continuamente la comidilla de que «no son feministas de verdad».

Sabemos que mucha gente piensa que el único acto genuinamente feminista que puedes llevar a cabo con respecto a las religiones es abandonar sus tradiciones típicamente patriarcales. Nosotras defendemos que también puede serlo permanecer, y esperamos con ansia el día en que hacerlo no ponga en cuestión ni nuestra fe ni nuestro feminismo.

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